JORGE ALEMÁN *** FIN DE ÉPOCA *** IDEOLOGÍA [nuevo libro]
17 de abril de 2021
El escritor y psicoanalista publica "Ideología"
JORGE ALEMÁN:
"ESTAMOS CONOCIENDO POR PRIMERA VEZ UN FIN DE ÉPOCA"
Su nuevo libro es la
última entrega de una trilogía. En él desmenuza las consecuencias que derivan
del cruce entre pandemia y capitalismo. En esta entrevista, aparte de adelantar
algunos conceptos clave, revela aspectos personales de cómo transita este momento.
También analiza cómo repercute el coronavirus en el psicoanálisis y en la
producción de pensamiento.
Jorge Alemán acaba de cumplir la "indecente cifra" de 70 años
y espera "desesperado" su turno para la vacuna. En España ya han
inoculado a los menores de 65 y los mayores de 80.
"Una cosa bastante usual en mi vida es caer en
el limbo de los que no son llamados todavía. No me sorprendería que se demore un montón", expresa en
diálogo telefónico desde Madrid. La desesperada espera no detiene la prolífica
producción de pensamiento del autor, quien acaba de publicar un libro muy
atento a los tiempos que corren. Se trata de Ideología.-
Lo que más quiere, lo que más necesita Alemán en este momento es
viajar a la Argentina. Vive en España desde hace 44 años y es la primera vez que
lleva "un año y pico" sin instalarse en su departamento porteño. En
tiempos normales viajaba cada tres meses y pasaba uno en Buenos Aires. Prácticamente
la mitad del año vivía aquí.
"Por suerte está
este libro, que es mi manera de elaborar y resolver estas cosas", define.
Y confiesa: "Me tuve que proponer
muy seriamente alejar la idea de que no iba a poder volver nunca, que
cuando era joven y me exilié en el '76 se me hacía muy presente".
El libro publicado por Editorial
La Página -cuyo subtítulo es "Nosotras en la época. La época
en nosotros"- es la última entrega de una trilogía que incluye los
títulos Capitalismo. Crimen perfecto o emancipación y Pandemónium. Notas sobre el desastre.
La columna vertebral del nuevo material es el concepto de
"ideología", pensado principalmente a partir de la definición
de Louis Althusser.
El escritor revisita
también conceptos de Lacan, Freud y Foucault, entre otros, con el claro
propósito de dilucidar "algunas
consecuencias relevantes que se derivan del cruce entre la pandemia actual y el
capitalismo".
La gracia es que no
sólo desmenuza lo que está ocurriendo, sino que también se anima a esbozar una
propuesta en relación al proyecto de Emancipación, una de sus obsesiones (ver
aparte).
-¿Cómo están las cosas en Madrid?
En España ya van por la cuarta ola...
-Ya no se sabe si esto es el apocalipsis, si va en pequeñas dosis o en algún
momento habrá algún punto de detención. Es todo muy incierto. En cualquier
momento puede aparecer una cepa nueva, las vacunas tienen un tiempo limitado de
efectividad.
Tiene que haber un simulacro de orden porque si no,
inevitablemente, se va a producir el efecto Joker, en cualquier
momento. No sería de extrañar.
La gente tiene que
creer en la vacuna. Hoy en día el
dios, el tótem instalado es la vacuna. Si eso no funciona, chau.
-Explique lo del efecto Joker.
-Sería un estallido general sin que eso tenga una
articulación política ni ningún sujeto histórico ni apunte a ningún
proceso de nada; simplemente una explosión.
El cruce del capitalismo y la pandemia presenta
incompatibilidades estructurales.
El orden capitalista
no es precisamente el más adecuado para establecer reglas de juego en una
pandemia.
¿Cómo combinar, en
definitiva, las exigencias del mercado con las sanitarias?
A cada rato hay
cortocircuitos. Si se cerraran durante dos meses las cosas seguro que habría un
alivio, pero están con que quieren salvar la semana santa, el verano; todas las
tensiones que la prensa denomina economía-salud, pero que en realidad tienen
que ver con que esta pandemia se está desarrollando bajo unas condiciones donde las experiencias
colectivas hace mucho que dejaron de existir.
Ahora hay que
generarlas casi apelando a la responsabilidad individual y colectiva,
categorías bastante endebles por otro lado.
-¿Qué sensaciones, qué emociones lo habitan en esta pandemia?
-Me tuve que proponer muy seriamente alejar la idea de que no
iba a poder volver nunca (a la Argentina), una idea que cuando era joven y me
exilié en el '76 se me hacía muy presente. No sé bien en qué estaba fundada, pero incluso la compartía con
compañeras y compañeros. Nunca más me volvió a ocurrir.
Con la pandemia,
además de que sentí que las balas venían de cualquier lado de nuevo, ahora bajo
la forma del virus, también sentí...
*¿y si no vuelvo más?
*¿Y si no puedo
llegar?
*¿Si no encuentro la
forma de retornar?
Ese aspecto se me
hacía muy duro. Es inevitable pensarlo. Han muerto un montón de amigos y
amigas, y ninguno estaba preparado para esto. Es del orden de una contingencia
fatal.
Había previsto
catástrofes porque el capitalismo se caracteriza por no poder detenerse.
Cualquier advertencia que se le haga no sirve porque tiende a la reproducción
ilimitada.
Uno siempre está
preparado para que en cualquier momento aparezca algo terrible. No obstante
cuando aparece de verdad... esa es la dimensión siniestra: no es que ocurre algo que jamás imaginábamos,
sino que eso que imaginábamos ahora está ahí. Y bajo una forma que no tiene
control. Y que además recrudece en
todos los aspectos de la injusticia mundial, la desigualdad, la tristeza, el
desamparo de muchos seres humanos.
Pero usted me preguntó
por una razón más íntima. La más profunda fue la que me ha hecho pensar en una
especie de segundo exilio. Además, no soporto estar
condicionado por nada. Siempre en todas las situaciones he tratado de decidir
yo. Soy muy impaciente y me cuesta mucho aceptar una situación que está fuera
de mi alcance. Así que estudiaba mil maneras de cómo subir al avión, de cómo
llegar allá, y todas eran bastante infundadas. Las personas razonables que me
rodeaban me decían: "No, Jorge, así no va". Para mi naturaleza esto
ha sido un desafío. Tengo que estar a merced de que me llamen, hacer la cola
con los viejitos como yo y aceptar las reglas del juego.
-¿Considera viajar cuando tenga la vacuna?
-Claro, mi primer
objetivo cuando tenga la inmunidad correspondiente es tomarme un avión. A pesar
de que el panorama allá es bastante... pero bueno, me confío en que teniendo
las dosis que corresponden... claro, también tengo hijos, nietos. Voces alrededor mío que están hartos de lo
que ellos consideran mi irresponsabilidad. En un momento pensé "me voy a
Buenos Aires y me vacuno con la Sputnik". Estoy empadronado allá
también, en la Capital, pero en la Capital se demoró.
-El coronavirus instaura no solo una realidad nueva, sino
también una que muta todo el tiempo. ¿Cómo repercute esto en la producción de
pensamiento?
-Tanto por la
experiencia poética como por la de mi militancia en mi juventud, la relación
con el psicoanálisis y con pensadores como Marx y Heidegger, siempre he tratado de sentir, de experimentar
que hable primero la vida. La experiencia. Escuchar lo que ocurre.
No anteponer, no
intentar encapsular dentro de una teoría lo que sucede, sino dejar que lo que
suceda pueda llegar a ser pensable.
He tenido siempre, y
ahora me parece que eso se redobla con la pandemia, esta actitud.
En ese sentido, no hay
ninguna categoría que quede en pie. Hay muchísimas cosas que habrá que revisar;
habrá que conjeturar y apostar por nuevas lecturas y por la gran experiencia de
lo común.
Esto no se puede hacer
desde uno mismo. Se hace escuchando, conversando, consultando distintas
prácticas.
Es un momento de
articulación de experiencias y prácticas, especialmente si uno quiere seguir
apostando -a pesar de todo lo que tiene de horrible la condición humana y de lo
pavoroso que se ha vuelto este mundo- por un proyecto transformador o de
emancipación.
-Cuando arrancó la pandemia los filósofos occidentales más encumbrados se apresuraron
a augurar el fin del capitalismo. ¿No se genera en un intelectual un
temor nuevo a que las ideas pronto envejezcan en un contexto así?
-Sí, hay que apostar.
Escribí Pandemónium durante la cuarentena, fue traducido en
Italia, aposté. Pensé que al mes el libro quedaba fuera de juego, pero sin
embargo por el desarrollo ulterior que tuvo esto el libro sigue vigente.
Se apresuraron un poco las muchachas y los muchachos que
hablaron del fin del capitalismo porque el capitalismo se reproduce a sí mismo
con Mad max, con un territorio caótico.
No va esa idea de que
las contradicciones internas del sistema lo hacen colapsar. Es una teoría
metafísica. No existe más la idea de que hay tal grado de caos que el capitalismo
es inviable.
No: está precisamente
preparado para seguir como un alien reproduciéndose a sí mismo a través del
caos. Esa es su potencialidad. No necesita del sentido ni de la permanencia,
siquiera de lazos sociales permanentes.
Es un dispositivo cuyo
centro más crucial es la reproducción de sí, su propia reproducción ilimitada e
incesante.
La pandemia ha sido absolutamente capturada por todos los
dispositivos neoliberales del capitalismo y ni siquiera se ha conseguido algo
que no hubiera sido anticapitalista pero sí un principio mínimo de solidaridad:
liberalizar las patentes y establecer una vacunación universal.
Es la vieja historia,
viejísima, de que los países ricos concentran la mayoría de las vacunas.
-¿Hacia dónde vamos?
-No creo que se pueda
responder. No sabemos a ciencia cierta con qué recursos cuentan hoy los seres
humanos para responder a esa pregunta.
Habría que ver si
todavía entre los seres humanos existe alguna razón que permita pensar hacia
dónde vamos o si todo es una deriva de un lado para el otro sin que pueda
mediar ningún proyecto.
-Pareciera que no se puede proyectar ni individual ni
colectivamente. El futuro es incierto.
-Es incierto y a la vez hay una
certeza como no hubo nunca, de que hay un panorama catastrófico.
Antes el futuro era un
interrogante, ahora como no cambien las cosas... es como una especie de imán
que te atrae del futuro hacia un mundo de destrucción.
No va a ser muy
difícil pensar que vendrán catástrofes ecológicas, otras pandemias, que se
producirá un nivel de desigualdad espantosa y que la injusticia y la
desigualdad campearán por sus fueros.
Ya no es tan
enigmático el futuro. En la vida personal de cada uno sí. La gran pregunta es
si los pueblos, la condición humana, los sujetos -son todos elementos que habría
que separar, pero los integro- serían capaces o no de cambiar el curso de las
cosas, el que está teniendo el amo capitalista en su dominio del mundo.
-¿Por qué no se dan discusiones que parecen esenciales, por
ejemplo aquello de la vacunación universal o la causa ambiental del
coronavirus?
-Me parece que no hay tiempo. Otro nuevo problema que se ha añadido es que el
día a día se ha vuelto difícil y urgente, insostenible para los Estados, sobre
todo para aquellos que todavía quieren tener una responsabilidad con respecto a
la población.
Nunca se ha vuelto tan
urgente una gestión. Se gobierna día a día y a la espera de que las cosas de
algún modo vuelvan a entrar en su razón. Pero por ahora está todo fuera de
quicio, entonces esos debates se dan circunstancialmente.
-Algo muy llamativo de estos tiempos es la proliferación de
jóvenes libertarios. Antes se decía que era imposible ser joven y no ser revolucionario.
¿Cómo se explica este fenómeno?
-Ha habido una metamorfosis
en la historia. Todo lo que fue el mayo del '68, que también se podría
caracterizar como "libertario", fue reabsorbido por el capitalismo, y
ahora para esos jóvenes la izquierda es la regulación, la contención, la
planificación, las exigencias sanitarias, lo que sería pertinente hacer o lo
que no se debe hacer, entonces aparece como respuesta una desinhibición. La derecha se ha apoderado de la
desinhibición, se presenta como transgresora. Y el orden ese, libertario, esa representación de la
libertad se inscribe en esto: que el Estado no me imponga condiciones, que no
me obligue a prescripciones sanitarias. Está totalmente separado de todo lazo
social, toda idea de solidaridad, de una libertad compartida socialmente. Es el
colmo del neoliberalismo. Es la iniciativa neoliberal llevada a su máximo
grado.
-Si no se discute lo que podría ser esencial, ¿no retornará
eternamente? Pensando en Lacan y la noción del espectro.
-La diferencia entre esta pandemia y otras
epidemias como fue la del SIDA es que desnudó todas las ficciones del sistema.
Ahora la pregunta es
si se va a hacer algo con eso o no. Si va a existir el famoso freno de mano del
que hablaba Walter Benjamin o no.
Si se tomará conciencia
de que o se encuentra otro modo de habitar la tierra o esto se extingue.
Hay una idea nefasta de mal infinito que introdujo el
capitalismo. Hay una finitud y se puede estar aproximando en todos los aspectos. Ya están los que advierten que
puede haber nuevas pandemias, los que hablan de catástrofes ecológicas serias,
los que vienen teorizando desde hace tiempo con respecto al cambio climático.
Todos esos caminos
conducen a Roma, al capitalismo, porque ninguno de esos aspectos puede ser
tratado verdaderamente a fondo, en sus verdaderas causas, si uno no da cuenta
del sistema en que se han generado.
Este es un sistema que por definición intenta todo el tiempo
satisfacer las pulsiones, incluso a costa de matar el deseo.
Satisfacer las
pulsiones es volver a todo el mundo una especie de consumidor consumido.
De hecho en la
pandemia las pulsiones estuvieron felices. Todo el mundo tomó ansiolíticos,
videojuegos, alcohol.
Es el deseo el que ha
quedado tocado, porque evidentemente no hay vida en los lazos sociales.
-¿Está ejerciendo el psicoanálisis?
-Sí. Estuve muchos
años trabajando en Málaga. Hay algunos de Málaga a los que atiendo por
teléfono. La videollamada no es mi modalidad. Me parece que la introducción de
la imagen no cumple ninguna función. En la experiencia analítica la palabra se
escucha de otro modo. Se escucha en la palabra algo que está en ella y más allá
de ella. Para eso es suficiente escuchar la voz. Aquí en Madrid atiendo no con
la misma intensidad que antes, pero es algo a lo que me dediqué toda mi vida,
me gusta y modestamente siento que lo hago bien.
También atiendo a
algunos psicoanalistas y psiquiatras. Me parece una práctica clave.
-El libro contiene una propuesta para "hacer crujir los
cimientos del capitalismo", a través de modelos ternarios y de
significantes que llenan vacíos. ¿Puede explicarla?
-Pienso
que un proceso transformador exige ciertos anudamientos. Por "anudamiento"
no entiendo la intersección entre tres círculos, sino un instante donde se
anudan distintos tipos de experiencias que afectan en primer lugar a la
comunidad, pasan a la sociedad y, por último, al Estado. Un ejemplo serían las
Madres, que empezaron en la comunidad, pasaron a los organismos de derechos
humanos y después hubo políticas de Estado (con sus demandas). Me inspiro en
Lacan en relación a qué considero un nudo. No está hecho, hay que hacerlo, es una construcción política alternativa
al modo de funcionamiento del capitalismo. El otro nudo que
propongo es el de duelo-memoria-deseo. El neoliberalismo obliga a todo el mundo
a vivir en un presente absoluto. Un proyecto transformador exige siempre la
elaboración de un duelo de experiencias anteriores, en el sentido positivo de
la palabra. El duelo no es sólo un sentimiento de pérdida sino también un
trabajo con esa pérdida. Y lo que siempre tiene que estar en todo proyecto es
la insistencia del deseo. He armado esos nudos como alternativas al desierto
comunitario en que nos obliga a vivir el neoliberalismo, que se caracteriza por
un rechazo al amor por lo común.
El pueblo que tiene que emerger
-¿Dónde está lo común hoy? ¿Las redes sociales son un terreno
fértil o son funcionales a la derecha? ¿Y el pueblo? Horacio González dijo en
una entrevista algo al respecto: "No
sabemos bien qué es el pueblo argentino hoy".
-Yo hablo del
"pueblo-sínthoma". Es un pueblo que tiene que emerger. No está ahí,
dado de antemano.
El nudo
duelo-memoria-deseo se sostiene si aparece el pueblo, pero está siempre por
venir, es lo que falta.
No lo podemos dar por
hecho. No se puede hablar en nombre del pueblo. No pienso sólo lo común en ese efecto secundario que puede estar en las
redes. Está en uno, en cada uno de nosotros. Somos la combinatoria
de distintas voces, pasiones, palabras, y así y todo no somos sólo el resultado
de eso. Hay algo en cada uno de nosotros que implica todas esas voces que nos
precedieron, todo aquello que nos trajo a la vida y al mundo, las experiencias
que nos atravesaron, pero también algo en donde somos absolutamente singulares,
irrepetibles, diferentes.
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