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jueves, 10 de abril de 2014

CORPORACIONES ECONÒMICAS, DEMOCRACIA , PODER JUDICIAL Y VIDAD PRIVADA - Una Breve Historia de las Corporaciones - Por Joel Bleifuss - Publicado en: En These Times magazine, Febrero 1998 - votan con sus billeteras. - relación entre los negocios y el estado. - Los Estados Unidos fueron creados por una empresa - interpretaciones pro-negocio - la intangibilidad de los contratos -calificó a las corporaciones como "personas" -



Una Breve Historia de las Corporaciones - Por Joel Bleifuss - Publicado en: En These Times magazine, Febrero 1998

Las grandes empresas no pueden votar, colocando una boleta dentro de una urna; votan con sus billeteras. 

En el período de la elección 1995-96, empresas y sociedades PACs aportaron  u$s147 millones a  los candidatos que recorren las oficinas federales. 

Los Estados Unidos son uno de las pocas democracias donde esas donaciones son legales. 

La Corte Suprema confirmó el derecho de las empresas a efectuar esas contribuciones. El primer caso fue el de National Bank vs. Bellotti en las campañas electorales de 1978. 

Firmando por la mayoría, el Juez Lewis Powell dictaminó que dar dinero en efectivo para influir en el resultado de una elección "es un una manera de tomar  decisiones  en una democracia, y esto no es menos genuino por el hecho que proceda  de una empresa en lugar de un individuo."

De hecho, de acuerdo con la interpretación mayoritaria de la Constitución, las empresas tienen los mismos derechos que los individuos. 

Éste no fue el primer caso: Las empresas (corporaciones) americanas obtuvieron esta protección en el  siglo 19, cuando la Corte Suprema en una serie de decisiones, definió la relación entre los negocios y el estado. 

Esas decisiones protegieron a las compañías de la regulación gubernamental y así permitieron a las empresas convertirse en la forma predominante de la organización económica.

 [En] el 21 siglo, las ganancias brutas sumadas, de las 200 empresas más grandes exceden el Producto Bruto Interno de todas las naciones exceptuando a las nueve más ricas. 

En este contexto, es importante saber de que manera las corporaciones llegaron a tener tanta influencia en  nuestras vidas cotidianas, y lo que puede hacerse sobre este punto. 

Las primeras corporaciones aparecieron en la Europa del siglo 17, durante los primeros años del capitalismo. En esa época, el gobierno contrató todas las empresas que existían -  les dio una misión pública específica a cambio del derecho formal para su existencia. 

Los Estados Unidos fueron creados por una empresa de ese tipo, la Massachussetts Bay Company que el Rey Carlos I contrató en 1628 para colonizar el Nuevo Mundo.

La práctica de contratar  compañías fue una parte vital del sistema económico mercantil practicada por los poderosos de esa época, Holanda, España e Inglaterra. 

El monarca lo hizo posible permitiéndoselo a los inversores; de esa manera las compañías emprendíeron aventuras que habrían estado más allá de los recursos de una persona, poder reunir su capital. Y a cambio de la autorización para su constitución, las compañías extendieron la riqueza y el poder de su gobierno fundando colonias que les sirvieron a ambos como fuentes de materias primas y como mercados para bienes exportables.

Pero en el  siglo 18, el Iluminismo cuestionó este modelo de organización económica dando prioridad a la idea que los hombres no son por naturaleza súbditos de estructuras feudales sino que pueden   actuar como personas. 

Los revolucionarios americanos, inspirados por nociones radicales de "derechos inalienables" a "la vida, libertad y la  búsqueda de la felicidad," no sólo lucharon por la independencia de la Corona, sino de las corporaciones  que ésta había contratado. 

El  “Partido del Té de Boston”, por ejemplo, se organizó como protesta contra el monopolio del comercio oriental de la British East India Company.

Otro crítico fue Adam Smith, cuya obra “La Riqueza de las Naciones” se publicó en el mismo año que la Declaración de la Independencia

Influenciado por Juán CalvinoSmith sostenía que la riqueza humana y el trabajo eran señales terrenales de la protección de Dios, y así esa riqueza obtenida en una economía de mercado era una expresión de "justicia natural."

Sin embargo, Smith, no pensaba que las empresas formaban parte natural de este orden. Sostenía que las grandes asociaciones comerciales limitan la competencia, y escribió: 

"La afirmación que las corporaciones son más importantes  para un  gobierno más que el comercio, no tiene fundamento."

Al comienzo de la república, los americanos dieron poca importancia a las empresas. En 1787, operaban en los Estados Unidos menos de 40 corporaciones. En 1800, ese número había crecido a 334. 

Como lo habían hecho las empresas  británicas, estas compañías generalmente  fueron contratadas por el estado para realizar funciones públicas específicas, como excavar canales, construir puentes, construir barreras de peaje o proporcionar servicios financieros. A cambio de este servicio público, el estado le concedió  estabilidad, responsabilidad limitada y el derecho de propiedad.

Los fabricantes americanos empezaron a formar empresas sólo cuando el comercio con Europa fue clausurado a raíz del embargo que el Presidente Thomas Jefferson decretó contra Francia y Gran Bretaña de 1807 a 1809,  y durante la Guerra de 1812. Para proveer el mercado interno con productos manufacturados  que antes provenían de Inglaterra, los americanos formaron nuevas compañías para reunir el capital necesario para construir fábricas. 

El ascenso de estas asociaciones - creadas no para cumplir una misión pública, sino para lograr riqueza privada causó un problema legal: ¿Cómo serían consideradas estas nuevas formas de empresas comerciales por la ley?

Esa tarea recayó sobre la Corte Suprema, que en esa época estaba bajo la dirección de John Marshall, un firme federalista de Virginia. 

La Corte del Marshall (1801-1835) creó un mercado nacional eliminando las barreras  comerciales entre los estados. 

Mas tarde estableció un precedente también para las interpretaciones pro-negocio  invocando  la cláusula "cumplimiento de los contratos" de la Constitución (Artículo 1, Sección 10) que dice que "ningún estado debe... aprobar ninguna... Ley que afecte las obligaciones contraídas en los  contratos."

Por ejemplo, en el caso Fletcher v. Peck (1810), la Corte Suprema se negó a permitir a la legislatura de Georgia corregir un mal cometido por una legislatura previa muy corrupta, porque hacerlo arrastraría consigo contratos que se habían hecho de buena fe. 

No todos los jueces estuvieron de  acuerdo con respecto a la supremacía de los contratos. El Juez principal Roger Taney, una persona designada por Andrew Jackson que actuó desde 1836 ~ 1864, intentó mejorar las decisiones de la Corte de Marshall sobre la intangibilidad de los contratos.

En el caso Charles River Bridge contra los Propietarios del Warren Bridge (1837), este Juez dictaminó por la mayoría, 

"La existencia estable de un gobierno no tendría ningún gran valor, si por oposiciones y conjeturas, se desajustaran los poderes necesarios para lograr los fines de su creación; y las funciones para realizar las cuales fue proyectado, fueran transferidas a manos de empresas  privilegiadas."

En los años 1880 y 1890, la Corte Suprema permitió a las Cortes Estatales aplicar los principios de la Corte Marshall en un nivel más importante. 

En esa época, los estados con movimientos Populistas fuertes aprobaron leyes para regular las corporaciones y los nobles ladrones que las disfrutaban. 

Pero las cortes aplicaron la interpretación de Marshall sobre la inviolabilidad de los contratos en  numerosos intentos de regular el mercado del trabajo y proteger el contrato colectivo. 

El poder del capital fue fortalecido aún más por un arma legal imprevisible: la Enmienda 14, que dice que "ningún estado privará a ningún ciudadano de su vida, libertad o propiedad, sin el debido proceso legal..."

La enmienda se adoptó durante la Reconstrucción para proteger a los esclavos recientemente emancipados en el hostil Sur. 

Pero en el caso testigo de Santa Clara County contra Southern Pacific Railroad (1886), la Corte, invocando la 14 Enmienda, calificó a las corporaciones como "personas" y dispuso que California no podía imponer contribuciones a corporaciones distintas a las de los individuos. 

Sostuvo  que, como "personas" legales las empresas también tienen los derechos concedidos por la Primera Enmienda. 

Usando esta definición de empresas como personas, la Corte procedió minimizar una categoría entera de regulaciones estatales.

En 1938, el Juez Hugo Black observó que en los 50 años posteriores a de Santa Clara: 

"menos del 0,5 %  de las  decisiones Judiciales Supremas que invocaron la 14 Enmienda, lo hicieron  en protección de la persecución  negra, y más de 50 por ciento para  pedir que sus beneficios sean extendidos a las corporaciones."

Las empresas sufrieron un retroceso en los años 30, cuando la Gran Depresión puso en tela de juicio la economía del laissez-faire. 

En el caso West Coast Hotel Co. contra Parrish (1937), la Corte redefinió las cláusulas del proceso debido a la 14 Enmienda. 

En una corrección a la Corte Marshall en el fallo Fletcher contra Peck, el Juez Principal Charles Evans Hughes escribió, 

"La Constitución no habla de libertad de contrato. Habla de libertad y prohíbe la suspensión de la libertad sin el  debido proceso legal."

Ese mismo año, la Corte, sacudió los elementos significativos del Nuevo Tratado de Roosevelt aumentados en el Acta Nacional de Relaciones Obreras y legislación de seguro social. 

Como observó el Juez William Douglas en el caso Williamson contra  Lee Optical de Oklahoma (1955): 

"La luz se apagó  cuando la Corte usó la Cláusula del Debido Proceso de la 14 Enmienda para hacer migas las leyes estatales, reguladoras de negocio y condiciones industriales porque ellos podrían  estar... en contradicción  con una línea privada de pensamiento."

Aunque la Corte permita ahora la regulación gubernamental de los negocios, las empresas se han manejado manteniendo los derechos que la Primera Enmienda les concedió en Santa Clara. 

Pocas fueron  las voces de pensamiento esclarecido que se plantearon este pregunta:

¿Deben tener las empresas los mismos derechos que las personas?

Las Corporaciones radicadas en los Estados Unidos manejan un inmenso poder económico y político. Pueden perdurar eternamente. No sienten dolor. Ni  necesitan aire limpio para respirar, agua potable para beber o comida saludable para comer.

Su única meta es hacerse más grandes y más poderosas. En lugar de tratar estas instituciones como si fueran de carne y hueso, el sistema político y legal debe reconocer el hecho que las corporaciones son solamente   una manera en que las personas se organizan para hacer negocios.

No están "dotadas por el creador de derechos inalienables" sino que son criaturas creadas por seres humanos que pueden ser fácilmente eliminadas si dejan de cumplir  una función pública que valga la pena.

Para comenzar a re-instrumentar este proceso, necesitamos destacar lo absurdo que es conceder los derechos de la Enmienda Primera a las corporaciones.

Podemos deducir nuestra inspiración del filósofo inglés del siglo 17 Thomas Hobbes que denigró a las corporaciones como "gusanos en el cuerpo político" y del alumno más destacado de Hobbes: el Rey Carlos II.  

En 1664, los dueños de la Massachusetts Bay Company protestaron cuando Carlos II intentó investigar las operaciones de su compañía. La Corona respondió: 

"El Rey no le concedió su soberanía a ustedes  cuando él los creó como corporación.... Cuando su majestad le dio autoridad sobre los súbditos vivos dentro de su jurisdicción, no los hizo sus súbditos, ni a ustedes su autoridad suprema."

Nosotros debemos estar  instruidos.



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