EL PODER, LECCIONES DESDE EL DERECHO NATURAL Y LA SIMPLE
PERCEPCIÓN
El término poder proviene del
latin possum – potes - posse, que en su acepción más básica
denotan capacidad o fuerza para algo. De esta manera el poder está
íntimamente relacionado con los términos capacidad o potestas, autoridad imperium y
arbitrio arbitrium, los cuales en su génesis y ejercicio
evocan autoridad y albedrío propio en el ejercicio de su existencia.
El poder como las sociedades
ha evolucionado con el devenir del tiempo. Las relaciones de poder, los
operadores de dominación y los instrumentos a través de los cuales
se ejerce han respondido a hitos y momentos de la historia de la humanidad,
aunque la evolución es más notoria respecto de la fuente de donde proviene el poder.
En los inicios, el poder
devino de la fortaleza física, posteriormente era entregado por las deidades
que participaban directamente en la realidad, esto se instrumentalizó en las
esferas de fe y de creencia, y con la construcción del Estado, el poder terminó
decantándose en la representación popular, que siempre ha ido de la mano con la
función económica del poder a lo largo de nuestros días como civilización.
Diversos pensadores han
fundamentado el éxito que como civilización podamos llegar a obtener en la
esperanza humana de dirigir la voluntad de poder como virtud (visión
aristotélica del poder y justicia), de la cual han de surgir superhombres de
condiciones morales excelsas, que se abstraigan, por innecesario, de debates
tan humanos como la lucha del bien contra el mal, la oposición entre destino y
libre albedrío, entre otros.
Pero del debate al hecho
siempre hay un margen de existencia que refuta los argumentos y los deseos, y
cierto es que la humanidad nos ha dado muestras que el poder más que una
capacidad para materializar virtudes y altruismo, se torna en un vicio
incorregible del ser, del narcisismo que afecta a todos los que lo ejercen,
claro está unos en mayor medida que otros.
Se ha dicho que esta
enfermedad de poder lleva a la irracionalidad, a la soberbia, al
territorialismo exacerbado de los propios argumentos, a crear enemigos
inexistentes, a la auto distorsionada imagen de sentirse únicos y, sobre todo,
aptos para llevar a cabo una misión trascendental en un momento de la historia,
todo con el propósito de justificar el sentimiento de superioridad sobre
las reglas y las personas.
La embriaguez por poder, se
viene tratando desde la antigüedad, esencialmente en la ley natural del
pensamiento romano y griego, ley natural decantada y transmitida hasta nuestros
días a través del milagro griego – pensamiento filosófico-.
En el primer siglo de la
formación conceptual de la polis donde se acuñaron los términos de justicia (Themis),
orden social (eunomía) y se estructuró el pensamiento natural inmanente
como contrapeso al desorden, la ley se tornó como un elemento de cohesión y
orden social, legitimado en los mitos y las deidades de la época, de forma tal
que una contravención a estas leyes “divinas” era considerado un acto de
arrogancia –hybris-..
Siendo esto así, se erigió la
basta mitología griega con nutridos ejemplos de personajes que embriagados por
el poder – hybris- son víctimas de su soberbia, como Aquiles, que
retó a los dioses al desobedecer su prohibición de ultrajar el cadáver de Héctor;
e Ícaro, que quiso volar tan alto como ellos y llegar al Olimpo. Pero la
arrogancia de ambos fue castigada.
Aquiles murió a manos del
hermano de Héctor; y el sol derritió la cera de las alas de Ícaro, arrojando
desde esa época la principal consecuencia de la resaca del poder, la némesis,
término por el cual los griegos designaban a la desgracia con la que los dioses
castigaban la arrogancia de ciertos humanos, cuestiones recogidas en su ley
natural que castigaban el desenfreno de las pasiones humanas.
Lo anterior, en mi opinión ha
sido la fuente de diferentes prerrogativas de la racionalidad y del positivismo
jurídico, que han dado lugar a los bastos códigos que limitan la conducta y las
pasiones humanas, aunque en el tiempo, cuestiones tan importantes como la
bondad, la virtud, la justicia y la no arrogancia, se tornaron como criterios
auxiliares, principios interpretativos o normas de conducta social y moral y no
como ejes de desarrollo de la disciplina jurídica.
En sentido estricto la hybris no
configura una contravención a una norma racional existente aunque su efecto si
puede llevar a los sujetos infectados por esta embriaguez a realizar acciones
cuestionables más allá de lo moral, ejemplos de hybris en la
historia de nuestro país abundan, basta con ver las excentricidades de algunas
de las personas que ostentan poder evidenciado en el desdén por el control
social y político, la creación de políticas públicas que van en contravía de la
sana lógica, el irrespeto por los órganos de control, por la opinión pública,
por la norma, por el sentido del Estado Social de Derecho, en suma, no hay
necesidad de asignar nombres ni de recordar casos puntuales, resulta fácil
hacer el ejercicio en nuestra sociedad para darnos cuenta que hemos tenido
borrachos de poder al frente de nuestras más altas dignidades e instituciones
del país.
Al final de cuentas, la hybris por
ser un concepto existencial por el poder, su atención social debe ser
prioritaria, el impacto del poder en nuestras vidas es grandísimo, sino mírese
el ejemplo del país vecino, un modelo de administración (me tiene sin
cuidado su corriente o postura política) ha llevado a una sociedad a
condiciones económicas y sociales inimaginables, solo por llevar al extremo la
convicción personal de unos pocos, por encima de los datos y los métodos
contrastados para administrar correctamente una Nación.
Claramente esto es un síntoma
de hyrbis, síntoma que no es ajeno a cualquier ser humano, pero que
tiene una cura y método de gestión para evitarlo o recuperarlo, y es el siempre
necesario baño de realidad, no olvidemos que el poder de los gobernantes se da
en virtud de la representación, que no es más que la extensión del poder
personal o en masa en una persona, poder que nos pertenece por nuestra
condición natural, al cual no renunciamos sino que, dados los mecanismos
actuales de participación política, los concedemos en virtud de una evento
enmarcado dentro de la democracia, pero que al final del día nos pertenece, es
nuestro y lo podemos recuperar en cualquier momento a través de los mecanismos
legales establecidos para el efecto.
Pero si me reciben un consejo
más práctico, simplemente se trata de ejercer el voto con racionalidad, sin
contraprestación personal y sólo con el inmanente deseo y convicción que está
haciendo, a través de su concesión de poder, un lugar mejor para usted y sus
congéneres y no olvidar que al igual que con la delegación por el simple acto
no se exculpa de su responsabilidad, porque al final, no debemos olvidar que el
ejercicio del poder bajo el influjo de la hybris resulta no
solo de la debilidad del espíritu humano, sino también, de la debilidad de
asumir nuestro papel integro con derechos y obligaciones sociales evidenciado
en nuestra ausencia del deber de vigilancia sobre lo público, por eso antes de
dictar cátedra en una red social, comience por informarse, porque dictar
cátedra moral y política a través de una red social es otro síntoma de hybris actual
en su metro de cuadro de disposición virtual.
Juan Camilo Rojas Arias
Abogado, especialista en
derecho comercial y con dos Maestrías en Derecho Internacional y en Derecho
Económico y Políticas Públicas,
actualmente optando por la candidatura a Doctor por la Universidad de Salamanca
España.
E-mail:
camilor99@hotmail.com
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