CASH - NFT: NON-FUNGIBLE TOKENS - CRIPTOMONEDAS
28 de marzo de 2021
Las burbujas en el mercado global se multiplican. Qué son los
NFT, la nueva moda especulativa
LA LOCURA DEL CAPITALISMO TECNOFINANCIERO
Los Non-Fungible
Tokens (NFT) son el más reciente juego especulativo estrella del
capitalismo tecnofinanciero.
Permiten vender desde
tuits hasta jugadas de básquet, desde criptogatos a piezas de arte digitales.
El sistema, basado en
blockchain, parece otra muestra de cómo el capital especulativo se aleja a toda
velocidad de la economía real en busca de ganancias rápidas sin vínculo con la
inversión.
Pagan miles o millones
de dólares para registrarse como "propietarios" de lo que todos
tienen.
Por Esteban Magnani
En el negocio de los especuladores apareció una nueva moda
tecnofinanciera llamada NFT: "Non-Fungible Tokens".
A principios de
marzo, Jack Dorsey,
fundador de Twitter y CEO de la empresa, subastó su primer tuit,
lanzado hace quince años. Allí decía: "simplemente instalando mi
twttr".
De esta forma se sumó
a la moda de ofrecer todo tipo de ¿bienes?, desde jugadas de básquet, a obras
de arte, de criptogatos a discos.
La oferta se monta
sobre una nueva moda
tecnofinanciera llamada NFT: Non-Fungible Tokens.
La palabra "token", de uso habitual en
castellano, simboliza a algo que está en lugar del original, que lo representa,
como un vale o una ficha.
Que no sean "fungibles", en inglés (no
es igual a "fungible" en castellano), quiere decir que no da lo mismo
ese bien que otro como, por ejemplo, sí ocurre entre un billete de cien pesos y
otro de la misma denominación.
La combinación de encandilamiento tecnológico, especulación e
intangibilidad del fenómeno nubla la comprensión.
Incluso las palabras
conocidas deben resignificarse para dar cuenta de él (de allí el abuso de las
comillas en este artículo). Por eso surgen preguntas a cada paso: ¿quién podría
comprar un tuit que todo el mundo conoce y puede leer, reproducir,
copiar?
Mucha gente, incluso
alguien dispuesto a pagar 2,5
millones de dólares.
¿Qué obtiene? Un certificado y un registro en blockchain o
cadena de bloques que funciona como "contrato inteligente" capaz de
registrar de manera inviolable quién es el "dueño" de un
"bien" apuntando a un link donde se "encuentra".
¿Para qué le servirá?
Puede verse como una inversión, en tanto consiga a alguien dispuesto a pagar
aún más por él, o como una experiencia subjetiva muy difícil de transmitir y
justificar ante ojos escépticos.
BLOCKCHAINS
Hace algunos años se
puso de moda una tecnología llamada blockchain o cadena de bloques cuyo ejemplo más difundido
es el bitcoin.
Se caracteriza por
utilizar un sistema criptográfico distribuido
para que distintas personas puedan llevar un registro de los intercambios que
se realizan de ciertos bienes, digitales o no.
De esa manera se puede
saber quién es dueño de qué sin necesidad de una institución central.
El sistema permite que una comunidad registre transacciones de
manera digital y descentralizada en una cadena de bloques inviolables.
Si alguien intentara
fraguar una transacción, el registro en la cadena de bloques lo pondría en
evidencia.
Así se puede impedir
que muchos se atribuyan la propiedad sobre un determinado bien como un bitcoin
o, en este caso, un tuit.
Cabe aclarar que en
términos tecnológicos blockchain es una idea, una combinación de distintos
recursos de límites difusos, más que bitcoin, un desarrollo
tecnológico claramente definido.
Una de las utilidades de blockchain es la creación de contratos
inteligentes (smart contracts). Algunos imaginan, por ejemplo, un
registro de la propiedad descentralizado y validado por la comunidad que
indique a quién pertenece un auto o una casa determinada.
De esa manera
cualquier persona podría corroborar una propiedad sin necesidad de que haya una
institución que lleve ese registro y, por lo tanto, tenga el control sobre él: la
comunidad podría mantenerlo funcionando.
Más allá del
potencial, lo cierto es que blockchain
tuvo mucho de moda gracias a un discurso tecnofílico exagerado
sobre cómo podría transformar
el mundo.
Poco a poco las
promesas se desdibujaron, se encontraron problemas
serios y una, hasta el momento, utilidad interesante pero limitada.
PROPIEDAD
Aún así, como suele
ocurrir cuando la lógica financiera llega con sus millones, las cosas se pueden forzar un poco más.
Eso es lo que ocurre
cuando se ofrece a la venta no solo el tuit de Dorsey, sino también el meme
del gatito Nyan (vendido por
590.000 dólares), algunas jugadas del futbolista americano Rob Gronkowski durante
el superbowl o jugadas
de la NBA.
Para que quede claro:
la compra de la "propiedad" no da ningún derecho sobre esas jugadas: se podrán seguir viendo en
videos y el "dueño" no podrá cobrar regalías por eso. Solo tendrá una
sutil y abstracta "propiedad" de algo que no se puede
"poseer", al menos no tal como se pensaba ese verbo hasta
ahora.
Pero más allá de esta
cualidad subjetiva intangible, estos "bienes" son una tentación enorme para el capital
especulativo ya el que precio que se les de no tiene vínculo con
los costos de su producción: alcanza con que alguien crea que registrar como
propia una jugada de LeBron vale una cifra para que la valga.
Además, el mercado no
podrá producir otras similares, tentado por los márgenes que ofrece: es
que se trata de piezas
indivisibles, únicas (aunque puedan copiarse) y ahí residiría en buena medida
su valor potencial.
Desde cierto punto de
vista, la diferencia entre una encestada magistral en básquet, un bitcoin o el
dinero no es tan grande: lo que
confiere valor a algo es el consenso de que lo tiene.
La diferencia es que
la construcción de ese consenso para estos últimos llevó siglos y hay
instituciones centenarias que lo respaldan, mientras que los NFT no cuentan
siquiera con eso.
CRIPTOGATOS
Si bien los NFT se
pusieron de moda recientemente, el concepto tuvo su origen hace unos años
cuando la empresa AxiomZen lanzó en 2017 CryptoKitties, un juego
que utiliza la plataforma Ethereum para
vender gatos virtuales cuya "autenticidad" estaba garantizada por
criptografía.
Ethereum es la más
utilizada para gestionar blockchains y cuenta con una criptomoneda (ETH) que sirve, por
ejemplo, para comprar uno de esos criptogatos como quien compra figuritas.
Estos ETH también
pueden cambiarse por dinero de uso corriente.
El juego permite la venta de estas mascotas virtuales y su
precio varía según oferta y demanda.
Además se pueden
cruzar para que tengan crías, entonces "nacen" nuevas generaciones de
criptogatos que heredan algunas características de sus progenitores basadas en
un "genoma" de 256 bits donde se registran sus rasgos, desde su color
hasta el tiempo que les lleva estar en condiciones de parir nuevamente luego de
tener cría.
Para darse una idea de
las cifras que se manejan, los de la primera generación se pueden vender por más de 100 mil dólares:
una de sus virtudes, al parecer, es que se reproducen más rápidamente que los
nuevos.
Los más baratos pueden
costar una decena de dólares. Por supuesto todos ellos se pueden subastar.
CRIPTOGATOS
Más
recientemente los artistas se han
interesado por los NFT porque ven en ellos la posibilidad de vender
la propiedad de piezas digitales que circulan libremente por internet.
Hace pocos días un
artista llamado Mike Winkelmann, conocido como Beeple, vendió en 69
millones de dólares, en una subasta en Christie’s, su "Everydays-The first
5000 days", una combinación de fotos tomadas diariamente durante los
últimos 13 años. La obra, por supuesto, puede ser impresa, copiada o mirada
libremente por cualquier persona.
Las obras de arte carecen de un valor intrínseco determinado, por ejemplo,
por el tiempo de trabajo necesario para producirlos. Es, en el mejor de los
casos, su calidad artística lo que determina la demanda y el precio de la
misma.
Es por eso que
muchos artistas abrazan los NFT como
forma de vender algo que en
realidad todos y nadie posee: algunos de ellos pueden vender obras por
unos pocos dólares a amigos, familiares o fans dispuestos a
invertir para apoyarlos.
Esta alternativa para
el arte se utiliza con frecuencia para defender el potencial de los NFT, pero
cabe preguntarse cuánta gente preferirá sumarse a una plataforma y cambiar su
dinero por ETH para apoyar a un
artista en lugar de, como ya se podía hacer, transferir dinero como
donación o a cambio de un póster, un libro o una copia, virtual o no, de la
obra en cuestión.
ESPECULACIÓN
Cuando se pone la lupa
en las cifras millonarias que atrajeron la atención sobre los NFT en estos
últimos meses, resulta difícil comprender qué es lo que está en juego.
Al ver un cuadro
original de Da Vinci en una pared cabe preguntarse si alcanza saber que lo
pintó el artista para justificar los millones gastados. Pero la obra de, por
ejemplo, Beeple, carece incluso de un original por lo que este concepto mismo
pierde su sentido.
De alguna manera hay
quienes quieren (y, sobre todo pueden) pagar miles o millones de dólares
para registrarse como
"propietarios" de lo que todos tienen, aún si eso no le da
ninguna prerrogativa más que poder, justamente, ser (tautológicamente)
propietarios en el sentido más abstracto de la palabra.
Más difícil de
justificar resulta el fenómeno si se tiene en cuenta que la tecnología de Ethereum requiere enormes
cantidades de energía y, por lo tanto, contamina sin producir
ninguna riqueza nueva.
Bitcoin, que utiliza
un sistema similar, ya requiere tanta energía como la
Argentina para funcionar y sirve como ejemplo de los efectos de esta
tecnología cuando se expande.
El concepto de las NFT resulta extraño e invita al escepticismo. Es difícil
determinar si el que paga lo hace por pura especulación o como un
exhibicionista de mal gusto.
Los NFT evidentemente
no son únicos en ese sentido, pero representan una variante nueva de la obscenidad que permite el dinero.
Sin duda existe el
atractivo de la especulación, una
suerte de juego del avión donde la clave es saltar a tiempo antes de que se
estrelle. Al final, alguien se quedará con una propiedad que ya nadie
quiere (¿o no?).
Este tipo de bienes
pueden permitir ganancias desproporcionadas, sin vínculo con la economía real y
sin producir riqueza, situación a lo que está acostumbrado el capitalismo financiero en los
últimos tiempos y que da señales de una volatilidad preocupante, como
demuestran los recientes casos de GameStop o Bitcoin.
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