LA CONSTRUCCIÓN PERFORMATIVA DEL DISCURSO DE ODIO EN TAPAS DE REVISTAS
INTRODUCCIÓN
En relación con el discurso del odio, Nicolás Maquiavelo, en el
libro El Príncipe, considerado el texto precursor de la ciencia política, se
preguntaba si al gobernante le convenía más ser amado o temido. Así, estableció
los afectos de amor y temor como fuente de validación del poder del soberano,
distanciándose del fundamento teológico.
Tales sentimientos fueron, durante siglos, los pilares de los
estudios políticos hasta que, en el siglo XX, se descubrió uno mucho más
funcional al poder: el odio. Debido a este hecho, en lo que respecta al
discurso de odio, existe un vacío en lo referente a su conceptualización, ya
que su estudio fue descuidado o anclado básicamente en sus aspectos jurídicos
y, por lo tanto, encorsetado por la propia lógica penal en menoscabo de su
dimensión discursiva, que excede con creces la tipificación de “crimen de
odio”.
Hoy, por ejemplo, con la ayuda de los estudios de la
(in)visibilidad podemos entender, por ejemplo, por qué cuando uno piensa en el
amor, en la cultura occidental, viene a la mente la imagen de Romeo y Julieta
de la obra del escritor inglés William Shakespeare empero, en cambio, no
prestamos mucha atención al contexto de odio entre las familias Montecchio y
Capuleto que sirvió de contexto –y a la vez obstáculo– de este amor frustrado.
Por esa razón, es evidente la necesidad de explorar el tema
desde una perspectiva multidisciplinar en una interfaz entre la Pragmática y la
concepción analítica del discurso y otras disciplinas sociales, sobre todo teniendo
en cuenta que, en el siglo pasado, hubo muchas experiencias
políticas que perfeccionaron los mecanismos de control social mediante la
exacerbación del odio contra ciertos “otros”, tanto en regímenes políticos
totalitarios como democráticos1, y que en el siglo XXI se ha alcanzado el
máximo grado de efectividad gracias a la presencia ubicua de los medios de
comunicación y la entrada en escena de nuevos protagonistas: internet y las
redes sociales.
En este sentido, pretendemos mostrar cómo se construyeron
representaciones de odio en portadas de revistas producidas durante el contexto
socio-histórico de los ataques mediáticos a los gobiernos de Cristina Kirchner,
en Argentina, y Dilma Rousseff, en
Brasil.
Para analizar este fenómeno, basamos la investigación en un
corpus compuesto por imágenes obtenidas de las portadas de los semanarios Veja
(Brasil) y Noticias (Argentina). Mediante el método descriptivo-analítico,
establecemos comparaciones, regularidades y diferencias temáticas, discursivas y
semióticas, utilizadas para expresar la “otredad” y la construcción
performativa del discurso del odio mediante el deseo de aniquilamiento de ese
“otro” representado en las figuras de los exmandatarios CFK y “Lula”.
Para llevar a cabo los objetivos, presentamos inicialmente la
base teórica sobre aspectos lingüísticos, centrándonos en la importancia de la
intención comunicativa; las características del discurso del odio, que nos
ayudarán a comprender cuestiones relacionadas con la conceptualización de este
fenómeno; las construcciones mediáticas y visuales del discurso del odio y,
posteriormente, el análisis de portadas de revistas para observar cómo se utilizan
los distintos recursos.
1
Al respecto, es común recordar al nazismo, al stalinismo, al franquismo, al
falangismo y a otros regímenes dictatoriales (como las dictaduras militares
latinoamericanas) y, sin embargo, olvidar al macartismo, por ejemplo, que
estableció una clara polarización ideológica “amigo/enemigo,
patriota/comunista” mediante la cual se habilitó la negación de la posibilidad
de una narrativa y existencia de ese “otro”, llegando a su persecución física y
hasta encarcelamiento.
1.
ASPECTOS
LINGÜÍSTICOS
Cuando hablamos hacemos mucho más que transmitir un código, de
alguna manera transformamos el entorno, actuamos, y en esa forma de actuar
entran en juego elementos pragmáticos (conocimientos, creencias, hipótesis
sobre el interlocutor, etc.) que nos permiten utilizar un mismo enunciado con
diferentes propósitos discursivos:
Ello indica que el proceso de descodificación no es la única fuente de la que obtenemos
contenidos; también la inferencia (pensamiento
que nos permite deducir nuevas informaciones a partir de otras ya existentes)
desempeña un papel
decisivo en la comunicación (Escandell 2012, pág. 2).
Tanto la Pragmática como la Gramática toman como objeto de
estudio el conjunto total de enunciados de una lengua. La diferencia estriba en
la perspectiva con la que se aborda su estudio.
La Pragmática es, esencialmente, una disciplina que toma en
cuenta los factores extralingüísticos que determinan el uso del lenguaje,
precisamente todos aquellos factores a los que no puede referirse un estudio
puramente gramatical: nociones como emisor, destinatario, intención comunicativa,
contexto verbal, situación enunciativa o el conocimiento del mundo que posean
los interlocutores serán de suma importancia.
Por ello Escandell Vidal (2006, pág. 16) declara que debemos
entender que, sin la Pragmática, muchos hechos relevantes quedarían sin
explicar o serían parcialmente explicados, ya que un análisis puramente
lingüístico no sería capaz de explicar los efectos lingüísticos y sociales que
un determinado uso que el lenguaje tiene sobre el receptor en la interacción
comunicativa.
Por ello, como
nos recuerda Leech
(1997, pág. 48),
desde los comienzos de los
estudios de Pragmática, en los años ’60, se planteó la existencia de dos
cuestiones a resolver:
I.
¿Qué significa X ?
II. ¿Qué quisiste decir con X ?
La respuesta a la pregunta 1 vendría dada por la semántica,
tradicionalmente tratada como una relación binaria, mientras que la pregunta 2
le correspondería a la Pragmática responder, en una relación ternaria,
relacionando a los usuarios de la lengua.
Así, a partir de [2] podemos hablar de intención como elemento
básico de la comunicación, además de emisor - destinatario y situación
comunicativa (Escandell, 2004).
En relación con la intencionalidad, ésta constituye un aspecto
central dentro de la Pragmática, ya que la actividad lingüística no es una mera
reacción refleja a las condiciones del entorno, sino una forma de conducta
voluntaria, con un objetivo comunicativo preciso (Escandell, 2020, pág. 113),
mediante la cual “un individuo trata de originar ciertas representaciones en la
mente de otro individuo”, tales como información nueva, refuerzo de la
información existente, actuación sobre las relaciones sociales, etc.
(Escandell, 2004).
Por lo tanto, podemos completar la fórmula de Leech (1997) de la
siguiente manera:
¿Qué quiso decir el individuo A, cuando dijo X, al individuo B, en el contexto Z |
No obstante, como señala Escandell (2004), si bien son
importantes, no son los únicos factores que deben ser considerados y, además,
tanto las relaciones
que se establecen
entre ellos como los efectos sociales
de los actos de habla tienen el mismo nivel de importancia.
En consecuencia, como
señala Rajagopalan (2010, pág. 65), es necesario “rescatar el papel
originalmente reservado por Austin a los actos ilocucionarios, el de ser
unidades de análisis indisolublemente culturales”, por tanto, propias de cada
comunidad de habla.
Principalmente porque, como explica el autor (Rajagopalan, pág.
26), la “idea seminal” de la performatividad de los actos de lenguaje -hablar
una lengua es hacer cosas con ella- sirvió de inspiración a académicos de muy
diversas áreas, como la psicología, antropología, sociología y “campos no
relacionados como la economía”.
A su vez, es importante resaltar la relación entre lo
comunicativo, lo personal y lo social porque, como precisa Arundale (2013), la
academia ha tratado muchas veces lo social y lo individual como un dualismo.
Según el autor, debemos considerar lo individual y lo social como un punto
dialéctico que debe ser explicado por la perspectiva microsocial. Tales
explicaciones son responsables de las actividades humanas sin privilegiar lo individual
o lo social y otorgar relevancia a la mutua influencia de los seres humanos
mientras interactúan (Arundale, 2013).
En otras palabras, es un fenómeno complejo que implica una
relación dialéctica en la que lo individual y lo social, en una relación de
interdependencia, se configuran recíproca y simultáneamente, hasta el punto de
que lo individual no puede explicarse sin la presencia de lo social, y
viceversa.
El punto de vista de Arundale sobre los efectos sociales de las
interacciones es fundamental para comprender la naturalización y legitimación
de los discursos de odio y cómo se articulan, a la vez que ayuda a comprender
el “pacto” que establecen los medios de comunicación con su audiencia
(Charaudeau, 2015).
Figura 1. Dialética individual e social.
2.
DISCURSO
DE ODIO
Como advierte Rajagopalan (2008, págs. 24-25), es necesario que
la lingüística abandone la tendencia de algunos autores de abordar el lenguaje
“como un científico natural estudiaría un fenómeno físico”, y asumir que
reflexionar sobre el lenguaje “implica, en definitiva, indagar, por un lado,
sobre la propia naturaleza humana y, por otro, sobre el tema de la ciudadanía”
(Rajagopalan, 2008, pág. 7).
Más específicamente, Tiburi (2015) dice que nuestro ser político
se forma en actos de lenguaje2, forjando personas y siendo forjado por ellas.
En consecuencia, hay que considerar que, en contextos sociales en los que
existe una extrema polarización sociopolítica y discursiva, como ha ocurrido en
Argentina desde 2008 y en Brasil desde 2013 (así como en muchos otros países
del mundo), el ataque a las imágenes públicas contra personas en particular o
grupos destinatarios con los que se pretende polarizar (por motivos raciales,
políticos, de género, etc.) es sistematizada y, consecuencia de ello, con tendencia
a la progresividad y radicalización en la medida de su mayor o menor
circulación social.
En este sentido, Bielsa y Peretti (2019) hablan de las “campañas
de descalificación” realizadas a través de agravios, principalmente orales aunque
luego puedan ser reproducidos por la prensa gráfica-, que van acompañados de
estigmatizaciones condenatorias por parte de los medios de comunicación los que
devienen, “con sus efectos, en armas de destrucción masiva” (Bielsa y Peretti,
2019, pág. 17).
2 Acto de lenguaje es, grosso modo y dejando de lado las
diferenciaciones que hacen algunos autores, otra denominación para los actos de
habla (Charaudeau; Maingueneau, 2016, pag. 72). En este artículo preferimos
seguir llamándolos actos de habla.
Los autores citados aclaran que el estigma es un fenómeno social que “se debe a un rasgo o
caracterización que representa efectos no deseados para el portador”. Así, para
ellos, una clasificación social se convierte en un estigma “cuando la información relacionada con ella se procesa con
una serie de connotaciones peyorativas”. Tal marca “legitima” un trato
discriminatorio (2019, pág. 18) y, por tanto, injusto. Y tal imagen vergonzosa
se construye, al mismo tiempo, individual y socialmente.
De forma individual, como explican Bielsa y Peretti (2019, pág.
20), a través de la creación de memes,
fake news; socialmente a través de su
difusión en los medios masivos de comunicación y de las omnipresentes redes
sociales. Así, “groserías, ofensas, mentiras creíbles” comparten la única
intención de confundir, motivar, provocar “sentimientos adversos contra blancos
predeterminados” en las audiencias (Bielsa y Peretti, 2019, pág. 20).
3 En Argentina, como
señala Gabriel Giorgi (2019, pág. 79-80), desde 2008 se registra una
“polarización cada vez más intensa en torno a las políticas redistributivas del
gobierno kirchnerista”. Para algunos sectores, como explica el autor, esta
polarización indicaba un conflicto puesto al servicio del gobierno (contra
ciertos políticos, como la oligarquía, la prensa hegemónica, etc.) o movilizado
contra el gobierno -especialmente contra la figura de Cristina Kirchner- se
tradujo en una violencia verbal que recuperó tonos racistas, sexistas y clasistas.
A su vez, en Brasil, como dice Esther Solano (2018, pag. 49), desde 2013 “se
instaló una dinámica de polarización en las redes y en las calles, cuyo centro
simbólico es el Partido de los Trabajadores (PT). Una parte de la sociedad
movilizada hace del PTismo el blanco de sus críticas, mientras que la otra
responde poniendo la narrativa del golpe y defendiendo la normalidad
institucional”.
Todo ello redunda en la creación de un contexto socio-cultural
que potencializa la circulación de actos de habla cargados de fuerzas
ilocucionarias injuriantes designados a atacar la imagen de una persona en
especial, o un determinado grupo, hasta el punto de naturalizar la expresión
del deseo de muerte, un grado extremo que, justamente, configura el discurso de
odio.
3.
DE LA
CONSTRUCCIÓN DE LA “OTREDAD” AL DISCURSO DE ODIO
Carthago delenda est
(Cartago debe ser destruida) fue la fórmula con la que Catón “el
Viejo” finalizaba sus discursos en el Senado romano en
los últimos años
de las Guerras
Púnicas, hacia el
150a.C., pronunciados contra sus archienemigos.
En ese enunciado podemos encontrar el odio y el deseo de
aniquilamiento del pueblo y la cultura cartagineses y el creciente orgullo de
la audiencia romana al escuchar tales palabras.
A pesar de la antigüedad del fenómeno, fue en la última década,
como señala Kiffer (2019, pág. 13), que el odio adquirió una nueva centralidad
a raíz de una “nueva ola conservadora”, con deseo de aniquilar vidas, en el
marco de un creciente movimiento derechista abrumador en gran parte del mundo y
“una necropolítica que asoma y se instituye en el lugar de lo que antes
creíamos ser el pacto civilizatorio”.
En Brasil, como señala Schwarcz (2019, pág. 25- 26), “también
estamos “navegando” en una marea conservadora” a través de […] demonización de
las cuestiones de género, el ataque a las minorías sociales, la incredulidad en
las instituciones y los partidos, la conformación de dualidades como “nosotros”
(los justos) y “ellos” (los corruptos), la embestida contra los intelectuales y
la prensa, la justificación del orden y la violencia (…), el ataque a la
Constitución y, finalmente, el apego a una historia mítica, forman parte de una
narrativa de más largo alcance la que, sin embargo, tiene un gran impacto en
nuestro contexto nacional y contemporáneo.
“Manifestaciones de racismo, violencia patriarcal y machista y
un clasismo aún más airado” nos permiten, según Kiffer (2019, pág. 13), hablar
de formas contemporáneas de odio, con nuevos movimientos y modos de acción y
organización en torno a un discurso supuestamente normalizador.
A pesar de su relevancia y actualidad, como es costumbre en las
ciencias sociales con varios términos, es muy difícil llegar a una definición
universalmente aceptada sobre el significado de “discurso del odio” (Weber,
2009).
Desde el ámbito jurídico, existe una gran tendencia a considerar
el discurso del odio [4] como una manifestación
discriminatoria, o que incita a la discriminación, contra determinados sujetos
de derecho y colectivos en condiciones de vulnerabilidad -minorías étnicas,
raciales, etc.-, llevada a cabo por grupos dominantes. Tales manifestaciones
contravendrían la libertad de expresión, o constituirían un abuso de la misma.
De esta forma, se produce un conflicto entre el derecho
constitucional de libertad de expresión y la actividad punitiva del Estado, el
que es de interpretación restrictiva también por principios constitucionales.
Fiss (1996, pág. 20) nos recuerda que las expresiones de
discurso de odio, penalmente castigadas por el poder estatal, desvalorizan a
aquellos a quienes se dirigen y a los grupos sociales a los que pertenecen. Por
lo tanto, si bien son fundamentales a la hora de decidir sobre la posibilidad
de la existencia de un delito de odio, tales conceptos resultan insuficientes
para analizar el tema del discurso del odio cuando no se infringen los
preceptos penales de forma lo suficientemente “evidente” para hacer entrar en
funcionamiento el sistema estatal represivo. Por ello, creemos que nos
encontramos ante un concepto complejo integrado por prácticas penalmente
punibles, que constituyen solo la parte visible del iceberg, y también aquellas
que no son alcanzadas por el derecho penal, como se ilustra en la siguiente
figura:
4 Cabe señalar que no
existe una definición legal de discurso de odio que sea internacionalmente
aceptada y su caracterización es controvertida y sujeta a disputa. Sin embargo,
como recuerda Castro Rocha (2021), el “rebrote actual del discurso del odio y,
en especial, las consecuencias físicas de la violencia simbólica, llevaron a
Naciones Unidas a lanzar un documento” denominado “Estrategia y plan de acción
sobre el discurso del odio”
<https://news.un.org/en/story/2019/06/1676791>.
Fuente: Blanco (2021).
En consecuencia, en la necesidad de tener un concepto suficiente
para manejar este trabajo, tampoco nos ocuparemos del odio individual, abordado
por la psicología, sino de la manifestación social del mismo.
Para ello, partiremos de la construcción social de la “otredad”
como elemento distintivo del discurso del odio y presupuesto ineludible para su
construcción.
Caracterizamos tal construcción,
siguiendo a Reguillo
(2013), como una práctica social de construcción “del otro” que se
realiza exacerbando la atribución de diferencias intersubjetivas, de diversa
índole, a través de mecanismos como aumentar las características negativas de
ese “otro”, enfatizar desproporcionadamente las positivos del “yo”, o una
combinación de ambos, lo que resulta en una posición subordinada de ese “otro”
así construido en relación con el individuo o grupo que enuncia.
Esta construcción no sólo naturaliza la diferencia sino que, en
el caso del odio, convierte a ese “otro” en un enemigo que amenaza, real o
potencialmente, la existencia del “yo normalizador” del grupo.
Como señala Reguillo (2013), ubican a “lo diferente” en las
antípodas de una sociedad normalizada, disciplinada y medicalizada que pugna
por resistir las contaminaciones de un mundo “otro” que amenaza con cuestionar
su sistema de doxas constitutivo.
El Otro (opuesto al colectivo identitario en cuestión) siempre
es el “comunista”, “el resto”, “el judío”, “el populista”, el causante de todos
los males, aquel que precisa ser descartado, odiado para el “bien de todos”; es
siempre el Otro (el que no tiene el rasgo positivo de la marca de identidad) el
que dificultaría la construcción de una “sociedad unificada” sin diferencias
grupales ni antagonismos irreconciliables (Perez y Starnino, 2021, pág. 88).
De esta forma, la construcción de la “otredad” se convierte en
un elemento constitutivo del “yo” del enunciador o del grupo al que pertenece o
al que, en mayor o menor medida, adhiere.
Esta diferencia, así creada, es situada y relacional, es decir,
responde a lo que y ahora debe servir para infamar al “otro”: xenofobia,
misoginia, LGTBIfobia, etc. Pero también tales estigmatizaciones pueden basarse
en motivos políticos, o estar permeados de alguna manera por ellos.
Por eso, es muy importante recalcar que el odio no reside en un
sujeto u objeto específico. A diferencia de la ira que se enfoca en el nivel
personal, el odio es global e incluye todas sus acciones. Aristóteles (2000),
en Retórica, propone la distinción entre ira y odio.
En relación con la primera, se centra en el ámbito personal del
sujeto objeto de la ira; en sus palabras, “es imperativo que el enfadado se
vuelva siempre contra determinado individuo, por ejemplo, contra Cleón, pero no
contra el hombre en general” (Aristóteles, trad. 2000, pág. 29) [5].
Ahora bien, el odio, por ser global e incluir todas las
acciones, necesita que la persona objeto de ese afecto deje de existir para
satisfacer la voluntad del que odia (Aristóteles, trad. 2000), simplemente
porque todo lo relacionado con esa persona es visto bajo una luz negativa. El
“otro” es percibido (o imaginado) como un enemigo irreductible. Este “otro”
asume así el carácter de lo negativo a través de la construcción que realiza el
que odia, que, de esta forma, establece las categorías de sujeto odiado y, al
mismo tiempo, de sujeto odiador (Ahmed, 2015,pág. 77).
De esta forma, la inversión emocional que presupone el odio,
exacerba la diferencia y modifica la dicotomía ideológica señalada por Van Dijk
(2012) “nosotros vs. ellos” instaurando una creencia-convicción, mucho más
potente aun: la imposibilidad de la coexistencia con ese “otro”, que se expresa
en la fórmula “o nosotros o ellos” [6].
5 Según Aristóteles (2000, trad. pag. 29), “el odio abarca a toda
una clase de personas: todos odian al ladrón y al sicofante”.
6
Como explica Charaudeau (2018, pag. 17), “todo acto de lenguaje emana de un
sujeto que solo puede definirse en relación con el otro” ya que sin la
existencia de este otro el sujeto no puede ser consciente de sí mismo. Si en
esta relación, siguiendo el pensamiento del autor, el sujeto intenta que el
otro “piense, diga o actúe” según su intención, en el discurso del odio no
existe tal intención, sólo desea su “no existencia”.
Cuadro 1. Polarización antinómica “nosotros – ellos” y discurso de odio.
Polarización ideológica |
“nosotros” versus “ellos” |
Tensión en la Coexistencia |
Exacerbación de la polarización por medio del odio |
o “nosotros” o “ellos” |
Imposibilidad de la coexistencia |
Fuente: Blanco; Blanco (2020).
Amossy (2016), al tratar el discurso polémico, señala tres
procedimientos por los cuales éste se constituye: dicotomización, polarización
y desprestigio hacia el “otro”. Con el primero se establece una relación de
“exclusión” de los integrantes de la polarización por la radicalización del
debate. Como señala la autora (2016, pág. 28), “la retórica de la polarización
consiste en establecer campos enemigos”.
6 Como explica Charaudeau (2018, pag. 17), “todo acto de
lenguaje emana de un sujeto que solo puede definirse en relación con el otro”
ya que sin la existencia de este otro el sujeto no puede ser consciente de sí
mismo. Si en esta relación, siguiendo el pensamiento del autor, el sujeto
intenta que el otro “piense, diga o actúe” según su intención, en el discurso
del odio no existe tal intención, sólo desea su “no existencia”.
Los tres procedimientos señalados por Amossy (2016) en el
discurso polémico también están presentes en el discurso del odio.
Sin embargo, diferentemente a lo que acontece con el discurso polémico
al que ella se refiere, el que puede ir acompañado de pasión y violencia verbal
-a menudo, pero no necesariamente- (Amossy, 2016, pág. 27), estos elementos, o
al menos uno de ellos, son los que constituyen el discurso del odio.
Por eso, quien odia, llega a percibir la existencia del otro, o
del grupo al que ese “otro” pertenece, como una amenaza para sí mismo o
para su grupo, al
punto de desear su no existencia, su anulación o aniquilamiento real o
simbólico.
De esta forma, estamos en condiciones de establecer algunas
distinciones para comprender
mejor las características del discurso del odio:
Cuadro 2. Diferenciación de los discursos polarizador, polémico y de odio.
|
Caracterización |
Procedimientos |
Observaciones |
Discurso polarizador |
Tensión de la coexistencia |
Cuadrado ideológico. |
|
Discurso polémico |
Exclusión del “otro” |
Dicotomización, polarización y
descrédito. |
Puede haber pasión y violencia verbal |
Discurso de odio |
Eliminación física o simbólica del “otro” |
Construcción (y/o propagación) de la “otredad”. |
Siempre hay afecto de odio, aun en
enunciados “lúdicos”. |
Fuente: Blanco (2021).
La aniquilación o eliminación simbólica (o nulificación) del
otro, puede estar dirigida contra los “otros” objetos del odio o contra sus
representantes icónicos al deshumanizarlos, por ejemplo, asemejándolos a
animales.
Así, Dilma es un “tapir” (anta
en portugués), Lula un “molusco” (en portugués el calamar se denomina lula) o un “sapo barbudo”, y Cristina
una “yegua”, “cerda” y “guanaca”.
En lo que a la construcción visual se refiere, los tres memes siguen la misma lógica simple y
directa de “pegar” las cabezas de los blancos de descalificación a los cuerpos
de los animales: en el caso de Dilma Rousseff, un mamífero que, en el imaginario
social brasileño,
Figura 3. Caracterizaciones de los tres presidentes como animales
representa falta de inteligencia e incluso estupidez [7]; en el caso de Lula da Silva, un batracio, asociado a la
sensación de repugnancia; y Cristina Kirchner a una yegua, animal que sirve para denominar a las mujeres de mala índole
[8].
Esta práctica alcanza su punto máximo cuando los enunciados
expresan literalmente el deseo de la no existencia física de ese “otro”, deseo
tanático que imposibilita toda comprensión de la diversidad, la reflexión y el
diálogo.
Así, el discurso del odio radicaliza las prácticas discursivas
en lo que podemos denominar el “efecto todo vale” que no sólo naturaliza lo
previamente repudiado, sino que posibilita nuevos enunciados cada vez más
violentos simbólicamente.
4.
CONSTRUCCIÓN
MEDIÁTICA DEL ODIO
7 Según la definición del diccionario Michaelis, tapir (en
portugués “anta”) significa coloquialmente: “Una persona poco inteligente que
no capta ni comprende las cosas con facilidad; estúpido, ignorante, tonto”.
Recuperado el 18 de octubre de
https://michaelis.uol.com.br/moderno-portugues/busca/portugues- brasileiro/anta
8
El diccionario de la Real Academia Española explica que en Cuba y Uruguay yegua
es un adjetivo coloquial despectivo: “Mujer grosera”. No entendemos la razón de
esta limitación geográfica a tan sólo esos dos dado que tal uso está muy
extendido en América del Sur. Recuperado el 18 de noviembre de 2020 de
https://dle.rae. es/yegua.
El modo de producción de la articulación discursiva está
controlado por lo
que se puede
denominar “élites simbólicas”: periodistas, escritores,
artistas, directores, académicos y otros grupos que ejercen el poder a partir
del “capital simbólico”.
Este poder simbólico no se limita a la articulación en sí, sino
que también incluye el modo de influencia ya que pueden determinar la agenda de
discusión pública, influir en la relevancia de los temas, controlar la cantidad
y el tipo de información, especialmente en lo que se refiere a quién debe ser
destacado públicamente y de qué manera (Van Dijk, 2012).
Dada su naturaleza, suele ser más difícil abordar el discurso
mediático que el político, ya que, en relación con este último, generalmente se
acepta que esté vinculado al poder y, por tanto, a la manipulación, mientras
que “el mundo de los medios tiene la pretensión de definirse contrario al poder
y a la manipulación” (Charaudeau, 2014, pág. 17).
Esto demuestra que el poder simbólico de los medios es también
una forma de poder ideológico ya que son los “hacedores de conocimientos,
normas morales, creencias, actitudes, normas, ideologías y valores públicos”
(Van Dijk, 2012, pág. 45), y lo hacen despertando el interés y “tocando la afectividad del
receptor de la información”, convirtiéndose en manipuladores, muchas veces “sin
darse cuenta”, ya que no transmiten lo que sucede en la realidad social, sino
“lo que construyen a partir del espacio político” (Charaudeau, 2014, pág. 19).
Por ese motivo, la instancia mediática se encuentra condenada a
buscar emocionar a su audiencia, a movilizar su afectividad, para despertar el
interés y la pasión por la información que le es transmitida, lo más opuesto
posible al efecto de racionalidad que debe dirigir el objetivo de la
información (Charaudeau, 2014, pág. 92).
Por su parte, Nora Merlin (2019) explica que “los medios
concentrados de comunicación, la voz del poder, estimulan el odio que el
neoliberalismo necesita para
permanecer” en una
relación neoliberalismo-odio en la que se retroalimentan.
Así, desde principios del siglo XXI, las identificaciones y los
discursos masivos tienen como actor predominante, en narrativas de odio y
agresión, a los medios de comunicación hegemónicos y a las redes sociales cada
vez más presentes en la cotidianidad.
Son los protagonistas en movilizar la insatisfacción social al
ofrecer “alguien a quien odiar” (Merlin, 2019) y las razones para hacerlo.
5.
LA
CONSTRUCCIÓN VISUAL DEL ODIO
Los medios de comunicación, como pondera Rodríguez (2013), al
ser depositarios de los anhelos de diferentes grupos sociales (televisión,
medios gráficos e internet), ostentan un gran poder en la construcción social
de lo visual dado que nos dicen qué y
cómo ver.
Tal construcción debe entenderse […] como herramienta de
conocimiento, como dispositivo de poder y como mediación para la interacción
social, (que) refiere al conjunto de tácticas y estrategias que, de manera
cotidiana, gestionan la mirada, esa que produce efectos sobre el modo en que
percibimos y somos percibidos, esa que clausura y abre otros caminos, esa que
reduce o esa que restituye complejidad (Reguillo, 2013).
Esta construcción social no es arbitraria, “tiene que estar a
‘tono’ con el segmento que se propone conquistar, no pueden ignorar en términos
absolutos qué está ocurriendo en cada momento en lo existente socialmente como
visual construido, imaginado” (Rodríguez, 2013).
En el caso de los medios, que tanto han contribuido a la
polarización extrema en Argentina y Brasil, ofrecen algo a una audiencia que
está predispuesta a aceptarlo y que, por tal razón, termina consumiendo esos
“productos” ofrecidos, retroalimentando el odio.
En este artículo,
centraremos nuestra mirada
en las portadas de dos semanarios, Noticias, de Argentina, y Veja, de Brasil [9], ya que sirvieron para crear o exacerbar el odio contra
Cristina Kirchner y Luiz Inácio “Lula” da Silva, a través de la “construcción
visual de lo social”, propuesta por los estudios de (in)visibilidad.
Estos semanarios y sus polémicas portadas tuvieron un papel
protagónico en la construcción visual del odio porque, independientemente del
número de suscriptores o eventuales lectores, consiguieron “hacerse presentes”
en las manifestaciones contra los gobiernos de CFK (2012-2014) y el PT
(2015-2016) y en las redes sociales en aquella época.
La portada de una revista puede entenderse como un dispositivo privilegiado de desdoblamientos
temáticos, de sentidos y de identidades, un texto complejo constituido por una
relación de completitud entre lo verbal y la imagen que, combinados, construyen
el enunciado.
Sólo a través de tal yuxtaposición es posible comprender los
diferentes efectos de sentido y recuperar los sedimentos discursivos en los que
se basan, así como las metáforas que permiten su lectura, y las relaciones de
intertextualidad que muchas veces presentan.
Este complejo texto está diseñado por una gramática visual, o
verbo visual, que encaja en el contexto cultural y comunicacional al que
pertenece y, al mismo tiempo, establece un pacto tácito de lectura con su
audiencia, sustentado en la reiteración de los significados que se producen y/o
reproducen.
9 La revista Noticias (su
nombre exacto es “Notícias da Semana”), pertenece al grupo editorial Perfil,
que también cuenta con varias revistas y un diario digital. A su vez, el
semanario brasilero Veja pertenece al
grupo multimedia Abril. Ambas son publicaciones semanales del género
“actualidad”, cuyos sumarios incluyen temas de interés general y presentan una
cierta orientación de centroderecha en el tratamiento de los contenidos
políticos. El artículo central, en las dos publicaciones, casi siempre es de
contenido político y se anticipa en la portada como una característica
distintiva de su identidad.
Con la intención
de ilustrar la
“búsqueda de huellas
de los modos cómo se pensó y
construyó la diferencia” (Reguillo, 2013), tomaremos una secuencia de tres
portadas de la revista Noticias en las que se hace referencia de diferentes
formas a la muerte de Cristina Kirchner, y analizaremos las ilustraciones y los
títulos, ya que son los elementos principales en la configuración gráfica de lo
que se denomina “editorialización” [10].
En particular, nos centraremos en las estrategias, referencias y
recursos discursivos y retóricos -las elecciones lingüísticas utilizadas para
construir significados que crean o refuerzan el contexto de extrema
polarización- las ideologías involucradas y, principalmente, la idea de la
imposibilidad de la convivencia, que se resume en la no existencia del otro, es
decir, en el impulso tanático, en el deseo de muerte, en el aniquilamiento real
o simbólico del otro (Blanco y Blanco, 2019).
Figura 4. Tapas de la revista Noticias con referencia a la muerte de CFK.
10 Por “editorializar” se entiende el acto o efecto de convertir
un artículo, la portada, un programa de radio, etc. en algo similar al
editorial, expresando idea(s) o juicio(s) sobre cierto(s) tema(s) actual(es).
Fuente: Porto Editora. Diccionario Infopedia de la Lengua Portuguesa [en
línea]. Accesado el 10/01/2021 en https://www.infopedia.
pt/diccionarios/lingua-portuguesa-aao/editorialização.
La primera de las portadas generó repercusiones negativas tanto de
sectores religiosos de varios credos [11] que cuestionaron el uso
de un símbolo religioso con fines políticos, como de políticos por el mensaje
de odio que evoca la crucificación.
La revista salió a la venta la víspera del Viernes Santo, cuando
se celebra el Vía Crucis. Así se explica el juego de palabras con el título:
“Vía Crisis” (Camino de la Crisis), en sustitución del litúrgico “Via Crucis”
(Camino de la Cruz).
De esta forma, Cristina Kirchner estaría recorriendo un camino
directo a la crucifixión, atravesando diferentes épocas de crisis económica, en
una remisión vía paralelismo con las 14 estaciones de la conmemoración
católica.
A ello contribuye, en el análisis, la frase que anticipa el
título, “La cuenta regresiva” que, en letras de un amarillo fuerte que se
destacan por sobre el fondo azul, muestra la existencia de momentos previos de
un proceso que inevitablemente llegará a su fin: el deceso.
En la segunda portada podemos ver una continuidad con otras
producidas anteriormente por el semanario argentino en las que se afirmaba que
la ex-presidente tenía problemas psiquiátricos.
En esta tapa se sugiere la existencia de una tendencia al
suicidio por el gesto de la mano que simula una pistola apuntando a la sien. El
título enuncia un “Juego suicida de Cristina”, con énfasis en las palabras
“Juego Suicida” en letras naranjas y mayúsculas.
11
Al día siguiente a la publicación el archiobispo de Buenos Aires, Mario Poli,
dijo que poner esa imagen en la portada era “de muy mal gusto” porque la Semana
Santa “no es para eso”. Dos padres que trabajaban en barrios populares
denunciaron la foto porque “banaliza la festividad de la Semana Santa con fines
políticos”. También se manifestaron el presidente de la Asamblea Rabínica
Latinoamericana, Marcelo Polakoff, y el rabino de la Comunidad Bet-El, Daniel
Goldman que, en tono crítico, manifestó que “Si hay un grupo que sea
mayoritario o minoritario que se siente incómodo por algo que tiene que ver con
un elemento tan raigal como es la vida religiosa, hay que tener cuidado y
respeto por la sensibilidad del otro”. Recuperado el 21 de noviembre de 2020 de
https://andradetalis.wordpress.com/tag/cristina-kirchner/.
La tercera de las portadas tiene una simbología auto-explicativa,
repetida desde la época medieval: la de la bruja quemada en la hoguera. En el
contexto de la producción, Cristina Fernández de Kirchner había dejado la
presidencia nueve días antes de la publicación.
En la parte superior central, Cristina Kirchner, vestida con
ropa de mujer que remite a la época medieval, está encadenada por la cintura a
un madero, agonizando en la hoguera.
Al fondo, un grupo de hombres, un juez, tres políticos, un
sindicalista y el director ejecutivo de un grupo multimedia [12], encabezados por el presidente electo Macri y vestidos como
monjes de la Inquisición serían los protagonistas de un pacto para quemar a
Cristina con la finalidad de “proteger la gobernabilidad” del país.
Destacamos la frase “Nunca Más” en el subtítulo, ya que, por un
lado, radicaliza lo perentoria del antecedente “Para que Cristina no vuelva
[nunca más]”, y, por otro lado, hace una referencia explícita con el libro
“Nunca Más” [13] en el que se registran
por primera vez los crímenes de lesa humanidad, el tema de los desaparecidos y
las políticas de verdad, memoria y justicia desarrolladas en los gobiernos kirchneristas.
Esta remisión acentúa el mensaje de aniquilamiento de CFK
representado por su figura en la hoguera.
El subtítulo introductorio “blindar la gobernabilidad” legitima
“El pacto” ya que con Cristina “viva”, según el semanario, la Argentina sería
ingobernable.
12 De izquierda a derecha aparecen: el presidente de la Corte
Suprema de Justicia, Ricardo Lorenzetti, el candidato a presidente por el
Partido Justicialista Daniel Scioli, Mauricio Macri, Sergio Massa, exministro
de Cristina Kirchner y líder de un sector interno del Partido Justicialista, el
sindicalista Hugo Moyano y el CEO del grupo multimedios Clarín, Héctor
Magnetto.
13
El Informe de la Comisión Nacional sobre
la desaparición de personas. Nunca Más, o simplemente Nunca Más (Buenos Aires: Eudeba, 1984), es una publicación en la
que se recogen los testimonios de la desaparición y muerte de más de 8961
personas durante la dictadura militar argentina de 1976-1983.
Luego de una primera aproximación al modo cómo opera la
construcción de la
otredad y la explicitación del
deseo tanático, analizaremos más
detalladamente dos tapas
en las que
los destinatarios del discurso de odio fueron los ex-presidentes de
Argentina y Brasil, CFK y “Lula” da Silva respectivamente.
6.
ANÁLISIS
DEL CORPUS
Para el corpus elegimos dos tapas de los semanarios Veja y Noticias que expresan explícitamente el deseo de muerte de Cristina
Fernández de Kirchner y Luiz Inácio “Lula” da Silva.
En ellas hay referencias incontestables con personajes míticos
de la historia argentina y brasileña, amados por unos y odiados por otros, lo
que muestra claramente que, como señala Giorgi (2019), el odio se construye
sobre sedimentos de afectos de odio anteriores.
Figura 5. Tapas de las revistas Noticias y Veja: muerte de CFK y
Lula.
La primera de las publicaciones es una tapa que el editor de la
revista Noticias decidió, en el
último momento, que no saldría en la portada sino en la parte central dado que
era muy fuerte. Es la imagen del rostro de Cristina Kirchner tomada de perfil,
recostada, con el mismo foco que una de las fotos del cadáver de Eva Duarte de
Perón, “Evita”, luego de ser embalsamado [14]. El título del artículo no
deja dudas acerca del luctuoso sentido ilocutivo del enunciado: “¿Muere ella o
su relato?”.
La elección de esta intertextualidad trae aparejada una
simbología perversa, ya que el cuerpo de Eva Duarte de Perón, a la llegada de
la dictadura militar que asaltó el poder en Argentina el 16 de septiembre de
1955, inicia un macabro recorrido en el que se lo exhibe como un cuerpo
personal del jefe del Servicio de Inteligencia, Carlos Koenig, quien aprovecha
para realizar todo tipo de vejaciones.
Luego es trasladado clandestinamente a Italia, con el nombre
falso de María Maggi de Maggiolis, enterrado en Milán y devuelto a su marido,
Juan Domingo Perón, en Madrid en 1971, profanado y con signos de haber sido
mutilado. Sin embargo, aun tendrán que pasar 5 años más para que sus restos
descansen en el panteón familiar en el Cementerio de la Recoleta en Buenos
Aires.
Por ese motivo, recordar el cadáver de Evita despierta un
sentimiento de morbosidad y odio al mismo tiempo en gran parte de la clase
media argentina que en 1952 escribió en las paredes “¡Viva el cáncer!”, como se
podrá apreciar en la segunda figura de la siguiente secuencia[15]. Recordamos que fue esa enfermedad la que acabó con la vida de
la “madre de los descamisados”. Y, al mismo tiempo, de indignación por parte de
la otra parte de la sociedad. De hecho, debido a la repercusión negativa de la
imagen, la imagen también fue eliminada dela edición en línea del
semanario.
14
Para conocer el proceso de embalsamamiento realizado por el médico español
Pedro Ara Sarriá, véase “Eva Perón: los últimos 50 años”. Recuperado el 19 de
octubre de 2020 de https://guiarte.com/evita/.
15
La intertextualidad se torna aún más sórdida si recordamos que dos años antes
de la publicación a Cristina Kirchner le diagnosticaron cáncer de tiroides,
pero resultó ser un “falso positivo”. Aun así, la ex-presidenta tuvo que ser
sometida a una intervención quirúrgica. Fuente: Rede Brasil Actual. Recuperado
el 14 de enero de 2021 de https://www.redebrasilatual.com.br/mundo/2012/01/cristina-kirchner-divulga-exames-na-internet-para-
desmentir-uso-politico-de-cancer/
Figura 6. Imágenes del cuerpo de “Evita” embalsamado y grafiti
festejando su muerte.
En el caso de la portada de la revista Veja, el ex-presidente Lula es retratado como una figura negra que
se deshace en el fondo rojo, color que lo invade en forma de chorros desde la
parte superior de la cabeza hasta la mitad y, al mismo tiempo, parece sangrar
como si hubiera sido decapitado.
El fondo rojo hace referencia al color de partido de varios
partidos de izquierda en todo el mundo y a la extinta U.R.S.S. No es casualidad
que uno de los gritos de guerra más escuchados en las marchas contra el
gobierno del Partido de los Trabajadores (PT), entre 2015 y 2016, fuera
“Mi/nuestra bandera nunca será roja”, como se puede apreciar en la figura 7.
La publicación se enmarca en el contexto político-social de las
acusaciones que el ex-juez Sérgio Moro había hecho contra el ex-presidente por
los delitos de corrupción pasiva y lavado de dinero en el marco de la operación
Lava Jato. Según la revista, el “mito
Lula” se estaría derritiendo y eso es lo que supuestamente “expresaría” la
portada.
Figura 6. Imágenes del cuerpo de “Evita” embalsamado y grafiti festejando su muerte.
En el caso de la portada de la revista Veja, el ex-presidente Lula es retratado como una figura negra que se deshace en el fondo rojo, color que lo invade en forma de chorros desde la parte superior de la cabeza hasta la mitad y, al mismo tiempo, parece sangrar como si hubiera sido decapitado.
El fondo rojo hace referencia al color de partido de varios partidos de izquierda en todo el mundo y a la extinta U.R.S.S. No es casualidad que uno de los gritos de guerra más escuchados en las marchas contra el gobierno del Partido de los Trabajadores (PT), entre 2015 y 2016, fuera “Mi/nuestra bandera nunca será roja”, como se puede apreciar en la figura 7.
La publicación se enmarca en el contexto político-social de las acusaciones que el ex-juez Sérgio Moro había hecho contra el ex-presidente por los delitos de corrupción pasiva y lavado de dinero en el marco de la operación Lava Jato. Según la revista, el “mito Lula” se estaría derritiendo y eso es lo que supuestamente “expresaría” la portada.
Figura 8. Comparación de las tapas de las revistas Newsweek y Veja.
Fuente: Portal PT en la Cámara
Esta tapa también fue duramente criticada por parlamentarios y
militantes del Partido de los Trabajadores por, precisamente, incitar a la
violencia e insinuar el linchamiento de Lula al asociarlo con la figura de otro
ex-mandatario asesinado de esa forma.
Sin embargo, el título del reportaje principal que anticipa la
portada, “Arréstame si puedes”, del periodista Thiago Bronzatto, habla de un
Lula que desafía la legalidad y la acción persecutoria de la justicia, lo que
nos remite a un mítico prófugo de las fuerzas del orden, también oriundo del
noreste brasileño como “Lula” da Silva”: Virgulino Ferreira da Silva, figura
popular conocida como “Lampião”.
Virgulino fue asesinado por las Fuerzas Policiales Volantes (cuyos
procedimientos, a menudo, eran peores que los de los forajidos a los que
perseguía), fue decapitado [16] y su cabeza se expuso
primero en las escalinatas de la Municipalidad de la ciudad de Pirañas, en el
estado de Alagoas, y luego en el Museo Antropológico Estácio de Lima, en la
ciudad de Salvador (Carvalho Ritto, 2017). Recién en 1969, 31 años después de
su muerte, los restos de “Lampião” fueron entregados a su familia para realizar
el debido entierro.
16
Como señala Clovis Carvalho Britto (2017), “Varios personajes emblemáticos de
la historia brasileña fueron decapitados, como estrategia ejemplar y didáctica,
o como resultado de estudios de antropología física. Los desenlaces dramáticos,
aliados a una serie de estrategias, contribuyeron a la mitificación en torno a
sus trayectorias. En ese sentido, además de Maria Bonita, Lampião y los nueve
bandidos de su banda, son ilustrativas las muertes de Tiradentes, Antônio
Conselheiro, Ganga Zumba y Zumbi”.
Figura 9. Detalle de la tapa de la revista Veja y cabeza de “Lampião”
expuesta en público.
Además, dos cosas hacen que ambas imágenes sean similares: el
aplanamiento de la cabeza de Lula (que creemos haber sido hecho a propósito por
el semanario) para que se asemeje a la de Lampião cuando fue expuesta en las
escaleras.
El otro detalle es el énfasis en la oreja izquierda que se hace
en la imagen de Lula en la portada del semanario, que coincide con el
protagonismo que tiene la oreja del mítico héroe popular en la foto histórica,
lo que nos lleva a concluir que, lejos de ser arbitraria, la composición visual
busca activar, rescatar o legitimar la división Brasil vs. Nordeste,
exacerbada desde la elección presidencial de 2014 en la que se acusa a los
votantes de aquella región brasilera de haber votado macizamente al Partido de
los Trabajadores.
De esta forma, la portada del semanario consigue,
performativamente, adicionar una nueva capa al anti-petismo (o al menos
reavivar los sedimentos de la existente) y reactualizar el odio hacia los nordestinos de Brasil, el que también
“desfilaba” en los carteles de las Manifestaciones contra el gobierno del PT
(2014-2016) por las ciudades del Sury Sudeste de Brasil e invadía las redes
sociales al momento de la publicación de la revista.
7.
CONSIDERACIONES
FINALES
Con este análisis de las portadas semanales pudimos constatar la
construcción de un mensaje de odio, sistemático, con el objetivo de menoscabar
las imágenes de los ex-presidentes de Brasil y Argentina, sus proyectos
políticos y el grupo que ellos representan (kirneristas/
peronistas en Argentina, petistas en
Brasil), excediendo en demasía la polarización ideológica que rivaliza con el
otro (Van Dijk, 2012) o la polémica que lo excluye (Amossy, 2016).
El discurso del odio, como señala Merlín (2019), es parte de la
lógica de la guerra -y del periodismo de guerra, según definición de Julio
Blanck, periodista argentino de Clarín-, en el que todo vale para aniquilar al
enemigo.
Para ello, se (re) produjeron, en las portadas de los semanarios
analizados algunas imágenes, con el poder de perdurar en la memoria, de ser
reactivadas luego de largos períodos y convocar nuevas experiencias e ideas.
Como explica Laura Malosetti Costa: Hay imágenes que no sólo no
se olvidan sino que adquieren -con el tiempo- nuevos poderes. El poder de las
imágenes, su capacidad para ser veneradas, despertar devociones y sostener
creencias, generar violencia, ser odiadas, temidas y hasta destruidas, es algo
que parece caer por fuera de la institución “arte”, desbordando sus circuitos y
mecanismos de legitimación en las sociedades occidentales modernas (Malosetti
Costa, 2013b).
Y, en clave
de discurso de
odio, se exhibieron
en un lugar privilegiado de los dispositivos de
circulación social con el propósito de aniquilar otras imágenes públicas, de
simbólica muerte en la hoguera, en la cruz o evocando otros cuerpos inertes
(Cristina), o linchados y/o decapitados, como en el caso de Lula.
Y todo este odio discursivo, (re)producido y legitimado, fue
performativamente articulado al servicio de ciertos propósitos de dominación:
contribuir con la salida del poder a quienes no pudieron ganar en más de una
década a través del juego democrático y legitimar la feroz persecución judicial
de la que son objeto Lula y Cristina en el contexto jurídico- comunicacional del
lawfare [17].
REFERENCIAS
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política cultural de las emociones. Trad. Cecília Olivares Mansuy. México
DF:UNAM (Universidad Autónoma de México).
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análisis del discurso polémico. Disputas,
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Jesús Sánchez Lobato e IsabelSantos Gargallo (orgs.), Vademécum para la formación de profesores, Madrid: SGEL,Recuperado el 19 de julio de 2016;
17
La traducción más aceptada de este término legal compuesto en inglés es “guerra
judicial” o “guerra legal”. Nuevamente la lógica amigo-enemigo señalada por
Merlín (2019).
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