Señala el Dr. Cornaglia (obra citada, p. 395), que "no existen sindicatos
sin activistas sindicales y sin representantes designados por los trabajadores.
En realidad, el gremio se constituye a partir de una toma de conciencia de una
determinada categoría de intereses y, a partir de esa toma de conciencia, la
acción para organizarse y proyectarse en el mundo de la empresa y en la
realidad social económica, con el fin de alcanzar determinados objetivos que
hacen a la realización plena del trabajador.
El difícil camino del activista, muchas veces sin retornos, que
un día alcanza el nivel de delegado y otro de organizador sindical, ha tenido
épocas de durísima represión.
Y nadie puede pensar que ello corresponde sólo a las etapas iniciales
del sindicalismo. Hoy mismo, en plena etapa del estado de derecho, en muchas
actividades, las listas negras circulan, discriminan y niegan el empleo, que
equivale al sustento del trabajador y su familia.
En los años de dictadura militar, la cuota de víctimas de la
represión y desaparecidos, demuestra un terrible ensañamiento de la doctrina de
la seguridad nacional en los cuadros de la militancia sindical.
Se constató la desaparición íntegra de determinadas comisiones
internas. Importantes figuras del sindicalismo pagaron con sus vidas sus
posiciones políticas y sindicales. La desaparición y la tortura encontró entre
los trabajadores el mayor número de mártires.
Para hacer de un trabajador un activista sindical, se requiere,
en el material humano que lo integra, una cuota de rebeldía, que está inspirada
en la noción del estado de injusticia social que se considera padecer.
Esa justa reacción es un motor de la historia de la
civilización. A quienes detentan poder (económico, político, cultural o
militar), la existencia de permanentes "cuestionadores" del estado de
cosas, les suele resultar un elemento peligroso al que se pretende controlar.
Solo la vigorosa fuerza del derecho social puede plantear que se
garantice la acción sindical en el conflicto. Sólo la democracia ofrece la
posibilidad de la existencia de un sistema social abierto, capaz de
enriquecerse a sí mismo con la acción plena y responsable de estos luchadores
por la justicia real en el plano multifacético de la sociedad.
Durante muchos años de lucha, los sindicalistas tuvieron una
sola garantía, el apoyo solidario de los compañeros. Era natural que quienes lo
habían nombrado delegado, respondieran ante los riesgos que la función creaba.
Así, ante el despido, se reaccionaba con la huelga, realimentando el
conflicto...
La fuerza de los hechos, el patetismo de la injusticia hecha
carne en los militantes obreros y el impulso de la legislación social y sus
principios, que culminan con el constitucionalismo social, terminan por crear
los marcos de referencia para un tratamiento distinto de la protección del
sindicalista"
[ del voto del DR. ROBERTO POMPA in-re “CASTRO ERIKA ANDREA C/
CASINO BUENOS AIRES S.A. COMPAÑÍA DE INVERSIONES EN ENTRETENIMIENTOS S.A.
U.T.E. S/ JUICIO SUMARISIMO”]
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