EL DOMINIO DE LAS GRANDES TECNOLÓGICAS Y SU INFLUENCIA EN LA GEOPOLÍTICA GLOBAL ES YA UN HECHO
Por Damián Tuset Varela* – The Conversation [28 enero 2025]
En el
siglo XXI, las grandes corporaciones tecnológicas, conocidas como Big Tech, han
emergido como fuerzas que trascienden los Estados-nación, rediseñando las bases
del poder global. Empresas como Google, Meta, Amazon, Apple y Tesla
no solo acumulan riqueza: concentran datos, moldean narrativas y
reescriben las reglas del sistema internacional.
Históricamente,
los imperios basaban su poder en el control de territorios, recursos y
poblaciones. Hoy, el nuevo imperialismo ya no requiere ejércitos:
necesita algoritmos.
Las Big Tech han creado un espacio “meta-estatal” donde la
soberanía nacional es irrelevante frente al control de datos.
Cada clic, transacción e interacción digital alimentan un
ecosistema donde estas corporaciones no solo registran la actividad humana,
sino que la predicen y manipulan.
Su
influencia se manifestó claramente durante las elecciones en Estados Unidos,
donde los líderes de las Big Tech han participado como invitados clave en
eventos políticos de alto nivel, incluida la reciente toma de posesión del
presidente Trump, consolidando su rol como socios estratégicos del poder. Este
acceso refleja cómo las corporaciones pueden influir en las políticas de una
superpotencia.
El veto a
TikTok en Estados Unidos es un ejemplo paradigmático:
no solo un acto de protección nacional contra Pekín, sino una
declaración de guerra tecnológica donde los flujos de datos se consideran armas
geopolíticas.
Las plataformas digitales podrían manipular elecciones mediante
microsegmentación de votantes o control de narrativas en tiempo real. ¿Será
Elon Musk el próximo dueño de TikTok?
EE. UU. SE
CONSOLIDA COMO POTENCIA GLOBAL
Los
Estados Unidos consolidan su posición como potencia global no solo por su
dominio económico y militar, sino también
a través de líderes tecnológicos como Elon Musk.
Musk
encarna una nueva forma de liderazgo:
influir directamente en decisiones de Estado mientras redefine
el juego global.
Musk
demostró su influencia al desplegar su red de satélites Starlink en Ucrania,
garantizando conectividad en medio de la guerra.
Su
capacidad para actuar como entidad “meta-estatal” lo posiciona como actor
esencial en las decisiones estratégicas de Estados Unidos. No sería
descabellado imaginar a Musk interviniendo en políticas de ciberseguridad,
comercio internacional y exploración espacial, consolidando el dominio estadounidense.
Con su influencia en tecnología militar, comunicaciones globales
y energías renovables, Musk está moldeando el futuro de Estados Unidos y
dictando el rumbo de la competencia global.
¿Podría convertirse en el “ministro sin cartera” del próximo
orden mundial?
META, LA DESINFORMACIÓN
Y LAS DECISIONES POLÍTICAS
El rol de
Meta en la moderación de contenido también es significativo. Su modelo basado
en “notas comunitarias” ha generado críticas por su ineficacia para combatir la
desinformación en elecciones.
Estudios
recientes muestran que este sistema no logra frenar la propagación de noticias
falsas en las primeras etapas, lo que impacta la opinión pública y los
resultados electorales.
El
escándalo de Cambridge Analytica recordó cómo las Big Tech pueden influir en el
comportamiento político de las masas. En ese caso,
datos de millones de perfiles de Facebook fueron usados para
crear campañas personalizadas que influyeron en elecciones clave, incluida la
de Estados Unidos en 2016.
Funciones que van más allá de los algoritmos
Las
grandes tecnológicas no solo participarán, sino que asumirán funciones propias
del Estado:
--- sistemas educativos administrados por plataformas de
aprendizaje automático que prioricen contenidos según patrones de rendimiento;
--- sistemas de salud gestionados por algoritmos predictivos,
como Google Health, capaces de anticipar epidemias o predecir enfermedades;
---tribunales digitales que resuelvan disputas en segundos,
reduciendo la necesidad de sistemas jurídicos tradicionales…
Tesla no
solo fabrica coches; su antes citada red de satélites Starlink
proporciona
conectividad global, ofreciendo infraestructura crítica que puede sustituir
redes estatales.
Meta no
solo conecta personas;
está construyendo un metaverso donde las realidades paralelas
podrían convertirse en espacios esenciales para la educación, el comercio y las
relaciones sociales.
El control
de estas esferas plantea una pregunta inquietante:
¿qué sucede cuando una sola corporación puede desactivar
infraestructuras críticas de un país con una decisión ejecutiva?
En 2022,
Elon Musk amenazó con retirar Starlink de Ucrania en medio de un conflicto,
dejando claro que su poder no está limitado por fronteras ni gobiernos.
La
convergencia de poder económico, tecnológico y social convierte
a los líderes de estas empresas en una nueva clase de soberanos,
capaces de dictar no solo mercados, sino también reglas globales.
¿DONDE
QUEDA LA UE EN TODO ESTO?
Mientras
Estados Unidos y China se enfrentan en esta nueva guerra fría tecnológica, la
Unión Europea parece atrapada en un lamento existencial, construyendo muros de
arena frente a un tsunami digital.
La
incapacidad europea para desarrollar gigantes tecnológicos propios es una
amenaza existencial.
La
infraestructura crítica europea está controlada por actores externos. Amazon
administra gran parte de los datos en la nube europea, mientras Google y Meta
dominan el flujo informativo.
En esta ocupación digital, los ciudadanos europeos son simples
usuarios sujetos a las reglas de corporaciones bajo marcos jurídicos
estadounidenses o chinos.
La UE
necesita un “Plan Marshall Digital” para fomentar plataformas propias,
priorizar soberanía tecnológica y consolidar alianzas entre Estados miembros.
Este plan debe ir más allá de la tecnología, estableciendo un modelo europeo de
gestión digital que combine innovación y regulación.
Si la
Unión Europea no actúa ahora, en una década podría convertirse en un
continente-museo, admirado por su historia, pero irrelevante en el futuro
global.
La batalla
por el poder no se librará con armas tradicionales,
sino con líneas de código. Las Big Tech ya lo saben; la Unión
Europea debe aprenderlo rápido.
*Investigador
en Derecho Internacional Público e IA. Tutor Máster Relaciones Internacionales
y Diplomacia UOC, UOC – Universitat Oberta de Catalunya
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