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viernes, 31 de enero de 2025

PODER - TECNO-FEUDALISMO -EL CAPITALISMO ESTÁ MUERTO - FEUDALISMO Y TECNOLOGÍA - FEMINISMO - CRISIS FINANCIERA 2008 - NEOFASCISMO

 





«El capitalismo está muerto, en el sentido de que sus dinámicas no gobiernan nunca más nuestras economías. Este papel ha sido reemplazado por algo muy distinto que yo llamo tecnofeudalismo». Así de contundente se muestra el economista y exministro de Finanzas griego Yanis Varoufakis (Atenas, 1961) en esta entrevista concedida a Ethic con motivo de su último libro.



La manera de entender la vida de Yanis Varoufakis encaja con el verso de la poeta Alejandra Pizarnik:

«No quiero ir nada más que hasta el fondo».

 

Para él, ese cenote se escribe hoy en ocho palabras:

«El capitalismo ha muerto y tenemos algo peor».

Economista, escritor, político, profesor. Suya es ya una pelea, cuando era ministro de Finanzas de Grecia, con eco de historia política. La oposición frente a la troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo, Fondo Monetario Internacional) en 2015, durante la crisis de deuda pública, por las duras condiciones impuestas para rescatar la economía griega. En realidad era una sola: austeridad. Él dijo que no. Rechazó la propuesta y consultó a Grecia en las urnas. Sus conciudadanos se opusieron a la catastrófica precariedad que amanecía en el horizonte. 

 

Fue entonces cuando el periódico Financial Times —en contra de la negativa helena— le apodó «el hombre más irritante en la habitación».

 

Sin embargo, y por sorpresa, el entonces primer ministro Aléxis Tsípras aceptó las condiciones. La decisión rompió una amistad de años y Varoufakis dimitió tras solo cinco meses en el cargo.

 

Disidente de la ortodoxia, Varoufakis es uno de los pocos economistas del mundo —con la salvedad de Piketty, Krugman o Stiglitz— cuyo pensamiento compite en los anaqueles de las librerías junto a escritores imprescindibles o narradores super-ventas.

 

En su último texto, Tecnofeudalismo. El sigiloso sucesor del capitalismo (Deusto), una carta de más de 200 páginas dirigida a su padre, Georgios, un comunista griego-egipcio fallecido hace poco, Varoufakis avisa que

existe una lucha mundial por dominar un nuevo orden económico y político. 

 

No es solo la dependencia de los oligarcas tecnológicos como Jeff Bezos, Elon Musk o Mark Zuckerberg:

entramos en un sistema que mezcla feudalismo y tecnología.

 

La sociedad paga el diezmo a los nuevos barqueros por atravesar la laguna Estigia.

«Bezos (dueño de Amazon) no produce capital. Cobra rentas.

Esto no es capitalismo, es feudalismo.

¿Y nosotros? Somos los sirvientes. Ni siquiera nos damos cuenta de que cuando tuiteamos o subimos un post en esas compañías estamos creando valor», advierte el economista.

 

La entrada en una sociedad más medieval e injusta. Por eso, el tecno-feudalismo es gran parte de su cosmogonía.

 

Se trata de un libro trascendente escrito por un doctor en Economía y Matemáticas que imparte clases de Económicas en la Universidad de Atenas, que suele circular en moto o en un Mini rojo por calles de una ciudad sacada, diríase, del mito de Teseo.

 

“El dinero que se está destinando es mínimo en comparación con las necesidades que exige la transición energética»

 

La entrevista, a través de Zoom, ocurre con el fondo de su casa en la isla de Aegenia —a una hora en el ferry que parte del puerto de El Pireo—, con las vistas que deja una enorme librería repleta de títulos que, como estratos superpuestos, han levantado su pensamiento.

 

Ahí aparece una referencia de la literatura helena, Nikos Kazantzakis (1883-1957), quien escribió en su epitafio:

«No espero nada, no temo nada. Soy libre». Igual que Varoufakis, igual que sus palabras.

 

“¿CUÁL ES MI HIPÓTESIS?», SE PREGUNTA EN SU ÚLTIMO LIBRO.

 

«El capitalismo está muerto, en el sentido de que sus dinámicas no gobiernan nunca más nuestras economías. Este papel ha sido reemplazado por algo muy distinto que yo llamo tecno-feudalismo.

 

En el fondo, mi tesis es una ironía que puede parecer confusa al principio pero que espero mostrar que tiene todo el sentido:

lo que ha matado al capitalismo es… el propio capitalismo.

No el capital tal y como lo conocemos desde el amanecer de la era industrial, sino una nueva forma, una mutación que ha arraigado en las dos últimas décadas, mucho más potente que su predecesor que, como un virus estúpido y celoso, ha acabado con su huésped.

 

¿Qué ha sucedido? Dos cosas.

--- La privatización de internet por las grandes tecnológicas estadounidenses y chinas.

--- Y la manera en la que los gobiernos occidentales y los bancos centrales respondieron a la gran crisis financiera de 2008».

 

P: A lo largo de la historia, los imperios se han creado y se han hundido, y las fronteras, ya sea a la fuerza o por acuerdos, han cambiado. ¿Atravesamos ese mismo momento?

 

YV: El principal motor del cambio histórico ha sido el error.

--- Primero, tenemos a la humanidad que se mueve muy rápido en términos de capacidades.

--- Segundo, el mundo se divide en dos.

Por un lado, está el dólar estadounidense y la combinación de las big tech, Silicon Valley y Wall Street.

Por el otro, las grandes tecnológicas chinas que compiten con un sistema financiero en desarrollo.

 

Si se analiza el crecimiento de los BRICS, [Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica], América Latina, los Emiratos Árabes y el acuerdo de Arabia Saudí con Irán, hay detrás un giro geopolítico tectónico.

 

El mantenimiento de la hegemonía de Estados Unidos exige, más que prevenir la entrada de dinero extranjero que compre conglomerados capitalistas, como Boeing o General Electric, enfrentarse con el único cloudalist [capitalista en la nube] que surge como amenaza: China.

 

El mundo gira, cambia. Nadie viste hoy la ropa que llevará pasado mañana. Los mercados, el medio básico del capitalismo, han sido sustituidos por plataformas comerciales online que parecen, pero no son mercados, y resulta más fácil entenderlas como si fueran feudos.

 

Y el beneficio, el motor del capitalismo, fue reemplazado por su predecesor feudal: la renta. Específicamente, una forma de renta que hay que pagar para acceder a las plataformas y, más ampliamente, a la nube. Varoufakis lo llama: cloud rent, renta en la nube.

 

P: ¿Todo este universo de nuevas tecnologías (la inteligencia artificial, los robots, la nube, ChatGPT) forman parte del problema o de la solución?

 

YV: La tecnología ha estado a nuestro alrededor desde el comienzo de los tiempos. Se puede utilizar a favor de la humanidad y también, de forma horrible, en su contra. Es una decisión del ser humano y de la sociedad en la que vive.

 

***Varoufakis siempre intenta una cosa: entender el tiempo en el que vive y huir de los pronósticos. Aunque a veces para entender este lugar con 8.000 millones de almas haría falta el hilo que Ariadna le dio a Teseo para matar al minotauro y salir del laberinto.

 

P: ¿Cómo se explican las victorias de Geert Wilders, líder del partido de ultraderecha Libertad en los Países Bajos, y del anarco-libertario Javier Milei en Argentina?

 

YV: Es una historia muy larga.

El giro comenzó en el crash financiero de 2008, que es análogo a la Gran Depresión de 1929.

El mundo cambió ese año: el ascenso de los fascismos, el aumento de la desigualdad, la xenofobia, los populismos, el aislamiento… En 2008 ocurrió exactamente lo mismo.

 

A partir de ese año se crea una enorme ola de neofascismo que ahora rompe en los Países Bajos y Argentina. Pero también sucede en Alemania [Alternativa para Alemania], Europa del Este, Francia —con Marine Le Pen encabezando las encuestas— o el Brexit, que es un movimiento xenófobo de derechas.

 

Piense en Lula: ha ganado en Brasil, aunque solo por un 1% frente a Bolsonaro, y Donald Trump quiere emprender el camino de vuelta.

Lo que sucede en Argentina y los Países Bajos hay que entenderlo como un resultado de la crisis del pos-capitalismo iniciada en 2008.

 

***«La tecnología ha estado a nuestro alrededor desde el comienzo de los tiempos. Se puede utilizar a favor de la humanidad y también en su contra»

 

P: El feminismo es el movimiento social más importante y transformador de las últimas décadas. Sin embargo, no tiene un proyecto económico común. Existen infinidad de interpretaciones. ¿No le resta fuerza?

 

YV: Todo empieza con la división del trabajo. Conviene recordar que vivimos en una sociedad patriarcal.

 

La sociedad explota a las mujeres de muchas formas distintas. Habitualmente tienen que trabajar más: tanto dentro de la casa como fuera. En las empresas, deben obtener unos resultados y una eficiencia media mejor que la de los hombres.

 

En todas las sociedades hay formas para aumentar su explotación, lo único que hay que hacer es distribuirla de otra manera. Cambias el sistema y a la vez también la manera de explotarlas.

 

Hay algunas grandes compañías, por ejemplo en Estados Unidos, cuya consejera delegada es una mujer, pero la única vía para llegar a ese puesto es si existe otra mujer que trabaja en el hogar, generalmente negra. Ahora las empresas dicen «tenemos más consejeras» sin hablar del patriarcado que existe en todos los niveles de la sociedad y de la economía.

 

P: ¿Las compañías renovables salvarán a Europa de la dependencia del petróleo y el gas?

 

YV: No. Porque Europa está invirtiendo muy poco. La austeridad de 2008, la crisis de la deuda de 2012 en España, Grecia, Alemania… El dinero que se está destinando es mínimo en comparación con las necesidades que exige la transición energética. El Viejo Continente lo está haciendo verdaderamente mal.

 

NOTA DEL ENTERVISTADOR

 

Todo texto tiene algo —o mucho— de personal. Su libro fue concebido en los tiempos de la pandemia. Está escrito pensando en su padre, quien trabajó como ingeniero químico en la acería de la ciudad de Eleusis durante seis décadas. En los años 40 del siglo pasado, en medio de la guerra civil, fue condenado a cinco años de «reeducación política» en la cárcel por negarse a delatar a sus compañeros. Estos días son distintos.

 

Quizá carece de sentido la diferencia entre derechas e izquierdas.

«Las personas de derechas piensan en el capitalismo como un sistema natural, algo parecido a la atmósfera», relata en The Guardian, «mientras que la izquierda se considera un ser creado por el universo para imponer el socialismo sobre el capitalismo. Te lo estoy diciendo: ¿sabes qué?

Te lo perdiste. Alguien mató al capitalismo. Tenemos algo peor».

 

Tenemos una guerra en Ucrania, donde los ucranianos corren el riesgo de ser poco a poco olvidados, una batalla entre Israel y Hamás que se argumenta que debería solucionarse con el reconocimiento del Estado palestino, la vuelta a las resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y el retorno a las fronteras anteriores a 1967. 

 


PODER - NUEVO IMPERIALISMO TECONOLÓGICO - METAVERSO - PODER PARA-ESTATAL - LA DESINFORMACIÓN Y LAS DECISIONES POLÍTICAS

 




EL DOMINIO DE LAS GRANDES TECNOLÓGICAS Y SU INFLUENCIA EN LA GEOPOLÍTICA GLOBAL ES YA UN HECHO

Por Damián Tuset Varela* – The Conversation  [28 enero 2025]

 

En el siglo XXI, las grandes corporaciones tecnológicas, conocidas como Big Tech, han emergido como fuerzas que trascienden los Estados-nación, rediseñando las bases del poder global. Empresas como Google, Meta, Amazon, Apple y Tesla

no solo acumulan riqueza: concentran datos, moldean narrativas y reescriben las reglas del sistema internacional.

 

Históricamente, los imperios basaban su poder en el control de territorios, recursos y poblaciones. Hoy, el nuevo imperialismo ya no requiere ejércitos:

necesita algoritmos.

Las Big Tech han creado un espacio “meta-estatal” donde la soberanía nacional es irrelevante frente al control de datos.

Cada clic, transacción e interacción digital alimentan un ecosistema donde estas corporaciones no solo registran la actividad humana, sino que la predicen y manipulan.

 

Su influencia se manifestó claramente durante las elecciones en Estados Unidos, donde los líderes de las Big Tech han participado como invitados clave en eventos políticos de alto nivel, incluida la reciente toma de posesión del presidente Trump, consolidando su rol como socios estratégicos del poder. Este acceso refleja cómo las corporaciones pueden influir en las políticas de una superpotencia.

 

El veto a TikTok en Estados Unidos es un ejemplo paradigmático:

no solo un acto de protección nacional contra Pekín, sino una declaración de guerra tecnológica donde los flujos de datos se consideran armas geopolíticas.

 

Las plataformas digitales podrían manipular elecciones mediante microsegmentación de votantes o control de narrativas en tiempo real. ¿Será Elon Musk el próximo dueño de TikTok?

 

EE. UU. SE CONSOLIDA COMO POTENCIA GLOBAL

 

Los Estados Unidos consolidan su posición como potencia global no solo por su dominio económico y militar, sino también

a través de líderes tecnológicos como Elon Musk.

 

Musk encarna una nueva forma de liderazgo:

influir directamente en decisiones de Estado mientras redefine el juego global.

 

Musk demostró su influencia al desplegar su red de satélites Starlink en Ucrania, garantizando conectividad en medio de la guerra.

 

Su capacidad para actuar como entidad “meta-estatal” lo posiciona como actor esencial en las decisiones estratégicas de Estados Unidos. No sería descabellado imaginar a Musk interviniendo en políticas de ciberseguridad, comercio internacional y exploración espacial, consolidando el dominio estadounidense.

Con su influencia en tecnología militar, comunicaciones globales y energías renovables, Musk está moldeando el futuro de Estados Unidos y dictando el rumbo de la competencia global.

¿Podría convertirse en el “ministro sin cartera” del próximo orden mundial?

 

META, LA DESINFORMACIÓN Y LAS DECISIONES POLÍTICAS

 

El rol de Meta en la moderación de contenido también es significativo. Su modelo basado en “notas comunitarias” ha generado críticas por su ineficacia para combatir la desinformación en elecciones.

 

Estudios recientes muestran que este sistema no logra frenar la propagación de noticias falsas en las primeras etapas, lo que impacta la opinión pública y los resultados electorales.

 

El escándalo de Cambridge Analytica recordó cómo las Big Tech pueden influir en el comportamiento político de las masas. En ese caso,

datos de millones de perfiles de Facebook fueron usados para crear campañas personalizadas que influyeron en elecciones clave, incluida la de Estados Unidos en 2016.

Funciones que van más allá de los algoritmos

 

Las grandes tecnológicas no solo participarán, sino que asumirán funciones propias del Estado:

--- sistemas educativos administrados por plataformas de aprendizaje automático que prioricen contenidos según patrones de rendimiento;

--- sistemas de salud gestionados por algoritmos predictivos, como Google Health, capaces de anticipar epidemias o predecir enfermedades;

---tribunales digitales que resuelvan disputas en segundos, reduciendo la necesidad de sistemas jurídicos tradicionales…

 

Tesla no solo fabrica coches; su antes citada red de satélites Starlink

proporciona conectividad global, ofreciendo infraestructura crítica que puede sustituir redes estatales.

 

Meta no solo conecta personas;

está construyendo un metaverso donde las realidades paralelas podrían convertirse en espacios esenciales para la educación, el comercio y las relaciones sociales.

 

El control de estas esferas plantea una pregunta inquietante:

¿qué sucede cuando una sola corporación puede desactivar infraestructuras críticas de un país con una decisión ejecutiva?

 

En 2022, Elon Musk amenazó con retirar Starlink de Ucrania en medio de un conflicto, dejando claro que su poder no está limitado por fronteras ni gobiernos.

 

La convergencia de poder económico, tecnológico y social convierte

a los líderes de estas empresas en una nueva clase de soberanos, capaces de dictar no solo mercados, sino también reglas globales.

 

¿DONDE QUEDA LA UE EN TODO ESTO?

 

Mientras Estados Unidos y China se enfrentan en esta nueva guerra fría tecnológica, la Unión Europea parece atrapada en un lamento existencial, construyendo muros de arena frente a un tsunami digital.

 

La incapacidad europea para desarrollar gigantes tecnológicos propios es una amenaza existencial.

 

La infraestructura crítica europea está controlada por actores externos. Amazon administra gran parte de los datos en la nube europea, mientras Google y Meta dominan el flujo informativo.

En esta ocupación digital, los ciudadanos europeos son simples usuarios sujetos a las reglas de corporaciones bajo marcos jurídicos estadounidenses o chinos.

 

La UE necesita un “Plan Marshall Digital” para fomentar plataformas propias, priorizar soberanía tecnológica y consolidar alianzas entre Estados miembros. Este plan debe ir más allá de la tecnología, estableciendo un modelo europeo de gestión digital que combine innovación y regulación.

 

Si la Unión Europea no actúa ahora, en una década podría convertirse en un continente-museo, admirado por su historia, pero irrelevante en el futuro global.

 

La batalla por el poder no se librará con armas tradicionales,

sino con líneas de código. Las Big Tech ya lo saben; la Unión Europea debe aprenderlo rápido.

 

*Investigador en Derecho Internacional Público e IA. Tutor Máster Relaciones Internacionales y Diplomacia UOC, UOC – Universitat Oberta de Catalunya

 


jueves, 30 de enero de 2025

FAKE NEWSS - DESINFORMACIÓN - WHATSAPP - PROTECCIÓN CONTRA LA DESINFORMACIÓN - BULOS DE WHASTAPP




 


ASÍ FUNCIONA LA DESINFORMACIÓN EN WHATSAPP

 

Hoy en una céntrica calle de Madrid ha aparecido una curiosa instalación. Las personas que se acercaban a ella veían un mensaje muy poco lógico: vota lo contrario de lo que piensas.

 

¿Por qué habrían de hacer tal cosa? Precisamente en las elecciones se trata de visibilizar la voluntad popular.

 


 

Unos pasos más adelante tenían la respuesta. Al acercarse a la instalación podían ver por fin el mensaje completo: ahora se podía leer

 

“Vota con conciencia, de lo contrario, cualquier bulo de internet podría alterar lo que piensas”.

 

Efectivamente, la democracia visibiliza la voluntad popular, pero para que la ciudadanía pueda ejercer su derecho de elegir a sus representantes, es fundamental que esté bien informada.

 

Y la información está ahora amenazada por el auge de las noticias falsas y los bulos que circulan por WhastApp y otras redes sociales.


EL PROBLEMA DE LA DESINFORMACIÓN

 

Estamos en la época de la «posverdad», en la que la realidad se relativiza en función de los intereses de los propietarios de los medios de comunicación y redes sociales o creencias de la audiencia. Nada nuevo… o sí.

 

En momentos de descrédito de las instituciones y medios de comunicación tradicionales, la viralidad de las redes sociales está ocupando un rol de suma relevancia, dejando campo abierto a la siembra de mentiras y bulos, noticias falsas o verdades a medias que intoxican el debate público y generan polarización social, comprometiendo en nuestras sociedades las cualidades democráticas más básicas, como son la elección libre e informada o la capacidad de diálogo en la diversidad.

 

En ese caldo de desinformación y desasosiego se han fraguado las victorias del Brexit, o de Trump y Bolsonaro, cuyas políticas ponen nuestras vidas y el planeta al servicio de los mismos intereses que nos llevaron a la crisis ambiental y social que actualmente recorre el planeta.

 

MANOS A LA OBRA: ANALIZAMOS LOS BULOS DE WHASTAPP

 

Para analizar el impacto y el tipo de mensajes de desinformación hemos mirado dentro de WhatsApp, la app de mensajería donde más se han compartido bulos en los últimos meses.

 

¿Por qué WhatsApp? Porque es el canal preferente para comunicarse para el 95,1% de la población española. Lo preferimos por encima incluso de hablar cara a cara.

 

Al amparo de este crecimiento, WhatsApp también se ha convertido en una poderosa herramienta que contribuye a viralizar y propagar mensajes falsos, porque llega a más gente que las redes sociales y facilita su difusión sin control ni réplica.

 

Por ello nos hemos propuesto echar una mirada a la desinformación en Whastapp. Su mayor problema es precisamente que no es una red pública, de modo que es muy difícil saber qué se mueve en ella y qué impacto tiene: no hay cifras de me gustas o veces compartido. Hay que arremangarse, meterse en ella e investigar manualmente. 

 

Es lo que hemos estado haciendo los últimos meses con la ayuda de nuestro voluntariado. Investigación: La desinformación en WhatsApp

 

WhatsApp ha pasado de ser una aplicación de mensajería a convertirse en un potente ‘medio de comunicación’ que llega a más gente que las redes sociales, pero en la que no hay control ni réplica a diferencia de estas.

 

Todas las personas que usamos WhatsApp podemos ser víctimas de la desinformación y de contenidos que fomentan el odio y que modifican nuestra intención de voto.

 

Hemos investigado qué bulos han circulado por WhatsApp durante la campaña electoral, dónde han puesto el foco y cuál ha sido su origen.

 

Hemos estudiado más de 300 mensajes «desinformativos», que hacían referencia a cinco grandes temas: partidos políticos, nacionalismos, xenofobia, género, islamofobia, ONG y sistema electoral.

 

¿QUÉ ES LA DESINFORMACIÓN?

 

La desinformación no es nueva. A lo largo de los siglos los estamentos de poder han promulgado información más conforme a sus intereses que a la realidad.

 

Pero la facilidad de creación y difusión de información en internet ha hecho de ella un verdadero problema.

 

Un ejemplo de desinformación es el de las brujas de Salem de 1688. Samuel Parris, padre de Betty Parris, la primera niña que parecía estar poseída por el diablo, había sido elegido pastor de esta localidad, colonia británica en el actual Massachusetts (EE.UU.).

 

Durante los años siguientes tuvo una fuerte oposición, tanto que muchos de sus adversarios se negaron a pagar las tasas con las que se sufragaba su sueldo. Parris descartaba dimitir, así que decidió utilizar el comportamiento extraño de su hija para elaborar y difundir el relato de que el diablo estaba atacando a la comunidad.

 

De esta manera consiguió

desplazar la atención de su persona y crear un enemigo común contra el que tenía que luchar toda la comunidad.

Hoy la desinformación opera de manera similar. Dirige el pensamiento de la población hacia determinados temas, y añade datos erróneos de manera malintencionada.

 

Como en el caso de las brujas de Salem, siempre suelen tener un objeto de odio: personas migrantes, partidos políticos, sus votantes o representantes, el colectivo feminista o de personas LGTBIQ+, etc.

 

La desinformación no son solo noticias falsas. También pueden ser imágenes manipuladas, memes con datos erróneos, cadenas de WhastApp con mensajes fraudulentos, declaraciones equívocas de políticos, etc.

Incluso las noticias falsas no tienen por qué ser enteramente falsas: a menudo simplemente eligen poner el foco en aspectos intrascendentes, o cargan con subjetividad un hecho verídico.

 

Las claves del éxito: novedad, indignación y sorpresa

 

Estos bulos [léase rumores o noticias falsas, generalmente divulgadas con el propósito de engañar o causar confusión. Estos pueden ser difundidos de manera intencionada o sin verificar su veracidad. Por ejemplo, los "bulos" son muy comunes en redes sociales, donde se propagan rápidamente sin que se compruebe su autenticidad] calan muy bien entre la población, en primer lugar, porque la mayoría no sabe que existen. Además, porque refuerzan nuestras creencias preexistentes con sentencias contundentes que nos dan la razón, por lo que estamos mucho más dispuestos a confiar en ellas.

 

Por otra parte, porque al no tener que sustentarse en la veracidad, las noticias pueden jugar en un terreno mucho más libre para impactar a quien las recibe.

 

Esta combinación de novedad, indignación y sorpresa hace que sean compartidas de forma meteórica.

 

Durante la campaña electoral de Donald Trump en Estados Unidos en 2016, las 20 noticias falsas más populares tuvieron más interacción que las 20 noticias más populares de grandes medios.

 

Esto es, claro, un grave problema para la democracia.

Por una parte

--- , porque genera un ambiente de odio y crispación;

--- por otra porque impide que la ciudadanía elija con conciencia a sus representantes políticos.

--- Y lo que es peor, que no sea consciente de ninguna de las dos cosas.

 

Muchos partidos políticos se han dado cuenta de este filón electoralista y lo usan para sus propios fines, junto a páginas web que parecen medios de comunicación. Es hora de frenar la desinformación. 

 

¿CÓMO PUEDES PROTEGERTE CONTRA LA DESINFORMACIÓN?

 

El control de WhatsApp de forma externa es complicado ya que supone acercarse a un ámbito muy privado. Por eso cada persona tiene que estar atenta a qué recibe para que no «nos la cuelen».

 

El propio WhatsApp ha planteado iniciativas para frenar la desinformación, como limitar el reenvío de mensajes y eliminar cuentas que violen sus términos y condiciones de uso.

 

Por su parte, la Unión Europea también ha instado a WhatsApp y otras plataformas a elaborar códigos de buenas prácticas que eviten la desinformación.

 

También hay iniciativas privadas que verifican la información y la desmienten, lo que se conoce como “fact-checking”. Y se están incluyendo asignaturas en los institutos sobre periodismo y fake news.

 

Pero como WhatsApp pertenece al ámbito privado, es en el ámbito privado donde más se puede luchar contra la desinformación.

 

En resumen, 

evaluar la información que recibes depende de ti. 

 

Para ello te damos algunas recomendaciones:

 

SI ES DEMASIADO COLOQUIAL, DESCONFÍA

 

--- A menudo las noticias falsas tienen titulares llamativos o sensacionalistas.

--- Utilizan adjetivos o calificativos, mayúsculas e incluso signos de exclamación.

--- Cuanto más coloquial sea el lenguaje más probabilidad de que sea falsa.

 

SI NINGÚN OTRO MEDIO LA REPRODUCE, DESCONFÍA

 

Identifica los bulos pegando el titular o texto en Google para ver cuántas entradas existen y qué medios o webs hablan del tema. Si es verídica la encontrarás en más medios y en prensa escrita independiente.

 

SI DAN POR ACTUAL UNA NOTICIA VIEJA, DESCONFÍA

 

Mira la fecha, divulgar noticias antiguas en un nuevo contexto también es desinformación porque no está actualizada. El lugar o las cifras también son fáciles de corroborar.

 

SI NO CONOCES LA FUENTE, DESCONFÍA

 

La fuente es clave. Distingue opinión de información, si se trata de un tuit mira el perfil del autor en Twitter, si es un texto de WhatsApp sin enlaces o pidiendo difusión tiene todas las papeletas para ser falso, aunque te lo envíe una persona de confianza.

 

SI LA FUENTE ES TENDENCIOSA, DESCONFÍA

 

Desconfía si viene de plataformas que ya hayan sido acusadas de difundir noticias falsas.

 

CHEQUÉALA CON UNA PLATAFORMA DE VERIFICACIÓN

 

Existen plataformas de fact-checking que ya pueden haber desmentido esa información.

 

En España, Newtral o Maldita, forman parte de la International Fact-Checking Network, una red que promueve la verificación no partidista. Para temas de ecologismo o medio ambiente consulta la biblioteca de desmentidos de Greenpeace

 

SI REFUERZA TUS CREENCIAS, DESCONFÍA

 

Sé crítico/a. A menudo es muy apetecible leer cosas que atacan a nuestros «adversarios», pero en esos momentos es donde somos más vulnerables a creernos información falsa. Ten en cuenta tus creencias y prejuicios a la hora de evaluar las noticias que «te dan la razón».

 

COMPRUEBA LAS IMÁGENES

 

Comprueba si una imagen ha sido manipulada, retocada o desviado su origen usando “images.google.com” o haciendo clic derecho en esa imagen (en Chrome) y seleccionando “Buscar imagen en Google”.

 

COMPRUEBA LOS AUDIOS Y VÍDEOS

 

Para audios y vídeos tendrás que sintetizar su mensaje y buscar también por palabras clave. Si su intención es humorística o alarmista, analiza qué sensaciones despierta en ti (risa, odio, violencia) y si es algo a tomar en serio.

 

SI DUDAS, NO COMPARTAS

 

Así no contribuyes a su difusión ni a viralizar mensajes que muchas veces se comparten con el conocimiento previo de que son falsos.