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viernes, 17 de noviembre de 2017

ULRICH BECK - UN NUEVO MUNDO FELIZ. LA PRECARIEDAD DEL TRABAJO EN LA ERA DE LA GLOBALIZACIÓN», DE U. BECK / PEDRO A. GARCÍA BILBAO - LIBRO --- POSIBILIDADES DEL TRABAJO REMUNERADO --- FIN DEL TRABAJO NO ES SOCIEDAD DEL OCIO --- PRECARIZACIÓN MASIVA --- INSEGURIDAD SISTEMÁTICA EN EL EMPLEO --- PROLIFERACIÓN DEL SUB-EMPLEO --- MARGINALIZACIÓN --- PELIGRO PARA DEMOCRACIA LIBERAL

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RESEÑA: UN NUEVO MUNDO FELIZ. LA PRECARIEDAD DEL TRABAJO EN LA ERA DE LA GLOBALIZACIÓN», DE U. BECK / PEDRO A. GARCÍA BILBAO - Posted on 2011/07/06

Reseña: Beck, Ulrich, Un nuevo mundo feliz. La precariedad del trabajo en la era de la globalización,Paidós, Barcelona, 2000. - Ulrich Beck, sociólogo del siglo XXI

Desde la publicación en los años 80 de su archifamosa La sociedad del riesgo, Ulrich Beck se ha convertido en uno de los sociólogos contemporáneos cuya obra ha de ser seguida de cerca si deseamos un conocimiento sereno sobre los cambios y tendencias que afloran en la sociedad contemporánea.

Beck, catedrático en la London School of Economics y director del Instituto de Sociología de la Universidad de Munich; no solamente dispone de un observatorio profesional de primera magnitud como supone su presencia en tan prestigiosas instituciones, Beck se muestra dispuesto a emplearlo en su tarea de sociólogo de la sociedad postindustrial con independencia demostrada.

Esta observación es más que procedente, sobre todo si observamos el creciente compromiso político del propio director de la London School of Ecomomics, quien ha pasado de prestigioso sociólogo a ditirámbico ideólogo de la llamada Tercera Vía del neolaborista Tony Blair.

La línea de trabajo que Beck está siguiendo difícilmente le proporcionará un título de nobleza, como a su colega Dahrendorf, o unas excelentes relaciones con el poder instituido y receptividad asegurada en los mass media, como ocurre con su jefe A. Giddens; nada de esto parece preocuparle, quizá porque los aciertos de sus trabajos no han de medirse por su capacidad para legitimar situaciones de dominación o para servir de fondo a las políticas del poder instituido.

Beck se dedica a la realidad del impacto social de la mundialización, a las transformaciones de la sociedad contemporánea y a los cambios en la estructura del trabajo inducidos por las nuevas tecnologías; en tales empeños procede incorporar al debate las características especiales del sistema socioeconómico imperante, el capitalista, y los elementos politico-ideológicos que lo sustentan; tarea esta que Beck, como Inmanuell Wallerstein, como André Gorz, Enmanuell Todd o Vivian Forrester y Richard Sennett o no rehuyen.

En Un nuevo mundo feliz, Beck expone con claridad que las sociedades democráticas occidentales -y en realidad el viejo proyecto ciudadano de la Ilustración- se basaban en las posibilidades que el trabajo remunerado ofrecían al ser humano para subvenir a sus necesidades por si mismo y devenir ciudadano con capacidad y posibilidad de participar en la vida política y social; está situación, que resolverá buena parte de sus antiguas contradicciones durante el siglo XX merced a Keynes y la aparición del Estado de Bienestar, se encuentra en grave riesgo.

El fin del trabajo (por emplear la conocida expresión de Rafkin), en una sociedad con valores capitalistas o neoliberales puros, no será igual a la sociedad del ocio, por el contrario, unido a la precarización masiva, la inseguridad sistemática en el empleo y la proliferación del subempleo, supone un gravísimo riesgo de marginalización de buena parte de la población y hasta pone en peligro la subsistencia de la democracia liberal tal y como la conocíamos.

Estamos ante la amenaza de una brasileñización de la sociedad europea (si empleamos la terminología de Beck) o una deriva a la americana (deriva que se ocupa de caracterizar convenientemente).

Beck introduce el concepto de trabajo cívico y propone la necesidad de rastrear su presencia y apoyar su extensión; la obra incluye una serie de variables posibles de evolución social en la sociedad postindustrial actual.

Se completa el libro con una serie de colaboraciones que analizan el fenómeno del trabajo en la sociedad norteamericana actual, en el tercer mundo y en las sociedades asiáticas.

Junto con La sociedad del riesgo y ¿Qué es la globalización?, Ulrich Beck ha conseguido en Un nuevo mundo feliz. La precariedad del trabajo en la era de la globbalización, una nueva obra imprescindible en la sociología contemporánea.
Pedro A. García Bilbao URJC

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Según el famoso sociólogo Ulrich Beck, el futuro del trabajo en Europa se puede ver ya materializado en Brasil. Y no se trata de una afirmación hecha a la ligera: su pronóstico es que, en muy pocos años, tan sólo uno de cada dos empleados tendrá un puesto de trabajo fijo a tiempo completo. La otra mitad, continúa afirmando, deberá arreglárselas batallando con las más precarias condiciones laborales. De este modo, es evidente que los cimientos del Estado asistencial y de la propia democracia están corriendo un grave peligro. Pues bien, la tesis de Beck es que no sirve de nada aferrarse al pasado, que necesitamos un nuevo modelo social capaz de recoger el testigo de la actual sociedad laboral, cada vez más deteriorada. Y su gran desafío para el futuro es afirmar que nuestra gran oportunidad reside en una sociedad civil realmente comprometida y empeñada en conseguirlo. Finalmente, las colaboraciones finales dan cuenta de cómo ha evolucionado el concepto de trabajo en los Estados Unidos, cómo transcurre la jornada laboral de una campesina africana y cómo también en Asia la cultura del trabajo está experimentando grandes cambios.



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Un nuevo mundo feliz (Ulrich Beck)


Beck es una estrella de la sociología que, entre sus conceptos favoritos, maneja el de riesgo global.
En este caso, ha aplicado ese mismo concepto al futuro del mercado de trabajo en un entorno de globalización y, como era de esperar de Beck, le ha salido una obra brillante aunque haya puntos que puedan ser discutibles.
Beck analiza la situación actual con países como China avanzando a una gran velocidad y preguntándose que le espera al “estado del bienestar” europeo y qué va a pasar cuando el desempleo no sea una cuestión de gente no cualificada sino que incluso personas muy cualificadas puedan verse en una situación de precariedad permanente.
Como casi siempre ocurre con Beck, tiene un ojo sumamente certero para el diagnóstico pero la solución queda mucho más en entredicho. Para muestra, un botón:
Hace referencia a las centrales nucleares y a cómo éstas pueden funcionar con un número mínimo de personas en relación con otros tipos de energía. De aquí, Beck concluye que es mejor optar por otras fuentes de energía que crean más empleo.
Hace unas pocas semanas, Manuel Pizarro, presidente de Endesa, era preguntando sobre los efectos de una política de desaparición de la energía nuclear y su respuesta se podía comparar fácilmente con la de Beck: Pizarro explicaba que la energía de origen nuclear era mucho más barata que otras fuentes alternativas y que, si alguien optaba por el cierre de las centrales nucleares, tenía que explicar también que la energía iba a ser mucho más cara con los efectos consiguientes en el bolsillo y en la competitividad.
Son muchas las actividades donde un 50% de los costes son precisamente los costes laborales y, por tanto, la opción de “creación de empleo” que promueve Beck puede ser llamada sin temor a equivocarse “ineficiencia planificada”. ¿Dónde nos lleva esa solución?
Es cierto que muchos países han comenzado ofreciendo mano de obra barata e, incluso en ese caso, hay que matizar que siempre ofrecen algo más. Si el motivo para llevarse una actividad a un país fuera siempre la mano de obra barata, todas las fábricas del mundo estarían en África. ¿Por qué no están allí? Porque, además, se busca una seguridad institucional y eso en África es algo que, con la excepción de Sudáfrica, es prácticamente imposible de encontrar.
Esos países que han comenzado ofreciendo mano de obra barata, poco a poco, se han ido introduciendo en actividades más cualificadas dando lugar a la situación que denuncia Beck: La precariedad, incluso en el caso de profesionales de una elevada cualificación.
Hasta ahí, de acuerdo pero ¿funciona la receta de Beck? ¿La solución está en optar por formas de energía -por seguir con el mismo ejemplo- que consuman más mano de obra y, por tanto, sean más costosas para sus consumidores? ¿Dónde nos lleva esa solución?
Curiosamente, nos lleva al mismo sitio. La precarización en el mundo occidental se produce porque nuestros costes son más altos y cada vez son más difíciles de justificar por una diferencia en la cualificación. ¿Se soluciona el problema introduciendo aún mayores costes?
No hace mucho tiempo, IBM vendió su división de ordenadores portátiles que pasaron a llamarse LeNovo y a ser íntegramente fabricados en China. Si nos vamos a los automóviles, encontramos que los japoneses se acercan a los alemanes y los coreanos a los japoneses y, dentro de poco, previsiblemente los chinos se acerquen a todos ellos. ¿Vamos a resolver ese problema aumentando aún más los costes de lo producido en Europa o U.S.A.?
La denuncia es fácil; la solución no lo es. Siempre tendremos águilas que, so pretexto de universalización de los derechos del trabajador, pretendan que otros países mucho más baratos, tengan las mismas prerrogativas que existen en el mundo occidental y, de esta forma, evitar que sean competitivos. Baste con recordar los famosos CFC y cómo su efecto sobre el agujero de ozono salió oportunamente cuando ya había una tecnología sustitutiva que aún no era accesible a países como India o China que empezaban a ser unos competidores peligrosos.
¿Pueden ser los sindicatos un factor importante para evitar las deslocalizaciones? Difícilmente; las trabas que se ponen al que se quiere marchar son cuidadosamente observadas por el que está pensando en venir y toma nota. ¿Tienen algo que ver las amenazas desde ámbitos políticos y sindicales a las empresas que se marchan con la reducción de la inversión extranjera en España? Probablemente sí aunque no es ésa la única opción y la exhibición de intervencionismo que se está produciendo tampoco suele ser del agrado de los inversores potenciales.
La solución no es fácil y la situación actual es criticable pero la propuesta de Beck tampoco pone las cosas mejor. A lo mejor tenemos que acabar recordando que el concepto mismo de “puesto de trabajo” nació en la Revolución Industrial y tenemos que hacernos a la idea de que todos somos vendedores permanentes de un producto que somos nosotros mismos. Si así fuera, la vida no iba a sernos más cómoda pero ¿hay otra opción? El “fundamentalismo de mercado”, por usar la expresión de Soros, no funciona pero la receta de Beck tampoco. (PUBLICADO POR "FACTOR HUMANO")


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Ulrich Beck estudió Sociología, Filosofía, Psicología y Ciencia Política en Friburgo y Munich. Fue profesor en Münster, en la Universidad de Bamberg y desde 1992 en la Universidad Ludwig-Maximilian de Munich. También impartió docencia en la Universidad de Gales en Cardiff y en la London School of Economics. Fue editor de la revista Soziale Welt y miembro de la Comisión para el Futuro de los gobiernos alemanes de Baviera y Sajonia. Fue investido Doctor Honoris Causa por la UNED y por la univerdad Jyväskylä de Finlandia. Beck estudió aspectos como la modernización, los problemas ecológicos, la individualización y la globalización. 

En los últimos tiempos se dedicó  también a la exploración de las condiciones laborales en un mundo de creciente capitalismo global, de pérdida de poder de los sindicatos y de flexibilización de los procesos del trabajo, una teoría enraizada en el concepto de cosmopolitismo. 

Beck contribuyó también a la creación de nuevos conceptos, como el de "sociedad del riesgo" y el de la "segunda modernidad".





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