ALGUNAS REFLEXIONES EN UN AÑO ELECTORAL
Por Luis Enrique Ramírez
Contra muchos pronósticos pesimistas (me incluyo), Javier Milei
finaliza su primer año de gobierno con una buena imagen e, incluso, con el
apoyo de un gran sector de la población. Paradójicamente, después de haber
aplicado un
ajuste económico salvaje, que, a pesar de sus promesas, recayó especialmente
sobre las espaldas de los sectores más vulnerables, como la clase pasiva, los
laburantes y la mayoría de las minorías sociales. Y a pesar, también, de su
manifiesto desprecio por las reglas de juego republicanas y
democráticas, que no se esfuerza por ocultar.
Tampoco parece haberle hecho mella su exótica (por ser
indulgente) personalidad, su mesianismo, sus reiteradas groserías, su violencia
verbal, su egocentrismo desaforado, etc., etc.
Es cierto que es muy difícil estar en contra de algunas de las
banderas que levantó, especialmente en la macroeconomía.
--- ¿Quién puede estar en contra de bajar la inflación a niveles
aceptables, o de tener equilibrio comercial y fiscal?
--- ¿Quién no quiere que haya un cierto orden social, sin un
ejercicio (supuestamente) abusivo del derecho a la protesta? Supongo que casi
nadie.
Así que el verdadero debate debería girar sobre el tremendo
costo social del ajuste y sobre el reparto de las cargas y beneficios, que todo
modelo económico naturalmente genera. Es decir, en resumen, que el debate
debería centrarse en la política.
Sin embargo, no es casualidad el feroz ataque de Javier Milei a
los políticos, metidos todos en la bolsa de una supuesta “casta”, que es una
forma no muy sutil de atacar por elevación a la política. Pero, mientras
discutimos sobre economía, dónde hoy por hoy Milei se siente fuerte, nos
escamotea el verdadero debate político.
No ignoro que los fracasos notorios de los gobiernos anteriores,
especialmente en el terreno económico, que opacan algunos éxitos en otros
temas, como en los claros avances que hubo en nuestro país en materia de
derechos humanos, han generado una situación social absolutamente inédita: que
en el marco de un ajuste económico despiadado e insensible, Argentina vivió un
fin de año sin conflictos, ni piquetes, ni bloqueos, ni saqueos o reclamos a
los supermercados para pedir bolsones de comida.
No tengo dudas que la brutal represión de la protesta social y
el miedo, es una parte de la explicación, pero no toda la explicación.
Si el gobierno logra que el debate siga girando sobre los
aciertos o desaciertos de sus medidas económicas, estoy absolutamente
convencido que se encamina a un sonoro triunfo en las próximas elecciones. En
las que seguramente será votado por muchas de las víctimas del ajuste. Los que
han sido, son y serán ajusticiados, votarán a sus verdugos. ¡Increíble!
Y eso ocurrirá porque, creo, no se detienen a pensar qué clase
de sociedad está construyendo Javier Milei, y qué lugar tendrán en ella. Lo que
me llama poderosamente la atención es que es demasiado claro y evidente que se tratará
de un orden social en el que imperará la ley del más fuerte, la ley de la selva,
en la cual una mayoría de esos votantes no serán depredadores, sino presas de
ellos.
Me parece obvio que esos “logros” en la macroeconomía sólo son
la base para la construcción de un orden social determinado, pero nada aseguran
sobre sus características, ni, fundamentalmente, sobre quienes serán los
ganadores y
quienes los perdedores.
Sería lógico pensar que aquellos que integrarán este último
grupo, si votan a sus verdugos, lo harán por haber sido engañados y estar
confundidos.
¿Quién en su sano juicio vota en contra de sus intereses?
Alguno me podrá decir, con justa razón, que la oferta electoral
es o será mala, incluso, horrible. Pero, en tal caso, se puede votar a
candidatos testimoniales, o votar en blanco, o no votar, pero no apoyar a
quienes te dicen en la cara que vienen por tus derechos o tus esperanzas.
Sin embargo, la explicación del votante engañado o confundido es
insostenible.
Javier Milei ha sido clarísimo respecto a su pensamiento íntimo
y a lo que pretende hacer.
--- En su modelo de sociedad, la Justicia Social, la que
pretende una equitativa distribución de la riqueza y la protección de los
débiles y de los desfavorecidos, “es un concepto aberrante”,
--- el artículo 14 bis de nuestra Constitución Nacional “es un
cáncer”,
--- los Derechos Humanos “son un curro” y el Estado debe
prácticamente ser destruido y desaparecer.
Como he dicho en otras oportunidades, en un país como el
nuestro, con una enorme desigualdad social, sólo el Estado puede intervenir
para evitar que los poderosos abusen de los débiles. Pero justamente por eso,
en el modelo de sociedad de Javier Milei el Estado debe ser destruido.
Sería bueno que aquellos que piensan votar a sus candidatos,
previamente se pregunten, por ejemplo, en todas mis relaciones sociales
--- soy empresario o empleado,
--- inquilino o propietario,
--- banquero o cliente,
--- obra social prepaga o paciente,
--- laboratorio medicinal o enfermo,
--- supermercado o consumidor,
---empresa de servicios públicos o usuario, etc.
Y, entonces, reflexionar sobre quien, si no es el Estado, podrá
defenderme de sus comprobados y conocidos abusos.
Aviso: el Chapulín Colorado es un personaje televisivo, no
existe.
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