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domingo, 3 de agosto de 2025

LA ERA DE LA ESTUPIDEZ - RENUNCIA MORAL AL PENSAMIENTO CRÍTICO - por: PABLO CARAMELO - REDES SOCIALES - LA IDEOLOGÍA REEMPLAZA AL ANÁLISIS EMPÍRICO -

 

RENUNCIA MORAL AL PENSAMIENTO CRÍTICO

LA ERA DE LA ESTUPIDEZ 

 

La Teoría de la Estupidez, desarrollada en el ascenso del nazismo, ofrece un marco conceptual potente para analizar fenómenos políticos y económicos contemporáneos. Por ejemplo, para analizar las razones de una obediencia ciega a narrativas simplistas.

 

Por PABLO CARAMELO

3 de agosto de 2025 - 00:01 publicó:” Pagina 12”

Un hombre con un micrófono en la mano

El contenido generado por IA puede ser incorrecto. 

 

REDES SOCIALES

 

La Teoría de la Estupidez, desarrollada por el teólogo alemán Dietrich Bonhoeffer en el contexto del ascenso del nazismo, ofrece un marco conceptual potente para analizar fenómenos políticos y económicos contemporáneos.

 

Bonhoeffer, en sus escritos desde prisión y antes de ser ejecutado por los nazis en 1945, definió a la estupidez

“no como falta de inteligencia, sino como una renuncia moral al pensamiento crítico, una adhesión acrítica a consignas y una susceptibilidad a la manipulación por parte del poder, impulsada por la obediencia ciega a narrativas simplistas y la presión social.

 

Este fenómeno se propaga en contextos de poder concentrado tanto de regímenes autoritarios como populistas que lo fomentan para consolidar su control.

 

Este abordaje cuadra perfectamente con diversos fenómenos actuales como

--- el denominado concepto de posverdad,

--- la viralización de fake news y

--- la adhesión irreflexiva a líderes que simplifican problemas complejos y ejecutan medidas económicas dolorosas que son apoyadas por diversos sectores sin tener en cuenta sus consecuencias devastadoras a largo plazo.

 

El escenario político actual tanto a nivel local como internacional se encuentra caracterizado por discursos disruptivos, con una polarización extrema y una base electoral que exhibe rasgos de lo que Bonhoeffer llamó la peligrosidad de la estupidez, en referencia a la incapacidad de cuestionar narrativas dominantes, incluso cuando estas contradicen muy evidentemente la realidad económica y social.

 

Lo que Bonhoeffer sostenía es que, a diferencia de la maldad, que puede ser confrontada con argumentos o normas institucionales, la estupidez es inmune a la razón, ya que los hechos que contradicen los prejuicios son ignorados o descartados como irrelevantes.

 

De este modo, la estupidez es impermeable a la conciencia intelectual, a la corrección política y a la capacidad de cambio, lo que se amplifica en grupos, donde la presión social y el conformismo refuerzan comportamientos irracionales, a menudo con consecuencias catastróficas.

 

La estupidez se torna de este modo como una condición mucho más arraigada que la ignorancia, se erige en efecto, como la incapacidad de tolerar nuevas ideas o distintos puntos de vista.

 

No solo es falta de conocimiento, es incluso el activo rechazo a la posibilidad de aprender o evolucionar. Es el apego a creencias incomprobables y el rechazo al desafío intelectual que pudiera confrontarlos con descubrimientos incómodos o desafiantes. Es en definitiva la abdicación a la responsabilidad.

 

Las estructuras de poder refuerzan estos comportamientos premiando la obsecuencia o conformidad y castigando el pensamiento independiente.

 

Las redes sociales, algoritmos y “echo chambers” permiten viralizar consignas sin matices, creando una comunidad digital que repite sus mensajes sin cuestionar, en un comportamiento similar a la “ceguera colectiva” que describió Bonhoeffer. Esto crea un loop de ignorancia, del cual es difícil escapar y que empodera al poder frente a alternativas críticas.

 

Esta dinámica crea un ambiente donde las decisiones son cada vez más irracionales o incompetentes. La estupidez en este contexto se vuelve una herramienta potente para la perpetuación de la represión, la injusticia y la crueldad.

 

La paradoja de Bonhoffer revela así la idea de que aquellos que se aferran a la estupidez, o se rinden frente a ella, pueden ser más peligrosos que aquellos que actúen con maldad deliberada o manifiesta intención de daño.

 

La falta de pensamiento crítico, la incapacidad de preguntar o repreguntar y la resistencia al crecimiento intelectual se constituyen como agentes de gran potencia de la degradación política y social.

 

En un mundo donde el pensamiento crítico y la reflexión se encuentran severamente amenazados, el aporte de Bonhoeffer se vuelve una importante advertencia en contra de los peligros que la estupidez conlleva y las desastrosas consecuencias que puede desatar en una sociedad.

 

En un sentido similar, el filósofo y matemático británico, Bertrand Russell (1872-1970), abordó el problema de la estupidez vinculándola con la arrogancia, la falta de autocrítica y los peligros que supone para la sociedad.

 

Russell observó que “el problema del mundo es que los estúpidos están seguros de todo, mientras que los inteligentes están llenos de dudas”.

 

Esta idea subraya cómo la ignorancia suele acompañarse de una seguridad dogmática, mientras que el conocimiento genuino genera humildad intelectual.

 

Russell también sostenía que la estupidez

… no es solo falta de inteligencia, sino una renuncia a ejercer el juicio crítico.

En este sentido advertía que

… “el hecho de que una opinión sea ampliamente aceptada no prueba que no sea absurda”.

Lo cual constituye una severa crítica

… al pensamiento mágico, donde la ideología reemplaza al análisis empírico.

Un plan que destruye el tejido social sin garantizar un futuro mejor no es audacia, sino insensatez.

 

Russell argumentaba que la estupidez, particularmente en la arena de la política, frecuentemente triunfa sobre la inteligencia. Y esto juega un rol fundamental en la determinación del curso de la historia.

 

Russell criticaba la tendencia social a aferrarse a ideas simples en lugar de priorizar razonamientos lógicos y responsables sobre cuestiones complejas. De este modo, la estructura social no solo tolera la estupidez, sino que la premia, penalizando el pensamiento crítico. Así, temas de gran complejidad son abordados con eslóganes breves y lecturas superficiales que en lugar de solucionar los complejos problemas sociales, los agravan.

 

El resultado es una sociedad donde los individuos son atraídos por narrativas que prometen certeza y simplicidad, en lugar de afrontar los complejos desafíos de la realidad.

 

Russell destaca aquí la comodidad o falsa seguridad que el individuo encuentra en las respuestas sencillas, como contraposición al desafío e incomodidad que el pensamiento crítico implica.

 

Este fenómeno es amplificado en nuestros días con la interacción entre los medios de comunicación masiva tradicionales y las redes sociales donde las noticias falsas y las simplificaciones sobreabundan. Esto genera espacios donde los usuarios sólo acceden a contenidos que refuerzan sus ideas previas. 

 

El pensamiento crítico individual es reemplazado así por un pensamiento grupal o colectivo construido a partir de información falsa o incompleta, meticulosamente diseñada en favor de los encumbrados sectores de poder que financian estos mecanismos con cuantiosos recursos. 

 

Los seres humanos son eminentemente criaturas sociales que necesitan pertenecer y ser aceptados por un entorno, así estos grupos de interés político crean ambientes donde la racionalidad o los razonamientos complejos e independientes son desalentados o incluso penalizados con el rechazo, el aislamiento o la expulsión.

 

Esta marginalidad a la cual es sometido el pensamiento crítico no es un fenómeno inocuo, sino que es un poderoso mecanismo que refuerza las estructuras de poder vigentes, el cual se cimienta sobre una estructura social en la cual las ideas simples o poco elaboradas se expanden con mayor velocidad y efectividad, dado que requieren una energía o esfuerzo menor para su compresión, erosionando la capacidad colectiva de reflexión y análisis.

 

Como alternativa, tanto Bonhoeffer como Russell sostenían que la estupidez solo puede superarse mediante un acto de liberación, tanto interno como externo, que permita a las personas recuperar su capacidad de pensar críticamente.

 

En el contexto económico argentino, esto implica fomentar una ciudadanía informada que exija transparencia, evalúe críticamente las políticas públicas y resista la tentación de adherir a narrativas simplistas.

 

La educación crítica, el fortalecimiento de instituciones democráticas y el diálogo constructivo son herramientas esenciales para contrarrestar la estupidez colectiva.

 

Vivimos hoy una tensión entre la “fe en el líder” y la necesidad de la crítica racional. Como escribió Bonhoeffer “contra la estupidez no hay defensa… excepto la voluntad de no renunciar a pensar”.

 


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