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viernes, 4 de agosto de 2023

DISCURSO DE ODIO * LA CONSTRUCCIÓN PERFORMATIVA DEL DISCURSO DE ODIO EN TAPAS DE REVISTAS * AUTORES: Ramiro Carlos Humberto Caggiano Blanco Y Yedda Alves de Oliveira Caggiano Blanco

 






LA CONSTRUCCIÓN PERFORMATIVA DEL DISCURSO DE ODIO EN TAPAS DE REVISTAS

AUTORES: Ramiro Carlos Humberto Caggiano Blanco Y Yedda Alves de Oliveira Caggiano Blanco

 

INTRODUCCIÓN

 

En relación con el discurso del odio, Nicolás Maquiavelo, en el libro El Príncipe, considerado el texto precursor de la ciencia política, se preguntaba si al gobernante le convenía más ser amado o temido. Así, estableció los afectos de amor y temor como fuente de validación del poder del soberano, distanciándose del fundamento teológico.

 

Tales sentimientos fueron, durante siglos, los pilares de los estudios políticos hasta que, en el siglo XX, se descubrió uno mucho más funcional al poder: el odio. Debido a este hecho, en lo que respecta al discurso de odio, existe un vacío en lo referente a su conceptualización, ya que su estudio fue descuidado o anclado básicamente en sus aspectos jurídicos y, por lo tanto, encorsetado por la propia lógica penal en menoscabo de su dimensión discursiva, que excede con creces la tipificación de “crimen de odio”.

 

Hoy, por ejemplo, con la ayuda de los estudios de la (in)visibilidad podemos entender, por ejemplo, por qué cuando uno piensa en el amor, en la cultura occidental, viene a la mente la imagen de Romeo y Julieta de la obra del escritor inglés William Shakespeare empero, en cambio, no prestamos mucha atención al contexto de odio entre las familias Montecchio y Capuleto que sirvió de contexto –y a la vez obstáculo– de este amor frustrado.

 

Por esa razón, es evidente la necesidad de explorar el tema desde una perspectiva multidisciplinar en una interfaz entre la Pragmática y la concepción analítica del discurso y otras disciplinas sociales, sobre todo teniendo en cuenta que, en el siglo pasado, hubo muchas experiencias políticas que perfeccionaron los mecanismos de control social mediante la exacerbación del odio contra ciertos “otros”, tanto en regímenes políticos totalitarios como democráticos1, y que en el siglo XXI se ha alcanzado el máximo grado de efectividad gracias a la presencia ubicua de los medios de comunicación y la entrada en escena de nuevos protagonistas: internet y las redes sociales.

 

En este sentido, pretendemos mostrar cómo se construyeron representaciones de odio en portadas de revistas producidas durante el contexto socio-histórico de los ataques mediáticos a los gobiernos de Cristina Kirchner, en Argentina, y  Dilma Rousseff, en Brasil.

 

Para analizar este fenómeno, basamos la investigación en un corpus compuesto por imágenes obtenidas de las portadas de los semanarios Veja (Brasil) y Noticias (Argentina). Mediante el método descriptivo-analítico, establecemos comparaciones, regularidades y diferencias temáticas, discursivas y semióticas, utilizadas para expresar la “otredad” y la construcción performativa del discurso del odio mediante el deseo de aniquilamiento de ese “otro” representado en las figuras de los exmandatarios CFK y “Lula”.

 

Para llevar a cabo los objetivos, presentamos inicialmente la base teórica sobre aspectos lingüísticos, centrándonos en la importancia de la intención comunicativa; las características del discurso del odio, que nos ayudarán a comprender cuestiones relacionadas con la conceptualización de este fenómeno; las construcciones mediáticas y visuales del discurso del odio y, posteriormente, el análisis de portadas de revistas para observar cómo se utilizan los distintos recursos.


1 Al respecto, es común recordar al nazismo, al stalinismo, al franquismo, al falangismo y a otros regímenes dictatoriales (como las dictaduras militares latinoamericanas) y, sin embargo, olvidar al macartismo, por ejemplo, que estableció una clara polarización ideológica “amigo/enemigo, patriota/comunista” mediante la cual se habilitó la negación de la posibilidad de una narrativa y existencia de ese “otro”, llegando a su persecución física y hasta encarcelamiento.

 

 


1.     ASPECTOS LINGÜÍSTICOS

 

Cuando hablamos hacemos mucho más que transmitir un código, de alguna manera transformamos el entorno, actuamos, y en esa forma de actuar entran en juego elementos pragmáticos (conocimientos, creencias, hipótesis sobre el interlocutor, etc.) que nos permiten utilizar un mismo enunciado con diferentes propósitos discursivos:

 

Ello indica que el proceso de descodificación no es la única fuente de la que obtenemos contenidos; también la inferencia (pensamiento que nos permite deducir nuevas informaciones a partir de otras ya existentes) desempeña  un  papel  decisivo  en  la  comunicación  (Escandell 2012, pág. 2).

 

Tanto la Pragmática como la Gramática toman como objeto de estudio el conjunto total de enunciados de una lengua. La diferencia estriba en la perspectiva con la que se aborda su estudio.

 

La Pragmática es, esencialmente, una disciplina que toma en cuenta los factores extralingüísticos que determinan el uso del lenguaje, precisamente todos aquellos factores a los que no puede referirse un estudio puramente gramatical: nociones como emisor, destinatario, intención comunicativa, contexto verbal, situación enunciativa o el conocimiento del mundo que posean los interlocutores serán de suma importancia.

 

Por ello Escandell Vidal (2006, pág. 16) declara que debemos entender que, sin la Pragmática, muchos hechos relevantes quedarían sin explicar o serían parcialmente explicados, ya que un análisis puramente lingüístico no sería capaz de explicar los efectos lingüísticos y sociales que un determinado uso que el lenguaje tiene sobre el receptor en la interacción comunicativa.


 

Por  ello,  como  nos  recuerda  Leech  (1997,  pág.  48),  desde  los comienzos de los estudios de Pragmática, en los años ’60, se planteó la existencia de dos cuestiones a resolver:

I.          ¿Qué significa X ?

II.    ¿Qué quisiste decir con X ?

 

La respuesta a la pregunta 1 vendría dada por la semántica, tradicionalmente tratada como una relación binaria, mientras que la pregunta 2 le correspondería a la Pragmática responder, en una relación ternaria, relacionando a los usuarios de la lengua.

 

Así, a partir de [2] podemos hablar de intención como elemento básico de la comunicación, además de emisor - destinatario y situación comunicativa (Escandell, 2004).

 

En relación con la intencionalidad, ésta constituye un aspecto central dentro de la Pragmática, ya que la actividad lingüística no es una mera reacción refleja a las condiciones del entorno, sino una forma de conducta voluntaria, con un objetivo comunicativo preciso (Escandell, 2020, pág. 113), mediante la cual “un individuo trata de originar ciertas representaciones en la mente de otro individuo”, tales como información nueva, refuerzo de la información existente, actuación sobre las relaciones sociales, etc. (Escandell, 2004).

 

Por lo tanto, podemos completar la fórmula de Leech (1997) de la siguiente manera:

¿Qué quiso decir el individuo A, cuando dijo X, al individuo B, en el contexto Z


No obstante, como señala Escandell (2004), si bien son importantes, no son los únicos factores que deben ser considerados y, además, tanto  las  relaciones  que  se  establecen  entre  ellos como los efectos sociales de los actos de habla tienen el mismo nivel de importancia.

 

En  consecuencia, como señala Rajagopalan (2010, pág. 65), es necesario “rescatar el papel originalmente reservado por Austin a los actos ilocucionarios, el de ser unidades de análisis indisolublemente culturales”, por tanto, propias de cada comunidad de habla.

 

Principalmente porque, como explica el autor (Rajagopalan, pág. 26), la “idea seminal” de la performatividad de los actos de lenguaje -hablar una lengua es hacer cosas con ella- sirvió de inspiración a académicos de muy diversas áreas, como la psicología, antropología, sociología y “campos no relacionados como la economía”.

 

A su vez, es importante resaltar la relación entre lo comunicativo, lo personal y lo social porque, como precisa Arundale (2013), la academia ha tratado muchas veces lo social y lo individual como un dualismo. Según el autor, debemos considerar lo individual y lo social como un punto dialéctico que debe ser explicado por la perspectiva microsocial. Tales explicaciones son responsables de las actividades humanas sin privilegiar lo individual o lo social y otorgar relevancia a la mutua influencia de los seres humanos mientras interactúan (Arundale, 2013).

 

En otras palabras, es un fenómeno complejo que implica una relación dialéctica en la que lo individual y lo social, en una relación de interdependencia, se configuran recíproca y simultáneamente, hasta el punto de que lo individual no puede explicarse sin la presencia de lo social, y viceversa.

 

El punto de vista de Arundale sobre los efectos sociales de las interacciones es fundamental para comprender la naturalización y legitimación de los discursos de odio y cómo se articulan, a la vez que ayuda a comprender el “pacto” que establecen los medios de comunicación con su audiencia (Charaudeau, 2015).


 Figura 1. Dialética individual e social.

 



Fuente: Blanco (2021).

 

2.     DISCURSO DE ODIO

 

Como advierte Rajagopalan (2008, págs. 24-25), es necesario que la lingüística abandone la tendencia de algunos autores de abordar el lenguaje “como un científico natural estudiaría un fenómeno físico”, y asumir que reflexionar sobre el lenguaje “implica, en definitiva, indagar, por un lado, sobre la propia naturaleza humana y, por otro, sobre el tema de la ciudadanía” (Rajagopalan, 2008, pág. 7).

 

Más específicamente, Tiburi (2015) dice que nuestro ser político se forma en actos de lenguaje2, forjando personas y siendo forjado por ellas. En consecuencia, hay que considerar que, en contextos sociales en los que existe una extrema polarización sociopolítica y discursiva, como ha ocurrido en Argentina desde 2008 y en Brasil desde 2013 (así como en muchos otros países del mundo), el ataque a las imágenes públicas contra personas en particular o grupos destinatarios con los que se pretende polarizar (por motivos raciales, políticos, de género, etc.) es sistematizada y, consecuencia de ello, con tendencia a la progresividad y radicalización en la medida de su mayor o menor circulación social.

 

En este sentido, Bielsa y Peretti (2019) hablan de las “campañas de descalificación” realizadas a través de agravios, principalmente orales aunque luego puedan ser reproducidos por la prensa gráfica-, que van acompañados de estigmatizaciones condenatorias por parte de los medios de comunicación los que devienen, “con sus efectos, en armas de destrucción masiva” (Bielsa y Peretti, 2019, pág. 17).


2 Acto de lenguaje es, grosso modo y dejando de lado las diferenciaciones que hacen algunos autores, otra denominación para los actos de habla (Charaudeau; Maingueneau, 2016, pag. 72). En este artículo preferimos seguir llamándolos actos de habla.


 

Los autores citados aclaran que el estigma es un fenómeno social que “se debe a un rasgo o caracterización que representa efectos no deseados para el portador”. Así, para ellos, una clasificación social se convierte en un estigma “cuando la información relacionada con ella se procesa con una serie de connotaciones peyorativas”. Tal marca “legitima” un trato discriminatorio (2019, pág. 18) y, por tanto, injusto. Y tal imagen vergonzosa se construye, al mismo tiempo, individual y socialmente.

 

De forma individual, como explican Bielsa y Peretti (2019, pág. 20), a través de la creación de memes, fake news; socialmente a través de su difusión en los medios masivos de comunicación y de las omnipresentes redes sociales. Así, “groserías, ofensas, mentiras creíbles” comparten la única intención de confundir, motivar, provocar “sentimientos adversos contra blancos predeterminados” en las audiencias (Bielsa y Peretti, 2019, pág. 20).

 


3 En Argentina, como señala Gabriel Giorgi (2019, pág. 79-80), desde 2008 se registra una “polarización cada vez más intensa en torno a las políticas redistributivas del gobierno kirchnerista”. Para algunos sectores, como explica el autor, esta polarización indicaba un conflicto puesto al servicio del gobierno (contra ciertos políticos, como la oligarquía, la prensa hegemónica, etc.) o movilizado contra el gobierno -especialmente contra la figura de Cristina Kirchner- se tradujo en una violencia verbal que recuperó tonos racistas, sexistas y clasistas. A su vez, en Brasil, como dice Esther Solano (2018, pag. 49), desde 2013 “se instaló una dinámica de polarización en las redes y en las calles, cuyo centro simbólico es el Partido de los Trabajadores (PT). Una parte de la sociedad movilizada hace del PTismo el blanco de sus críticas, mientras que la otra responde poniendo la narrativa del golpe y defendiendo la normalidad institucional”.


 

Todo ello redunda en la creación de un contexto socio-cultural que potencializa la circulación de actos de habla cargados de fuerzas ilocucionarias injuriantes designados a atacar la imagen de una persona en especial, o un determinado grupo, hasta el punto de naturalizar la expresión del deseo de muerte, un grado extremo que, justamente, configura el discurso de odio.

 

3.     DE LA CONSTRUCCIÓN DE LA “OTREDAD” AL DISCURSO DE ODIO

 

Carthago delenda est (Cartago debe ser destruida) fue la fórmula con la que Catón “el Viejo” finalizaba sus discursos en el Senado romano  en  los  últimos  años  de  las  Guerras  Púnicas,  hacia  el  150a.C., pronunciados contra sus archienemigos.

 

En ese enunciado podemos encontrar el odio y el deseo de aniquilamiento del pueblo y la cultura cartagineses y el creciente orgullo de la audiencia romana al escuchar tales palabras.

 

A pesar de la antigüedad del fenómeno, fue en la última década, como señala Kiffer (2019, pág. 13), que el odio adquirió una nueva centralidad a raíz de una “nueva ola conservadora”, con deseo de aniquilar vidas, en el marco de un creciente movimiento derechista abrumador en gran parte del mundo y “una necropolítica que asoma y se instituye en el lugar de lo que antes creíamos ser el pacto civilizatorio”.

 

En Brasil, como señala Schwarcz (2019, pág. 25- 26), “también estamos “navegando” en una marea conservadora” a través de […] demonización de las cuestiones de género, el ataque a las minorías sociales, la incredulidad en las instituciones y los partidos, la conformación de dualidades como “nosotros” (los justos) y “ellos” (los corruptos), la embestida contra los intelectuales y la prensa, la justificación del orden y la violencia (…), el ataque a la Constitución y, finalmente, el apego a una historia mítica, forman parte de una narrativa de más largo alcance la que, sin embargo, tiene un gran impacto en nuestro contexto nacional y contemporáneo.

 

“Manifestaciones de racismo, violencia patriarcal y machista y un clasismo aún más airado” nos permiten, según Kiffer (2019, pág. 13), hablar de formas contemporáneas de odio, con nuevos movimientos y modos de acción y organización en torno a un discurso supuestamente normalizador.

 

A pesar de su relevancia y actualidad, como es costumbre en las ciencias sociales con varios términos, es muy difícil llegar a una definición universalmente aceptada sobre el significado de “discurso del odio” (Weber, 2009).

 

Desde el ámbito jurídico, existe una gran tendencia a considerar el discurso del odio [4] como una manifestación discriminatoria, o que incita a la discriminación, contra determinados sujetos de derecho y colectivos en condiciones de vulnerabilidad -minorías étnicas, raciales, etc.-, llevada a cabo por grupos dominantes. Tales manifestaciones contravendrían la libertad de expresión, o constituirían un abuso de la misma.

 

De esta forma, se produce un conflicto entre el derecho constitucional de libertad de expresión y la actividad punitiva del Estado, el que es de interpretación restrictiva también por principios constitucionales.

 

Fiss (1996, pág. 20) nos recuerda que las expresiones de discurso de odio, penalmente castigadas por el poder estatal, desvalorizan a aquellos a quienes se dirigen y a los grupos sociales a los que pertenecen. Por lo tanto, si bien son fundamentales a la hora de decidir sobre la posibilidad de la existencia de un delito de odio, tales conceptos resultan insuficientes para analizar el tema del discurso del odio cuando no se infringen los preceptos penales de forma lo suficientemente “evidente” para hacer entrar en funcionamiento el sistema estatal represivo. Por ello, creemos que nos encontramos ante un concepto complejo integrado por prácticas penalmente punibles, que constituyen solo la parte visible del iceberg, y también aquellas que no son alcanzadas por el derecho penal, como se ilustra en la siguiente figura:

 


4 Cabe señalar que no existe una definición legal de discurso de odio que sea internacionalmente aceptada y su caracterización es controvertida y sujeta a disputa. Sin embargo, como recuerda Castro Rocha (2021), el “rebrote actual del discurso del odio y, en especial, las consecuencias físicas de la violencia simbólica, llevaron a Naciones Unidas a lanzar un documento” denominado “Estrategia y plan de acción sobre el discurso del odio”

<https://news.un.org/en/story/2019/06/1676791>.


 

Figura 2. Discurso de odio y derecho penal.

 

 

 


 

 Fuente: Blanco (2021).

  

En consecuencia, en la necesidad de tener un concepto suficiente para manejar este trabajo, tampoco nos ocuparemos del odio individual, abordado por la psicología, sino de la manifestación social del mismo.

 

Para ello, partiremos de la construcción social de la “otredad” como elemento distintivo del discurso del odio y presupuesto ineludible para su construcción.


 

Caracterizamos  tal  construcción,  siguiendo  a  Reguillo  (2013), como una práctica social de construcción “del otro” que se realiza exacerbando la atribución de diferencias intersubjetivas, de diversa índole, a través de mecanismos como aumentar las características negativas de ese “otro”, enfatizar desproporcionadamente las positivos del “yo”, o una combinación de ambos, lo que resulta en una posición subordinada de ese “otro” así construido en relación con el individuo o grupo que enuncia.

 

Esta construcción no sólo naturaliza la diferencia sino que, en el caso del odio, convierte a ese “otro” en un enemigo que amenaza, real o potencialmente, la existencia del “yo normalizador” del grupo.

 

Como señala Reguillo (2013), ubican a “lo diferente” en las antípodas de una sociedad normalizada, disciplinada y medicalizada que pugna por resistir las contaminaciones de un mundo “otro” que amenaza con cuestionar su sistema de doxas constitutivo.

 

El Otro (opuesto al colectivo identitario en cuestión) siempre es el “comunista”, “el resto”, “el judío”, “el populista”, el causante de todos los males, aquel que precisa ser descartado, odiado para el “bien de todos”; es siempre el Otro (el que no tiene el rasgo positivo de la marca de identidad) el que dificultaría la construcción de una “sociedad unificada” sin diferencias grupales ni antagonismos irreconciliables (Perez y Starnino, 2021, pág. 88).

 

De esta forma, la construcción de la “otredad” se convierte en un elemento constitutivo del “yo” del enunciador o del grupo al que pertenece o al que, en mayor o menor medida, adhiere.

 

Esta diferencia, así creada, es situada y relacional, es decir, responde a lo que y ahora debe servir para infamar al “otro”: xenofobia, misoginia, LGTBIfobia, etc. Pero también tales estigmatizaciones pueden basarse en motivos políticos, o estar permeados de alguna manera por ellos.


 

Por eso, es muy importante recalcar que el odio no reside en un sujeto u objeto específico. A diferencia de la ira que se enfoca en el nivel personal, el odio es global e incluye todas sus acciones. Aristóteles (2000), en Retórica, propone la distinción entre ira y odio.

 

En relación con la primera, se centra en el ámbito personal del sujeto objeto de la ira; en sus palabras, “es imperativo que el enfadado se vuelva siempre contra determinado individuo, por ejemplo, contra Cleón, pero no contra el hombre en general” (Aristóteles, trad. 2000, pág. 29) [5].

 

Ahora bien, el odio, por ser global e incluir todas las acciones, necesita que la persona objeto de ese afecto deje de existir para satisfacer la voluntad del que odia (Aristóteles, trad. 2000), simplemente porque todo lo relacionado con esa persona es visto bajo una luz negativa. El “otro” es percibido (o imaginado) como un enemigo irreductible. Este “otro” asume así el carácter de lo negativo a través de la construcción que realiza el que odia, que, de esta forma, establece las categorías de sujeto odiado y, al mismo tiempo, de sujeto odiador (Ahmed, 2015,pág. 77).

 

De esta forma, la inversión emocional que presupone el odio, exacerba la diferencia y modifica la dicotomía ideológica señalada por Van Dijk (2012) “nosotros vs. ellos” instaurando una creencia-convicción, mucho más potente aun: la imposibilidad de la coexistencia con ese “otro”, que se expresa en la fórmula “o nosotros o ellos[6].


5 Según Aristóteles (2000, trad. pag. 29), “el odio abarca a toda una clase de personas: todos odian al ladrón y al sicofante”.

6 Como explica Charaudeau (2018, pag. 17), “todo acto de lenguaje emana de un sujeto que solo puede definirse en relación con el otro” ya que sin la existencia de este otro el sujeto no puede ser consciente de sí mismo. Si en esta relación, siguiendo el pensamiento del autor, el sujeto intenta que el otro “piense, diga o actúe” según su intención, en el discurso del odio no existe tal intención, sólo desea su “no existencia”.


 

Cuadro 1. Polarización antinómica “nosotros – ellos” y discurso de odio.

Polarización ideológica

“nosotros” versus “ellos”

Tensión en la Coexistencia

Exacerbación de la polarización

por medio del odio

 

o “nosotros” o “ellos”

Imposibilidad de la

coexistencia

Fuente: Blanco; Blanco (2020).

 

Amossy (2016), al tratar el discurso polémico, señala tres procedimientos por los cuales éste se constituye: dicotomización, polarización y desprestigio hacia el “otro”. Con el primero se establece una relación de “exclusión” de los integrantes de la polarización por la radicalización del debate. Como señala la autora (2016, pág. 28), “la retórica de la polarización consiste en establecer campos enemigos”.

 

6 Como explica Charaudeau (2018, pag. 17), “todo acto de lenguaje emana de un sujeto que solo puede definirse en relación con el otro” ya que sin la existencia de este otro el sujeto no puede ser consciente de sí mismo. Si en esta relación, siguiendo el pensamiento del autor, el sujeto intenta que el otro “piense, diga o actúe” según su intención, en el discurso del odio no existe tal intención, sólo desea su “no existencia”.

 

Los tres procedimientos señalados por Amossy (2016) en el discurso polémico también están presentes en el discurso del odio.

Sin embargo, diferentemente a lo que acontece con el discurso polémico al que ella se refiere, el que puede ir acompañado de pasión y violencia verbal -a menudo, pero no necesariamente- (Amossy, 2016, pág. 27), estos elementos, o al menos uno de ellos, son los que constituyen el discurso del odio.

Por eso, quien odia, llega a percibir la existencia del otro, o del grupo al que ese “otro” pertenece, como una amenaza para sí  mismo o  para su  grupo,  al  punto  de desear su  no  existencia,  su anulación o aniquilamiento real o simbólico.

De esta forma, estamos en condiciones de establecer algunas distinciones  para  comprender  mejor  las  características  del discurso del odio:

Cuadro 2. Diferenciación de los discursos polarizador, polémico y de odio.

 

 

Caracterización

Procedimientos

Observaciones

Discurso polarizador

Tensión de la coexistencia

Cuadrado ideológico.

 

 

Discurso polémico

 

Exclusión del “otro”

Dicotomización, polarización y descrédito.

Puede haber pasión y

violencia verbal

 

Discurso de odio

 

Eliminación física o simbólica del “otro”

Construcción (y/o propagación) de la

“otredad”.

 

Siempre hay afecto de odio, aun en enunciados “lúdicos”.

Fuente: Blanco (2021).

 

La aniquilación o eliminación simbólica (o nulificación) del otro, puede estar dirigida contra los “otros” objetos del odio o contra sus representantes icónicos al deshumanizarlos, por ejemplo, asemejándolos a animales.

Así, Dilma es un “tapir” (anta en portugués), Lula un “molusco” (en portugués el calamar se denomina lula) o un “sapo barbudo”, y Cristina una “yegua”, “cerda” y “guanaca”.

 

En lo que a la construcción visual se refiere, los tres memes siguen la misma lógica simple y directa de “pegar” las cabezas de los blancos de descalificación a los cuerpos de los animales: en el caso de Dilma Rousseff, un mamífero que, en el imaginario social brasileño,



Figura 3. Caracterizaciones de los tres presidentes como animales

representa falta de inteligencia e incluso estupidez [7]; en el caso de Lula da Silva, un batracio, asociado a la sensación de repugnancia; y Cristina Kirchner a una yegua, animal que sirve para denominar a las mujeres de mala índole [8].

 

Esta práctica alcanza su punto máximo cuando los enunciados expresan literalmente el deseo de la no existencia física de ese “otro”, deseo tanático que imposibilita toda comprensión de la diversidad, la reflexión y el diálogo.

Así, el discurso del odio radicaliza las prácticas discursivas en lo que podemos denominar el “efecto todo vale” que no sólo naturaliza lo previamente repudiado, sino que posibilita nuevos enunciados cada vez más violentos simbólicamente.

 

4.     CONSTRUCCIÓN MEDIÁTICA DEL ODIO

 

 


7 Según la definición del diccionario Michaelis, tapir (en portugués “anta”) significa coloquialmente: “Una persona poco inteligente que no capta ni comprende las cosas con facilidad; estúpido, ignorante, tonto”. Recuperado el 18 de octubre de https://michaelis.uol.com.br/moderno-portugues/busca/portugues- brasileiro/anta

8 El diccionario de la Real Academia Española explica que en Cuba y Uruguay yegua es un adjetivo coloquial despectivo: “Mujer grosera”. No entendemos la razón de esta limitación geográfica a tan sólo esos dos dado que tal uso está muy extendido en América del Sur. Recuperado el 18 de noviembre de 2020 de https://dle.rae. es/yegua.


 

El modo de producción de la articulación discursiva está controlado  por  lo  que  se  puede  denominar  “élites  simbólicas”: periodistas, escritores, artistas, directores, académicos y otros grupos que ejercen el poder a partir del “capital simbólico”.

Este poder simbólico no se limita a la articulación en sí, sino que también incluye el modo de influencia ya que pueden determinar la agenda de discusión pública, influir en la relevancia de los temas, controlar la cantidad y el tipo de información, especialmente en lo que se refiere a quién debe ser destacado públicamente y de qué manera (Van Dijk, 2012).

Dada su naturaleza, suele ser más difícil abordar el discurso mediático que el político, ya que, en relación con este último, generalmente se acepta que esté vinculado al poder y, por tanto, a la manipulación, mientras que “el mundo de los medios tiene la pretensión de definirse contrario al poder y a la manipulación” (Charaudeau, 2014, pág. 17).

 

Esto demuestra que el poder simbólico de los medios es también una forma de poder ideológico ya que son los “hacedores de conocimientos, normas morales, creencias, actitudes, normas, ideologías y valores públicos” (Van Dijk, 2012, pág. 45), y lo hacen despertando  el interés y “tocando la afectividad del receptor de la información”, convirtiéndose en manipuladores, muchas veces “sin darse cuenta”, ya que no transmiten lo que sucede en la realidad social, sino “lo que construyen a partir del espacio político” (Charaudeau, 2014, pág. 19).

Por ese motivo, la instancia mediática se encuentra condenada a buscar emocionar a su audiencia, a movilizar su afectividad, para despertar el interés y la pasión por la información que le es transmitida, lo más opuesto posible al efecto de racionalidad que debe dirigir el objetivo de la información (Charaudeau, 2014, pág. 92).

 

Por su parte, Nora Merlin (2019) explica que “los medios concentrados de comunicación, la voz del poder, estimulan el odio que  el  neoliberalismo  necesita  para  permanecer”  en  una  relación neoliberalismo-odio en la que se retroalimentan.

Así, desde principios del siglo XXI, las identificaciones y los discursos masivos tienen como actor predominante, en narrativas de odio y agresión, a los medios de comunicación hegemónicos y a las redes sociales cada vez más presentes en la cotidianidad.

Son los protagonistas en movilizar la insatisfacción social al ofrecer “alguien a quien odiar” (Merlin, 2019) y las razones para hacerlo.

 

5.     LA CONSTRUCCIÓN VISUAL DEL ODIO

 

Los medios de comunicación, como pondera Rodríguez (2013), al ser depositarios de los anhelos de diferentes grupos sociales (televisión, medios gráficos e internet), ostentan un gran poder en la construcción social de lo visual dado que nos dicen qué y cómo ver.

Tal construcción debe entenderse […] como herramienta de conocimiento, como dispositivo de poder y como mediación para la interacción social, (que) refiere al conjunto de tácticas y estrategias que, de manera cotidiana, gestionan la mirada, esa que produce efectos sobre el modo en que percibimos y somos percibidos, esa que clausura y abre otros caminos, esa que reduce o esa que restituye complejidad (Reguillo, 2013).

 

Esta construcción social no es arbitraria, “tiene que estar a ‘tono’ con el segmento que se propone conquistar, no pueden ignorar en términos absolutos qué está ocurriendo en cada momento en lo existente socialmente como visual construido, imaginado” (Rodríguez, 2013).

En el caso de los medios, que tanto han contribuido a la polarización extrema en Argentina y Brasil, ofrecen algo a una audiencia que está predispuesta a aceptarlo y que, por tal razón, termina consumiendo esos “productos” ofrecidos, retroalimentando el odio.


 

En  este  artículo,  centraremos  nuestra  mirada  en  las  portadas de dos semanarios, Noticias, de Argentina, y Veja, de Brasil [9], ya que sirvieron para crear o exacerbar el odio contra Cristina Kirchner y Luiz Inácio “Lula” da Silva, a través de la “construcción visual de lo social”, propuesta por los estudios de (in)visibilidad.

Estos semanarios y sus polémicas portadas tuvieron un papel protagónico en la construcción visual del odio porque, independientemente del número de suscriptores o eventuales lectores, consiguieron “hacerse presentes” en las manifestaciones contra los gobiernos de CFK (2012-2014) y el PT (2015-2016) y en las redes sociales en aquella época.

 

La portada de una revista puede entenderse como un  dispositivo privilegiado de desdoblamientos temáticos, de sentidos y de identidades, un texto complejo constituido por una relación de completitud entre lo verbal y la imagen que, combinados, construyen el enunciado.

Sólo a través de tal yuxtaposición es posible comprender los diferentes efectos de sentido y recuperar los sedimentos discursivos en los que se basan, así como las metáforas que permiten su lectura, y las relaciones de intertextualidad que muchas veces presentan.

Este complejo texto está diseñado por una gramática visual, o verbo visual, que encaja en el contexto cultural y comunicacional al que pertenece y, al mismo tiempo, establece un pacto tácito de lectura con su audiencia, sustentado en la reiteración de los significados que se producen y/o reproducen.


9 La revista Noticias (su nombre exacto es “Notícias da Semana”), pertenece al grupo editorial Perfil, que también cuenta con varias revistas y un diario digital. A su vez, el semanario brasilero Veja pertenece al grupo multimedia Abril. Ambas son publicaciones semanales del género “actualidad”, cuyos sumarios incluyen temas de interés general y presentan una cierta orientación de centroderecha en el tratamiento de los contenidos políticos. El artículo central, en las dos publicaciones, casi siempre es de contenido político y se anticipa en la portada como una característica distintiva de su identidad.


 

Con  la  intención  de  ilustrar  la  “búsqueda  de  huellas  de  los modos cómo se pensó y construyó la diferencia” (Reguillo, 2013), tomaremos una secuencia de tres portadas de la revista Noticias en las que se hace referencia de diferentes formas a la muerte de Cristina Kirchner, y analizaremos las ilustraciones y los títulos, ya que son los elementos principales en la configuración gráfica de lo que se denomina “editorialización” [10].

En particular, nos centraremos en las estrategias, referencias y recursos discursivos y retóricos -las elecciones lingüísticas utilizadas para construir significados que crean o refuerzan el contexto de extrema polarización- las ideologías involucradas y, principalmente, la idea de la imposibilidad de la convivencia, que se resume en la no existencia del otro, es decir, en el impulso tanático, en el deseo de muerte, en el aniquilamiento real o simbólico del otro (Blanco y Blanco, 2019).

 

Figura 4. Tapas de la revista Noticias con referencia a la muerte de CFK.


 


 

10 Por “editorializar” se entiende el acto o efecto de convertir un artículo, la portada, un programa de radio, etc. en algo similar al editorial, expresando idea(s) o juicio(s) sobre cierto(s) tema(s) actual(es). Fuente: Porto Editora. Diccionario Infopedia de la Lengua Portuguesa [en línea]. Accesado el 10/01/2021 en https://www.infopedia. pt/diccionarios/lingua-portuguesa-aao/editorialização.


 

La primera de las portadas generó repercusiones negativas tanto de sectores religiosos de varios credos [11] que cuestionaron el uso de un símbolo religioso con fines políticos, como de políticos por el mensaje de odio que evoca la crucificación.

La revista salió a la venta la víspera del Viernes Santo, cuando se celebra el Vía Crucis. Así se explica el juego de palabras con el título: “Vía Crisis” (Camino de la Crisis), en sustitución del litúrgico “Via Crucis” (Camino de la Cruz).

De esta forma, Cristina Kirchner estaría recorriendo un camino directo a la crucifixión, atravesando diferentes épocas de crisis económica, en una remisión vía paralelismo con las 14 estaciones de la conmemoración católica.

A ello contribuye, en el análisis, la frase que anticipa el título, “La cuenta regresiva” que, en letras de un amarillo fuerte que se destacan por sobre el fondo azul, muestra la existencia de momentos previos de un proceso que inevitablemente llegará a su fin: el deceso.

 

En la segunda portada podemos ver una continuidad con otras producidas anteriormente por el semanario argentino en las que se afirmaba que la ex-presidente tenía problemas psiquiátricos.

En esta tapa se sugiere la existencia de una tendencia al suicidio por el gesto de la mano que simula una pistola apuntando a la sien. El título enuncia un “Juego suicida de Cristina”, con énfasis en las palabras “Juego Suicida” en letras naranjas y mayúsculas.

 


11 Al día siguiente a la publicación el archiobispo de Buenos Aires, Mario Poli, dijo que poner esa imagen en la portada era “de muy mal gusto” porque la Semana Santa “no es para eso”. Dos padres que trabajaban en barrios populares denunciaron la foto porque “banaliza la festividad de la Semana Santa con fines políticos”. También se manifestaron el presidente de la Asamblea Rabínica Latinoamericana, Marcelo Polakoff, y el rabino de la Comunidad Bet-El, Daniel Goldman que, en tono crítico, manifestó que “Si hay un grupo que sea mayoritario o minoritario que se siente incómodo por algo que tiene que ver con un elemento tan raigal como es la vida religiosa, hay que tener cuidado y respeto por la sensibilidad del otro”. Recuperado el 21 de noviembre de 2020 de https://andradetalis.wordpress.com/tag/cristina-kirchner/.

 


 

La tercera de las portadas tiene una simbología auto-explicativa, repetida desde la época medieval: la de la bruja quemada en la hoguera. En el contexto de la producción, Cristina Fernández de Kirchner había dejado la presidencia nueve días antes de la publicación.

En la parte superior central, Cristina Kirchner, vestida con ropa de mujer que remite a la época medieval, está encadenada por la cintura a un madero, agonizando en la hoguera.

Al fondo, un grupo de hombres, un juez, tres políticos, un sindicalista y el director ejecutivo de un grupo multimedia [12], encabezados por el presidente electo Macri y vestidos como monjes de la Inquisición serían los protagonistas de un pacto para quemar a Cristina con la finalidad de “proteger la gobernabilidad” del país.

Destacamos la frase “Nunca Más” en el subtítulo, ya que, por un lado, radicaliza lo perentoria del antecedente “Para que Cristina no vuelva [nunca más]”, y, por otro lado, hace una referencia explícita con el libro “Nunca Más” [13] en el que se registran por primera vez los crímenes de lesa humanidad, el tema de los desaparecidos y las políticas de verdad, memoria y justicia desarrolladas en los gobiernos kirchneristas.

Esta remisión acentúa el mensaje de aniquilamiento de CFK representado por su figura en la hoguera.

El subtítulo introductorio “blindar la gobernabilidad” legitima “El pacto” ya que con Cristina “viva”, según el semanario, la Argentina sería ingobernable.


12 De izquierda a derecha aparecen: el presidente de la Corte Suprema de Justicia, Ricardo Lorenzetti, el candidato a presidente por el Partido Justicialista Daniel Scioli, Mauricio Macri, Sergio Massa, exministro de Cristina Kirchner y líder de un sector interno del Partido Justicialista, el sindicalista Hugo Moyano y el CEO del grupo multimedios Clarín, Héctor Magnetto.

13 El Informe de la Comisión Nacional sobre la desaparición de personas. Nunca Más, o simplemente Nunca Más (Buenos Aires: Eudeba, 1984), es una publicación en la que se recogen los testimonios de la desaparición y muerte de más de 8961 personas durante la dictadura militar argentina de 1976-1983.


 

Luego de una primera aproximación al modo cómo opera la construcción  de  la  otredad  y  la explicitación  del  deseo  tanático, analizaremos  más  detalladamente  dos  tapas  en  las  que  los destinatarios del discurso de odio fueron los ex-presidentes de Argentina y Brasil, CFK y “Lula” da Silva respectivamente.

 

6.     ANÁLISIS DEL CORPUS

 

Para el corpus elegimos dos tapas de los semanarios Veja y Noticias que expresan explícitamente el deseo de muerte de Cristina Fernández de Kirchner y Luiz Inácio “Lula” da Silva.

En ellas hay referencias incontestables con personajes míticos de la historia argentina y brasileña, amados por unos y odiados por otros, lo que muestra claramente que, como señala Giorgi (2019), el odio se construye sobre sedimentos de afectos de odio anteriores.

Figura 5. Tapas de las revistas Noticias y Veja: muerte de CFK y Lula.



 

La primera de las publicaciones es una tapa que el editor de la revista Noticias decidió, en el último momento, que no saldría en la portada sino en la parte central dado que era muy fuerte. Es la imagen del rostro de Cristina Kirchner tomada de perfil, recostada, con el mismo foco que una de las fotos del cadáver de Eva Duarte de Perón, “Evita”, luego de ser embalsamado [14]. El título del artículo no deja dudas acerca del luctuoso sentido ilocutivo del enunciado: “¿Muere ella o su relato?”.

 

La elección de esta intertextualidad trae aparejada una simbología perversa, ya que el cuerpo de Eva Duarte de Perón, a la llegada de la dictadura militar que asaltó el poder en Argentina el 16 de septiembre de 1955, inicia un macabro recorrido en el que se lo exhibe como un cuerpo personal del jefe del Servicio de Inteligencia, Carlos Koenig, quien aprovecha para realizar todo tipo de vejaciones.

Luego es trasladado clandestinamente a Italia, con el nombre falso de María Maggi de Maggiolis, enterrado en Milán y devuelto a su marido, Juan Domingo Perón, en Madrid en 1971, profanado y con signos de haber sido mutilado. Sin embargo, aun tendrán que pasar 5 años más para que sus restos descansen en el panteón familiar en el Cementerio de la Recoleta en Buenos Aires.

Por ese motivo, recordar el cadáver de Evita despierta un sentimiento de morbosidad y odio al mismo tiempo en gran parte de la clase media argentina que en 1952 escribió en las paredes “¡Viva el cáncer!”, como se podrá apreciar en la segunda figura de la siguiente secuencia[15]. Recordamos que fue esa enfermedad la que acabó con la vida de la “madre de los descamisados”. Y, al mismo tiempo, de indignación por parte de la otra parte de la sociedad. De hecho, debido a la repercusión negativa de la imagen, la imagen también fue eliminada dela edición en línea del semanario.

14 Para conocer el proceso de embalsamamiento realizado por el médico español Pedro Ara Sarriá, véase “Eva Perón: los últimos 50 años”. Recuperado el 19 de octubre de 2020 de https://guiarte.com/evita/.

15 La intertextualidad se torna aún más sórdida si recordamos que dos años antes de la publicación a Cristina Kirchner le diagnosticaron cáncer de tiroides, pero resultó ser un “falso positivo”. Aun así, la ex-presidenta tuvo que ser sometida a una intervención quirúrgica. Fuente: Rede Brasil Actual. Recuperado el 14 de enero de 2021 de https://www.redebrasilatual.com.br/mundo/2012/01/cristina-kirchner-divulga-exames-na-internet-para- desmentir-uso-politico-de-cancer/

 


Figura 6. Imágenes del cuerpo de “Evita” embalsamado y grafiti festejando su muerte.



 

En el caso de la portada de la revista Veja, el ex-presidente Lula es retratado como una figura negra que se deshace en el fondo rojo, color que lo invade en forma de chorros desde la parte superior de la cabeza hasta la mitad y, al mismo tiempo, parece sangrar como si hubiera sido decapitado.

El fondo rojo hace referencia al color de partido de varios partidos de izquierda en todo el mundo y a la extinta U.R.S.S. No es casualidad que uno de los gritos de guerra más escuchados en las marchas contra el gobierno del Partido de los Trabajadores (PT), entre 2015 y 2016, fuera “Mi/nuestra bandera nunca será roja”, como se puede apreciar en la figura 7.

 

La publicación se enmarca en el contexto político-social de las acusaciones que el ex-juez Sérgio Moro había hecho contra el ex-presidente por los delitos de corrupción pasiva y lavado de dinero en el marco de la operación Lava Jato.  Según la revista, el “mito Lula” se estaría derritiendo y eso es lo que supuestamente “expresaría” la portada.


 

Figura 7. Manifestante con cartel. Manifestación de Fortaleza (CE) del 12/04/2015

 


 

 Fuente: Portal UOL

  

Sin embargo, hay mucho más que se puede leer en este (con) texto.

En primer lugar, como advirtió el politólogo Reginaldo Nasser en su perfil en la red Facebook, se trata de una copia de otra portada de la revista estadounidense Newsweek de octubre de 2011, que retrataba, con el mismo estilo, textura y colores, al ex-presidente libio Muammar Gaddafi, quien gobernó ese país durante 42 años.

Gaddafi fue depuesto, con la ayuda de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte), en uno de los conflictos que formaron parte de las llamadas Primaveras Árabes. Los videos en Internet, que se volvieron virales en ese momento, mostraban a los opositores linchando y colgando al ex-premier africano.

 

La intertextualidad es manifiesta: la misma composición cromática (detalle para las letras blancas de los nombres de los semanarios), los mismos efectos de “derretimiento/desteñimiento”. En el caso de Gaddafi sería de su corporeidad y en el caso de Lula, según la revista brasileña, del “mito” que representa la figura del ex-presidente.


Figura 8. Comparación de las tapas de las revistas Newsweek y Veja.


 


Fuente: Portal PT en la Cámara

 

Esta tapa también fue duramente criticada por parlamentarios y militantes del Partido de los Trabajadores por, precisamente, incitar a la violencia e insinuar el linchamiento de Lula al asociarlo con la figura de otro ex-mandatario asesinado de esa forma.

 

Sin embargo, el título del reportaje principal que anticipa la portada, “Arréstame si puedes”, del periodista Thiago Bronzatto, habla de un Lula que desafía la legalidad y la acción persecutoria de la justicia, lo que nos remite a un mítico prófugo de las fuerzas del orden, también oriundo del noreste brasileño como “Lula” da Silva”: Virgulino Ferreira da Silva, figura popular conocida como “Lampião”.

Virgulino fue asesinado por las Fuerzas Policiales Volantes (cuyos procedimientos, a menudo, eran peores que los de los forajidos a los que perseguía), fue decapitado [16] y su cabeza se expuso primero en las escalinatas de la Municipalidad de la ciudad de Pirañas, en el estado de Alagoas, y luego en el Museo Antropológico Estácio de Lima, en la ciudad de Salvador (Carvalho Ritto, 2017). Recién en 1969, 31 años después de su muerte, los restos de “Lampião” fueron entregados a su familia para realizar el debido entierro.

 


16 Como señala Clovis Carvalho Britto (2017), “Varios personajes emblemáticos de la historia brasileña fueron decapitados, como estrategia ejemplar y didáctica, o como resultado de estudios de antropología física. Los desenlaces dramáticos, aliados a una serie de estrategias, contribuyeron a la mitificación en torno a sus trayectorias. En ese sentido, además de Maria Bonita, Lampião y los nueve bandidos de su banda, son ilustrativas las muertes de Tiradentes, Antônio Conselheiro, Ganga Zumba y Zumbi”.


 

Figura 9. Detalle de la tapa de la revista Veja y cabeza de “Lampião”

expuesta en público.


 


Además, dos cosas hacen que ambas imágenes sean similares: el aplanamiento de la cabeza de Lula (que creemos haber sido hecho a propósito por el semanario) para que se asemeje a la de Lampião cuando fue expuesta en las escaleras.

El otro detalle es el énfasis en la oreja izquierda que se hace en la imagen de Lula en la portada del semanario, que coincide con el protagonismo que tiene la oreja del mítico héroe popular en la foto histórica, lo que nos lleva a concluir que, lejos de ser arbitraria, la composición visual busca activar, rescatar o legitimar la división Brasil vs. Nordeste, exacerbada desde la elección presidencial de 2014 en la que se acusa a los votantes de aquella región brasilera de haber votado macizamente al Partido de los Trabajadores.

De esta forma, la portada del semanario consigue, performativamente, adicionar una nueva capa al anti-petismo (o al menos reavivar los sedimentos de la existente) y reactualizar el odio hacia los nordestinos de Brasil, el que también “desfilaba” en los carteles de las Manifestaciones contra el gobierno del PT (2014-2016) por las ciudades del Sury Sudeste de Brasil e invadía las redes sociales al momento de la publicación de la revista.

 

7.     CONSIDERACIONES FINALES

 

Con este análisis de las portadas semanales pudimos constatar la construcción de un mensaje de odio, sistemático, con el objetivo de menoscabar las imágenes de los ex-presidentes de Brasil y Argentina, sus proyectos políticos y el grupo que ellos representan (kirneristas/ peronistas en Argentina, petistas en Brasil), excediendo en demasía la polarización ideológica que rivaliza con el otro (Van Dijk, 2012) o la polémica que lo excluye (Amossy, 2016).

 

El discurso del odio, como señala Merlín (2019), es parte de la lógica de la guerra -y del periodismo de guerra, según definición de Julio Blanck, periodista argentino de Clarín-, en el que todo vale para aniquilar al enemigo.

Para ello, se (re) produjeron, en las portadas de los semanarios analizados algunas imágenes, con el poder de perdurar en la memoria, de ser reactivadas luego de largos períodos y convocar nuevas experiencias e ideas.

 

Como explica Laura Malosetti Costa: Hay imágenes que no sólo no se olvidan sino que adquieren -con el tiempo- nuevos poderes. El poder de las imágenes, su capacidad para ser veneradas, despertar devociones y sostener creencias, generar violencia, ser odiadas, temidas y hasta destruidas, es algo que parece caer por fuera de la institución “arte”, desbordando sus circuitos y mecanismos de legitimación en las sociedades occidentales modernas (Malosetti Costa, 2013b).


 

Y,  en  clave  de  discurso  de  odio,  se  exhibieron  en  un  lugar privilegiado de los dispositivos de circulación social con el propósito de aniquilar otras imágenes públicas, de simbólica muerte en la hoguera, en la cruz o evocando otros cuerpos inertes (Cristina), o linchados y/o decapitados, como en el caso de Lula.

 

Y todo este odio discursivo, (re)producido y legitimado, fue performativamente articulado al servicio de ciertos propósitos de dominación: contribuir con la salida del poder a quienes no pudieron ganar en más de una década a través del juego democrático y legitimar la feroz persecución judicial de la que son objeto Lula y Cristina en el contexto jurídico- comunicacional del lawfare [17].

 

REFERENCIAS

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Amossy, R. (2016). Por una retórica del dissensus: las funciones de la polémica. In: A. Montero (Org.). El análisis del discurso polémico. Disputas, querellas y controversias (ppág.25-53). Buenos Aires: Prometeo.

Aristóteles. (2000). Retórica das paixões. Prefácio Michel Meyer. São Paulo: Martins Fontes. Austin, J. (1982). Cómo hacer cosas con palabras. Palabras y acciones. Barcelona: Paidós.

Bielsa, R.; Peretti, PÁG. (2019). Lawfare: guerra judicial-mediática. Desde el Primer Centenario hasta Cristina Fernández de Kirchner. Buenos Aires: Ariel.

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Blanco, R. C. H. C.; BERTI, N. (2019). Right-Wing Populism in Latin America: Self-Interestover Social Welfare. In: Global Dialogue. Vol. 9, No. 1, 47-49.

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17 La traducción más aceptada de este término legal compuesto en inglés es “guerra judicial” o “guerra legal”. Nuevamente la lógica amigo-enemigo señalada por Merlín (2019).


 








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