ANÁLISIS DEL MODELO DE LA ECONOMÍA GLOBAL DEL ORGANISMO
FINANCIERO INTERNACIONAL
¿CÓMO PIENSA EL FMI? QUE LA REALIDAD NO MOLESTE A LA TEORÍA
Conocer el marco
teórico en el que se basa el FMI y los supuestos que realiza es fundamental
para comprender de dónde surgen sus recomendaciones de política.
El Fondo ya sabe
cuáles quieren que sean las conclusiones de sus modelos y los construye en
consecuencia. El problema es que las predicciones de sus modelos pocas veces se
ajustan a la realidad.
Las recomendaciones no
cambian: liberalizar el mercado (de bienes, laboral, comercial), reducir el
gasto público y utilizar la política económica sólo en casos puntuales y con
reglas mecánicas y preestablecidas.
Por Pedro Gaite *
El FMI utiliza el Global Integrated Monetary and Fiscal Model
(GIMF) para analizar el impacto de la política económica en los distintos
países.
La teoría económica y la política económica están íntimamente
ligadas, dado que la primera da sustento a la segunda.
El FMI utiliza el Global Integrated Monetary and Fiscal
Model (GIMF), su modelo de la economía mundial, para analizar el impacto de
la política económica en los distintos países.
Conocer el marco
teórico en el que se basa y los supuestos que realiza es fundamental para
comprender de dónde surgen sus
recomendaciones de política.
El FMI fue modificando sus modelos de la economía mundial de la
mano del desarrollo de la teoría económica.
Durante las décadas
del '60 y '70 los modelos macroeconómicos se elaboraron a partir del concepto
de demanda efectiva keynesiano.
En los '70, las
elevadas tasas de inflación socavaron la idea de que la actividad económica
puede crecer de manera permanente a partir de la implementación de una política
fiscal y monetaria expansiva.
Como respuesta el
marco teórico hegemónico fue derivando hacia la micro-fundamentación y las expectativas racionales de los agentes.
Según esta
visión, el comportamiento
colectivo de la sociedad se puede derivar del comportamiento individual,
que es impulsado por el interés propio.
Los agentes reconocen
su fin y los medios para alcanzarlo. Los hogares, por ejemplo, maximizan su
bienestar (eligiendo cuánto tiempo desean trabajar y cuánto dedicar al ocio, o
en qué gastar su ingreso) y las empresas maximizan sus ganancias.
De la interacción de
los distintos agentes surge un equilibrio
general, en el cual la economía se encuentra en pleno empleo.
Si existe desempleo se
debe a distorsiones y rigideces que impiden que el mercado retorne al
equilibrio (impuestos, leyes de salarios mínimos y anti-despidos).
O sea, la intervención del Estado debe ser mínima,
limitarse a casos puntuales porque la economía por sí sola tiende a su producto
potencial.
Esto deriva en modelos profit-led, es
decir que cuanto mayor sea la proporción del ingreso que acaparen los
empresarios, mayor será la inversión y el crecimiento económico.
La idea de que la oferta tracciona a la economía es
el fundamento de la “teoría del
derrame”. Las políticas que incentivan la demanda no tienen ningún
impacto real en el largo plazo.
Estas ideas se
integraron en los modelos de
equilibrio general dinámico estocástico (EGDE), que son los que
dominan la academia ortodoxa en
la actualidad.
Estos modelos incluyen
la posibilidad de que exista incertidumbre sobre el futuro, por eso son
estocásticos. Por lo demás, siguen siendo modelos micro-fundados, con agentes
racionales representativos, profit-led y que ajustan por sí
solos al equilibrio de largo plazo, en el que existe pleno empleo.
CRÍTICAS
La dificultad de los
modelos tradicionales para explicar la crisis financiera internacional de 2008 y la falta de
relación entre sus predicciones y la realidad obligó a revisar la estructura de la modelización.
El desplome de la
producción y el aumento del desempleo difícilmente se puedan explicar por el
cambio de preferencias en los trabajadores, que decidieron dedicarle más tiempo
al ocio, o a rigideces que dificultaron la conexión entre trabajadores y
empleadores.
Las críticas a estos modelos llegaron desde todos los flancos.
+ Olivier Blanchard, quien fue
economista jefe del FMI, reconoció que los modelos EGDE no eran los mejores y
que era necesario recuperar ideas que habían sido abandonadas.
+ Willem Buiter, ex miembro del Comité
de Política Monetaria del Banco de Inglaterra, manifestó que este tipo de
modelos no ofrece pistas sobre cómo funciona la economía y mucho menos en
tiempos de estrés financiero e inestabilidad.
+ El propio Robert Solow, a quien algunos
consideran el padre de los modelos EGDE por sus famosos modelos de crecimiento
de los años '50, dijo que la micro-fundamentación de los EGDE es “microeconomía
tonta y retonta” (dumb and dumber macroeconomics).
+ Paul Krugman, por su parte, ha
afirmado en distintas ocasiones que el viejo modelo IS-LM de la síntesis
neoclásico keynesiana es más potente para explicar la realidad que los modernos
modelos microfundados y con expectativas racionales.
En relación a los
supuestos irreales y a la enorme cantidad de ecuaciones altamente formalizadas
de los EGDE, numerosos economistas han dicho que es mejor estar aproximadamente acertado que precisamente equivocado.
FRICCIONES
En este
contexto, resurgieron muchas ideas
heterodoxas, algunas de larga data:
+ la hipótesis de
inestabilidad financiera de Hyman
Minsky,
+ los modelos
kaldorianos de crecimiento y desigualdad,
+ la importancia de la
política contra cíclica y
+ la regulación del
Estado.
Sin embargo, el FMI continuó basándose en la
micro-fundamentación y la existencia de agentes racionales.
El Global
Integrated Monetary and Fiscal Model (GIMF), que dio a conocer el FMI
en 2013, introdujo una serie de fricciones y supuestos ad-hoc que
buscan darle mayor conexión con la realidad (concentración económica, precios y
salarios pegajosos, costos de ajuste en las variables reales, hogares con vidas
finitas que no ahorran y no tienen acceso al crédito).
Pero, como dijo el
propio Solow, la incorporación de fricciones no hace a este tipo de modelos más
realistas.
En los hechos continúa
siendo un modelo micro-fundado y que arrastra la mayoría de los problemas de los modelos precedentes del FMI.
Más allá del marco
teórico del GIMF, y pese a la incorporación de ciertas rigideces y fricciones,
el modelo tiene una serie de supuestos
que no se ajustan a la realidad, especialmente de economías periféricas.
DISTRIBUCIÓN DEL INGRESO
El FMI le da poca importancia a la distribución del
ingreso. En el GIMF los trabajadores son dueños de las empresas, por lo
que su ingreso se compone de salarios y ganancias. Bajo este supuesto los cambios en la distribución funcional del
ingreso no tienen ningún efecto sobre el consumo y la demanda agregada,
porque en definitiva el ingreso de los hogares no varía (solo cambia su
composición).
Una de las fricciones
que incorporó el GIMF para hacer más realista el modelo es la existencia de dos tipos de hogares
distintos.
Los hogares OLG (por
sus siglas en inglés) tienen capacidad de ahorro y acceso al crédito, mientras
que los hogares LIQ consumen todo su ingreso y no tienen acceso al
crédito.
Sin embargo, el
sesgo profit-led del modelo le quita potencia a este supuesto
porque la conclusión es que independientemente del momento del ciclo económico
en el que se encuentre la economía una política de distribución de la riqueza a favor de los hogares con menor
capacidad de ahorro es perjudicial porque tiene un impacto negativo sobre la inversión.
Por otro lado, la producción aumenta tanto por
un aumento en la competencia de las empresas como de los trabajadores, aunque
el efecto inicial sobre el salario real es el opuesto.
En el primer caso,
éste aumenta producto de la caída en el precio de los bienes y en el segundo
cae por la mayor oferta de trabajo y la reducción del salario nominal.
En realidad, el aumento de la oferta de trabajo no
garantiza inmediatamente una mayor demanda del mismo, por más que bajen los
salarios.
Si la economía no
tiene una demanda efectiva que permita vender la nueva producción, los
empresarios difícilmente decidan invertir y contratar más trabajadores.
Particularmente en
situaciones de crisis y alta capacidad instalada ociosa la flexibilización laboral no suele ser la
mejor manera de reactivar la economía.
Este punto no es menor
si se tiene en cuenta que las
recomendaciones/imposiciones de política económica del FMI en
general se realizan sobre economías periféricas en momentos de crisis:
Argentina en 2001-2002, Grecia en 2009 y la Argentina nuevamente en 2018 son
algunos de los ejemplos más salientes.
SISTEMA FINANCIERO
La modelización del
sistema financiero del GIMF es muy simple. A pesar de haber sido elaborado
luego de la crisis financiera internacional de 2008, realiza algunos supuestos inverosímiles.
La deuda pública es solo poseída por agentes del propio
país, denominada en moneda doméstica y con vencimiento en un período.
El único activo que se
puede transar internacionalmente son los bonos denominados en dólares emitidos
por el gobierno de los Estados Unidos.
En el mundo financieramente globalizado de
la actualidad, la deuda soberana de los países es muchas veces en moneda
extranjera y los tenedores son no residentes. Incluso muchas veces la legislación
de la deuda es extranjera. Estas diferencias no son menores.
El endeudamiento en una moneda que el país no es capaz de emitir
puede generar profundos problemas, especialmente ante depreciaciones de su moneda.
De la misma manera el
hecho de que los acreedores sean no residentes (especialmente cuando son
organismos multilaterales como el propio FMI) y la legislación de la deuda sea extranjera ha repercutido en un deterioro de la soberanía de los
países, que en distintas ocasiones terminaron acatando políticas
públicas impuestas por intereses foráneos.
La Argentina ha
sufrido históricamente este problema, que dio lugar a severas crisis de balanza de pagos, en
los '80, principios del 2000 y más recientemente con el retorno al FMI en 2018.
El GIMF también asume
que las empresas son propiedad de
cada país, hecho que poco refleja la situación de los países periféricos en general, y de la Argentina en
particular.
La estructura productiva argentina no solo está muy concentrada, sino
fuertemente extranjerizada,
especialmente en la cúpula empresaria, es decir en las empresas de mayor
tamaño.
Esto genera distintos
problemas, entre los cuales la profundización de la restricción externa (por la remisión de utilidades y la
formación de activos externos y otros mecanismos de fuga de capitales) es uno
de los principales.
INFLACIÓN Y TASA DE INTERÉS
El GIMF asume que los
países tienen un régimen de metas
de inflación.
Cuando la inflación se
encuentra por encima (debajo) de la meta fijada por el Banco Central, éste
aumenta (reduce) la tasa de interés, por lo que caen (crecen) la inversión, el
consumo y la producción, y la inflación retorna al valor fijado como meta.
Esta regla de política
monetaria tiene una relevancia central en los ajustes del modelo porque
significa que toda política que lleve a la inflación por debajo de la meta de
la autoridad monetaria de manera permanente es expansiva en el largo plazo
porque gatilla una reducción de la tasa de interés que impulsa el consumo y la
inversión.
Esto genera un sesgo a implementar políticas contractivas que
reduzcan la inflación en el corto plazo, para alcanzar un equilibrio de largo
plazo con una tasa de interés real menor y un consumo, inversión y PIB mayor.
Además, el impacto de
los distintos shocks sobre la inflación es clave, porque determina
indirectamente la tasa de interés y el PIB de la economía.
Sin embargo, el
impacto de algunos shocks sobre el nivel de precios que predice el GIMF no
parecerían tener conexión con la realidad, especialmente de economías
periféricas, porque la causa de la
inflación según el modelo es el exceso de demanda.
Así, por ejemplo, el
GIMF pronostica que una reducción
de impuestos (ya sea a las empresas, a los trabajadores, al consumo
o incluso los aranceles a las importaciones) es inflacionario porque estimula
la actividad.
El aumento en la prima de riesgo de la deuda soberana,
en cambio, reduce la inflación porque genera una caída de la actividad, pese a
que el tipo de cambio se deprecia.
En la Argentina, si la
percepción de riesgo aumenta, la salida de capitales crece y el peso se
deprecia es esperable que la inflación aumente (no que baje), por más recesión
que genere.
Asimismo, si la
presión cambiaria aumenta es esperable que la autoridad monetaria aumente la
tasa de interés (y no que la baje), procurando morigerar la salida de
capitales.
Los efectos inflacionarios, regresivos y recesivos de las
devaluaciones en la periferia, y particularmente en la Argentina, han sido largamente
estudiados, pero aparentemente todavía
no han sido incorporados a los modelos del FMI.
En base a la regla de
política monetaria y a las causas de la inflación que asume el GIMF se
desprenden recomendaciones de
política controvertidas.
Por ejemplo, una
reducción permanente del gasto público (ya sea en bienes de consumo, de capital
o en transferencias directas a los hogares) tiene efectos expansivos en el
largo plazo, pero también los tiene un aumento permanente de los impuestos (ya
sea a las empresas, a los trabajadores o al consumo).
TEORÍA Y REALIDAD
En definitiva, las recomendaciones no cambian de lo que
históricamente pensó el FMI: hay que liberalizar el mercado (de bienes,
laboral, comercial), reducir el gasto público todo lo que sea posible y
utilizar la política económica sólo en casos puntuales y con reglas mecánicas y
preestablecidas.
El FMI ya sabe cuáles quieren que sean las conclusiones de sus
modelos y los construye en consecuencia.
El problema es que las
predicciones de sus modelos pocas veces se ajustan a la realidad. Como marcaron
Tamim Bayoumi y Francis Vitek, reconocidos economistas del FMI en 2013:
“nuevamente hay que elegir entre la rectitud teórica y la
precisión empírica”.
Este punto es
verdaderamente sugerente. La
teoría no debería entrar en contradicción con los hechos. Por el
contrario, debería ayudar a comprender la realidad y dar herramientas para
operar sobre la misma de forma más potente y precisa.
Si hay una puja entre la rigurosidad teórica y la
capacidad explicativa del modelo significa que esa teoría (al menos
en este caso) no es útil para explicar la realidad.
La inercia
institucional y los costos de reconocer que los modelos en los que se basan son
poco útiles para explicar la realidad, llevan al FMI a incluir fricciones y
supuestos ad hoc de manera permanente para intentar salvar la teoría que les da
sustento.
Siempre hay una excusa para justificar que si la
realidad no fue como predijeron, lo que falló fue la realidad y no su
predicción.
* Economista Cenes-Conicet. @pgaite5
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