17 AGOSTO
2023·
EL
ESTILO ENERGÚMENO EN LA COMUNICACIÓN POLÍTICA
Fernando Buen Abad Domínguez*- La Jornada, México
Por su
tradición de lucha, sus logros en educación y cultura, sus enormes
contribuciones humanistas, científicas y culturales, sorprende y duele que en
Argentina prosperen las antípodas del espíritu nacional y popular que más los
ha inspirado y movilizado.
Le llamaron
algunos la Atenas de América y no es falso que en las décadas
recientes sus avances económico-políticos la hicieron referente obligado para
no pocos frentes de lucha. ¿Qué pasó? ¿Qué pasa?
El presente
argentino está enjaulado por el Fondo Monetario Internacional, que entregó
un crédito obsceno a un no menos obsceno ex presidente de la derecha.
Está
Argentina atrapada en los estragos de la pandemia, los efectos de la guerra y
una de las peores sequías de la historia.
Y
especialmente está atrapada en una muy débil y errática capacidad de
comunicación.
Paradoja de
paradojas en un pueblo cuya cultura de comunicación ha sido baluarte.
Y está
atrapada por el capitalismo que le recorre las venas abiertas de una economía
que no logra ser soberana.
Por eso son
más odiosas las formas y las ideas que se imponen con el protagonismo de la
derecha y sus candidatos.
A todos nos
reclama una autocrítica profunda porque esto ocurre en todas partes, en
nuestras propias narices y pudiera conducirnos a un infierno de saqueo y
explotación recargados por el estilo furibundo de la avaricia más depredadora.
Expliquémonos
por qué en esa actividad, de la economía y la política, que debiera ser de
razonamiento colectivo profundo, para resolver problemas de todos,
algunos políticos se hicieron exitosos gritándonos con histrionismo
ridículo, falacias, impostaciones, exageraciones y ofensas.
La exaltación que
juega un papel recurrente, como ingrediente, no surte efecto en todo, ni
siempre, y sabemos que una pieza oratoria jamás debe ser espectáculo monocorde,
con berrinches pequeñoburgueses, convencidos de que así llaman la atención y
conmueven a los interlocutores.
Pataletas
infantiles ahora convertidas en éxitos electorales.
Cómo se
impuso una insoportable moda discursiva, que se repite tercamente en la
demagogia electorera, para someternos a episodios de palabrerío exaltado,
inyectado con iracundia falsa y gesticulaciones ripiosas.
Trump,
Bolsonaro, Milei y muchos más. ¿Quién les dijo que así entendemos mejor?
Ha dedicado
la derecha, sin freno alguno, recursos a granel para formar ejércitos
de predicadores del odio de clase cuyo eje semántico primordial es
oponerse a todo lo que implique voluntad social organizada.
Van con
furia contra el Estado, vociferan rabias teóricas contra los impuestos,
despotrican con rayos y centellas y disparan rencores y repudios contra todo
sentido de comunidad que no sea el de ellos y que no sea para beneficiar a sus
negocios.
La agenda
oculta de los iracundos y los odiadores no es otra cosa que la aceleración del
saqueo de materias primas y la esclavitud laboral eternizada.
A precio de
represión inclemente y desapareciendo todos los derechos sociales ganados.
Contra todo
pronóstico, en algunos países el modito energúmeno de sus políticos
pasa por ser creíble y distintivo de clase.
Se inspiran
en las rabietas patronales, en el efecto del regaño del jefe que pone
más énfasis en la ira del dueño que en el problema al que alude.
Se trata
del histrionismo burgués que sirve para humillar a quien escucha mientras
parece que realmente le preocupan los problemas y las calamidades sociales.
Fingen
enojos de ocasión para mentirse y mentirnos.
Se
conturban y se contorsionan al ritmo del palabrerío inflamado con adjetivos y
denostaciones.
Miran fijo,
fruncen el ceño, se frotan las manos y se alisan el pelo… sabiendo que los
siguen las miradas, las cámaras y los micrófonos que son su público y
su alter ego en el acto de onanismo dedicado a sí mismos en clave de
furia moralista.
¿QUÉ CALDO
DE CULTIVO IDEOLÓGICO ES NECESARIO PARA EL ÉXITO DEL ESTILO
ENERGÚMENO?
Sin un
grado avanzado de individualismo es imposible la demagogia histriónica.
Es
necesaria mucha antipolítica floreciendo a sus anchas en la historia de cada
pueblo y es condición necesaria el despliegue triunfante de los ejércitos
mediáticos especialistas en desmoralizar a todo aquello que suponga
participación colectiva para la resolución de los problemas sociales. La forma
derrotando al fondo.
No se puede
ser simplista, no se debe.
Los éxitos
del individualismo son confluencia multifactorial desarrollada durante mucho
tiempo, en escalas múltiples y presentaciones diversas.
Es un
trabajo meticuloso, y en red, al que le toma tiempo y gastos envolver a sus
víctimas con una telaraña donde la epopeya es obra de la pura
voluntad personal, de la pura estética del odio a lo colectivo y la moral de la
clase dominante experta en atacar todo indicio de organización en las bases.
Su éxito es
la confluencia del trabajo sistemático de la dominación ideológica en las
casas, las escuelas, las oficinas, las iglesias, los estadios deportivos… donde
la resolución de los enigmas vitales tiene por eje y dogma al individuo solo
frente a su destino.
En las
victorias del individualismo está el escenario de una lucha sorda muy desigual que
lleva ventajas por décadas y presupuestos financieros a mansalva.
No es
posible un individualismo exitoso sin toda la obra ideológica
monumental mass-media del cine, la literatura, las artes y las
religiones… que dan contexto y clima a las vociferaciones iracundas de sus
mesías.
Han sido
décadas asaltadas por un plan de destrucción sistemática contra el sentido de
la vida en comunidad. Contra la organización de las comunidades.
En nuestras
narices han operado con total impudicia e impunidad los artífices
trasnacionales y sus cómplices de cabotaje, para hacer posible el surgimiento
de sus catalizadores energúmenos operando como fuentes de odio
y descontento, capaces de seducir hartazgos, desconsuelos, decepciones o
revanchismos y convertirlos en votos suicidas. La víctima que vota por su
verdugo.
……………………………..
*Director del
Instituto de Cultura y Comunicación y Centro Sean MacBride. Universidad
Nacional de Lanús,
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