ANTEDILUVIANISMO
LABORAL
28.05.2016 07:00
h. - Por Mario Martín Lucas
La RAE no reconoce
la palabra “antediluvianismo”, pero sí su raíz antediluviano, con un
significado de “anterior al diluvio universal” y a esa época parecía
retrotraerse el Sr. Rosell, presidente de la patronal empresarial, CEOE, al
afirmar que el “trabajo fijo y seguro es un concepto del siglo XIX”.
Reivindicando con
ello que lo que ocurría allá por el inicio de la centuria del 1800 son las
prácticas que forman parte de su visión en las relaciones entre patronos y
trabajadores: desregulación laboral total, trabajo infantil, jornadas de
trabajo de doce a quince horas, siete días a la semana, despido no regulado,
sin posibles contingencias para las ausencias (ni, por supuesto, por
enfermedad), etc…
El siglo XIX,
efectivamente, vio como se promulgaba el Decreto CCLXII (1813), por las Cortes
de Cádiz, que abolió el sistema gremial y reconocía el pacto de las condiciones
laborales, en un marco de igualdad, entre demandantes y oferentes del factor
trabajo; además el decreto Benot (1873) limitó el trabajo infantil,
prohibiéndolo en casos de menores de 10 años, así como las tareas peligrosas a
los menores de 16 años por la Ley del 26 de julio de 1878.
Es posible que esos
avances de hace doscientos años sean demasiado exigentes para la visión del
sucesor del Sr. Díaz Ferran al frente de la CEOE, quien, quizás, añore
situaciones como la de los esclavos que recogían algodón al sur de los Estados
Unidos antes de la Guerra de Secesión, o, mejor aún, como en el siglo XVI, cuando
los campesinos estaban vinculados a trabajar la tierra de los señores feudales,
derecho de pernada incluido.
Y por qué no
retrotraerse aun más allá en la historia de los tiempos y reivindicar el modelo
laboral vigente en la época del Impero Romano, ahí sí que el trabajo fijo
estaba garantizado para toda la vida, y además con comida y ropa incluida….¡que
tiempos y que modelos!
El sociólogo y
filósofo Zygmunt Bauman desarrolló el concepto de la “modernidad líquida” para
explicar cómo lo que creíamos sólido se ha licuado, especialmente la
estabilidad de la clase trabajadora, dinamitada para siempre con la creciente
desregulación laboral. En la cual, en España, han participado todos los
presidentes de Gobierno desde la transición, hasta llegar a la aniquilación
definitiva de la protección del factor trabajo que ha supuesto la Reforma
Laboral impuesta por Mariano Rajoy a los españoles.
La crisis que
vivimos, primero financiera, después económica y finalmente ética y social, se
ha utilizado como coartada para proceder a un reparto de la riqueza que ha
acrecentado la desigualdad, hasta llegar a ubicar al 39% de los españoles en el
umbral de la pobreza.
En esa materia ya sí
que nos han retrotraído al siglo XIX, aunque aún hay más margen para llegar a
la época antediluviana en materia de derechos laborales que parece preconizar
el Sr. Rosell.
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