LA OBRA
El juguete rabioso
Por Luis Miguel Madrid
Como en los claros referentes de la novela picaresca, el héroe —o antihéroe— trata de conquistar el paraíso de la abundancia sin obtener más que tropiezos caricaturescos en un entramado hostil, repleto de personajes patéticos, ruines y desesperados que Silvio soporta con aires de resignación con tonos masoquistas:
«Ya no tengo ni encuentro palabras con las que pedir misericordia. Baldía y fea como una rodilla desnuda es mi alma».
La evolución del personaje a través de la experiencia, le conduce nada más que a un pozo negro y grande idéntico a su barrio, un mundo triste de valores y absurdas situaciones donde la injusticia dicta las leyes en cada gremio y estamento:
«Aquí no necesitamos personas inteligentes, sino brutos para el trabajo».
Y así, el papel donde Astier describe su lucha por la vida, cada día está más humedecido.
El pesimismo agarrota sus sentidos:
«A mis oídos llegan voces distantes, resplandores pirotécnicos, pero yo estoy aquí, solo, agarrado por mi tierra de miseria como con nueve pernos».
El pesimismo agarrota sus sentidos:
«A mis oídos llegan voces distantes, resplandores pirotécnicos, pero yo estoy aquí, solo, agarrado por mi tierra de miseria como con nueve pernos».
Cuando Silvio Astier toma conciencia de que nunca formará parte de ese otro mundo es derrotado por la rabia:
«Estremecido de odio, encendí un cigarrillo y malignamente arrollé la colilla encendida encima de un bulto humano que dormía acurrucado en un pórtico».
«Estremecido de odio, encendí un cigarrillo y malignamente arrollé la colilla encendida encima de un bulto humano que dormía acurrucado en un pórtico».
Finalmente, decide matarse, y en su defecto —también fracasa— hacer de sí mismo un muerto en vida, renunciando a la lucha y alejándose a través de una traición aparentemente contradictoria, ya que acepta a la vez que modifica las convenciones sociales —«si hago eso destruiré al hombre más noble que he conocido»— condenándose a no tener nada para partir de cero en una nueva búsqueda, quizás para romper el último lazo que le pudiera unir al mundo que desprecia.
Astier, o Arlt por las tantas similitudes, toma el camino del orgullo y la venganza: su victoria económica es menor.
Se trata de ser un ser excepcional, único, por un extremo o el contrario: «yo, por mi inquietud me siento, a pesar de mi canallería, superior a usted», y es así, a través de la infamia, como Arlt, o Astier, se sitúan por encima de consideraciones morales, siendo la hipocresía, la perversidad y por supuesto, la ironía, las armas de su triunfo:
«El recuerdo, semejante a un diente podrido, estaría en mí, y su hedor me enturbiaría todas las fragancias de la tierra, pero a medida que ubicaba el hecho en la distancia, mi perversidad encontraba interesante la infamia».
Se trata de ser un ser excepcional, único, por un extremo o el contrario: «yo, por mi inquietud me siento, a pesar de mi canallería, superior a usted», y es así, a través de la infamia, como Arlt, o Astier, se sitúan por encima de consideraciones morales, siendo la hipocresía, la perversidad y por supuesto, la ironía, las armas de su triunfo:
«El recuerdo, semejante a un diente podrido, estaría en mí, y su hedor me enturbiaría todas las fragancias de la tierra, pero a medida que ubicaba el hecho en la distancia, mi perversidad encontraba interesante la infamia».
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