ENTREVISTA
A NORA MERLIN
TODO ODIO ES POLÍTICO
La psicoanalista pone los afectos en
el centro de la escena para entender el funcionamiento del neoliberalismo. Su
último libro. - 31 de julio de 2023
Como psicoanalista, Nora Merlin desarrolla una continua investigación que ha venido plasmando en una serie de ensayos (Populismo y Psicoanálisis, Colonización de la subjetividad, Mentir y colonizar), en una prolífica sucesión desde 2014, a la que suma ahora (El despertar afectivo: hacia un amor político) en torno a cuestiones que bien pueden resumirse en las relaciones que se establecen entre la política y el psicoanálisis y, en relación con él, sobre los dilemas de la subjetividad en tiempos del neoliberalismo.
· –Es destacable en tu último libro que abordes de manera directa,
sin eufemismos, el tema del odio. ¿Qué te motivó a erigir ese concepto y sus
modos de manifestarse en el contexto actual como núcleo de esta
investigación?
–Este libro examina los afectos anti-políticos y los afectos políticos;
sostengo que el amor político se opone al odio anti-político.
Su impacto tiene que
ver con la crisis que padecemos hoy.
Erigirlo en una
categoría principal de estudio implica desnudar el funcionamiento de la
sociedad neoliberal con su nefasta consecuencia de la colonización de las
subjetividades.
El odio político se
opone obviamente al amor, a su valor político ineludible en la construcción de
una voluntad popular nacional y democrática.
· –¿De qué modo se articulan los afectos con la política?
–Colocar en un lugar
central el tema de los afectos en la política retoma el camino que Freud
propone en el famoso giro que, en su teoría, significó Más allá del
principio del placer.
Nuestro punto de
vista es que los afectos no están fuera de la experiencia política, por lo que
no hay que negarlos, reprimirlos ni disciplinarlos, sino incluirlos y ponerlos
a trabajar.
En 1920, Freud vio
que tener en cuenta la pulsión de muerte le abría una línea de trabajo
fundamental respecto de los sujetos y los pueblos: el odio, la guerra, el
masoquismo y la repetición del trauma singular y social.
La pulsión de muerte
es una pulsión desintegradora, cuando se dirige al exterior se expresa como
odio, cuando se vuelve contra el sujeto es sacrificial, masoquista.
· –¿Cómo es la relación entre neoliberalismo y odio?
–El neoliberalismo
es un dispositivo acéfalo, tanático, ilimitado, que erosiona todo dique, lazo
social y discursos.
En cuanto a lo
afectivo, el odio es su modo de tramitar las diferencias.
Rechaza los límites
y la dimensión política y social a la vez que instiga al individualismo. El
conflicto político rechazado retorna como odio.
El neoliberalismo
busca asentarse en el poder mediante la eliminación de lo heterogéneo y del
otro.
Utiliza la táctica
del «enemigo interno»: construye como enemigos a las mujeres, los inmigrantes,
los militantes populares, los pobres, y desde ahí alimenta un odio que se
sostiene en prejuicios.
A ese otro/a se le
atribuyen rasgos negativos de modo que sean objeto de rechazo y aversión.
Las nuevas derechas
surgidas de la expansión del neoliberalismo actúan no como pueblo sino como
masa.
Esta distinción es
sustancial, la masa (el conjunto que actúa de modo acrítico, acatando aquello
que el poder construye y difunde para manipular y someter al conjunto de la
sociedad) es propia del fascismo tradicional, pero, si examinamos el modo de
funcionar del neoliberalismo, es evidente que también apela a la masificación
destruyendo toda posibilidad de cuestionamientos y promoviendo la adopción de
creencias y pautas que los sujetos internalizan, por tanto es el mismo
paradigma; esto me permitió establecer vinculaciones y afirmar que el
neoliberalismo es la continuación del fascismo por otras vías, en ambos casos
sobre la base del cultivo del odio.
· –Otro significativo concepto es el de cuerpo, ¿se trata de
destacarlo visto desde una perspectiva psicoanalítica y por tanto en relación
con las consideraciones que hacés respecto de las formas de la subjetividad en
la etapa neoliberal?
–No solo es la
economía la que sostiene la reproducción del discurso capitalista, sino también
la ideología neoliberal que promueve el goce singular en todo lo que concierne
al sujeto, al modo en que concibe su cuerpo, a sus actos y sentimientos.
Cuando trabajé
en Colonización de la subjetividad me atravesaba una pregunta:
¿por qué las personas votan en contra
de sus intereses de clase o raza, en contra de sus derechos, etcétera?
En este aspecto me
parece primordial pensar en las formas sutiles de dominio utilizadas por el
poder.
Supo imponer ideales
de consumo, riqueza y libertad individual como fines supremos de la vida humana
y logró que esos ideales no solo operen como mandatos sociales, sino que
funcionen como una exigencia para el sujeto. Esos ideales devinieron
imperativos, quedando el individuo neoliberal atrapado, coaccionado por sí mismo, en una búsqueda ilimitada de
apropiación y acumulación.
El odio, la
adquisición de bienes materiales, el rendimiento ilimitado, el egoísmo, el
narcisismo y la obediencia inconsciente constituyen modos de satisfacción
propios de la subjetividad neoliberal.
· –¿Predomina hoy esa subjetividad como triunfo de la ideología
neoliberal?
–El poder hace años
que utiliza los afectos para manipular la subjetividad.
En contrapartida, el
campo popular se adormeció en un conservadurismo ideacional, así fue que se
desvitalizó y desapasionó.
Dejó de lado la
dimensión afectiva en la política y esta renuncia funcionó como una
colaboración inconsciente con el avance y triunfo de la hegemonía neoliberal.
Entonces es
necesario volver a construir la democracia, reinventarla, y para eso propongo
el giro afectivo, del odio al amor.
En la voluntad
popular, aunque la repriman, hay un resto que insiste, un resto que es
soberano, que no se representa, es el afecto, indispensable para la
construcción popular.
· –¿Cómo se puede caracterizar el amor político?
–Ese amor implica
dar lo que no se tiene, lo que no entra en ninguna contabilidad ni cálculo, es
lo que no se compra ni se vende; lo que resiste la lógica del discurso
capitalista.
Es imprescindible
para que prevalezca la voluntad popular.
No se trata de lo
ilusorio, mentiroso o narcisista, no tiende al cierre ni al Uno, sino que
reconoce al otro y se muestra capaz de construir lo común.
· –¿Considerás que el entramado que realizaste al hablar de
singular-colectivo, soledad-común e individuo-sociedad contribuyen al logro de
modificar el actual estado de cosas, según aparece destacado al final de cada
uno de los capítulos?
–En esa trama la
categoría «articulación» es fundamental para la construcción del pueblo como
cuerpo social (cuerpo afectado y capaz de afectar).
La articulación
fuerza a soportar las preguntas que nunca cierran, «¿qué quiero en esta
lucha?», «¿quién soy?».
Entonces la
identidad surge como algo que no se posee previamente, sino que emerge en la
praxis como voluntad colectiva provisoria y abierta.
Es necesario comenzar
a pensar una nueva hegemonía que no mate lo singular.
El amor político
excede lo privado, es la «asunción» de una decisión que rechaza el odio en sus
múltiples expresiones.
Es una apuesta
ético-política y una forma de vida, es un afecto que moviliza.
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