«El capitalismo está muerto, en el sentido de que sus
dinámicas no gobiernan nunca más nuestras economías. Este papel ha sido
reemplazado por algo muy distinto que yo llamo tecnofeudalismo». Así de
contundente se muestra el economista y exministro de Finanzas griego Yanis
Varoufakis (Atenas, 1961) en esta entrevista concedida a Ethic con motivo de
su último libro.
La manera
de entender la vida de Yanis Varoufakis encaja con el verso de la poeta
Alejandra Pizarnik:
«No quiero ir nada más que hasta el fondo».
Para él,
ese cenote se escribe hoy en ocho palabras:
«El capitalismo ha muerto y tenemos algo peor».
Economista,
escritor, político, profesor. Suya es ya una pelea, cuando era ministro de
Finanzas de Grecia, con eco de historia política. La oposición frente a
la troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo, Fondo
Monetario Internacional) en 2015, durante la crisis de deuda pública, por las
duras condiciones impuestas para rescatar la economía griega. En realidad era
una sola: austeridad. Él dijo que no.
Rechazó la propuesta y consultó a Grecia en las urnas. Sus
conciudadanos se opusieron a la catastrófica precariedad que amanecía en el
horizonte.
Fue
entonces cuando el periódico Financial Times —en contra de la negativa helena—
le apodó «el hombre más irritante en la habitación».
Sin
embargo, y por sorpresa, el entonces primer ministro Aléxis Tsípras aceptó
las condiciones. La decisión rompió una amistad de años y Varoufakis
dimitió tras solo cinco meses en el cargo.
Disidente
de la ortodoxia, Varoufakis es uno de los pocos economistas del mundo —con la
salvedad de Piketty, Krugman o Stiglitz— cuyo pensamiento compite en los
anaqueles de las librerías junto a escritores imprescindibles o narradores
super-ventas.
En su
último texto, Tecnofeudalismo. El sigiloso sucesor del
capitalismo (Deusto), una carta de más de 200 páginas dirigida a su
padre, Georgios, un comunista griego-egipcio fallecido hace poco, Varoufakis
avisa que
existe una lucha mundial por dominar un nuevo orden económico y
político.
No es solo
la dependencia de los oligarcas tecnológicos como Jeff Bezos, Elon Musk o Mark
Zuckerberg:
entramos en un sistema que mezcla feudalismo y tecnología.
La
sociedad paga el diezmo a los nuevos barqueros por atravesar la laguna Estigia.
«Bezos (dueño de Amazon) no produce capital. Cobra rentas.
Esto no es capitalismo, es feudalismo.
¿Y nosotros? Somos los sirvientes. Ni siquiera nos damos cuenta
de que cuando tuiteamos o subimos un post en esas compañías estamos creando
valor», advierte el economista.
La entrada
en una sociedad más medieval e injusta. Por eso, el tecno-feudalismo es gran
parte de su cosmogonía.
Se trata
de un libro trascendente escrito por un doctor en Economía y Matemáticas que
imparte clases de Económicas en la Universidad de Atenas, que suele circular
en moto o en un Mini rojo por calles de una ciudad sacada, diríase, del mito
de Teseo.
“El dinero que se está destinando es mínimo en comparación con
las necesidades que exige la transición energética»
La
entrevista, a través de Zoom, ocurre con el fondo de su casa en la isla de
Aegenia —a una hora en el ferry que parte del puerto de El Pireo—, con las
vistas que deja una enorme librería repleta de títulos que, como estratos
superpuestos, han levantado su pensamiento.
Ahí
aparece una referencia de la literatura helena, Nikos Kazantzakis (1883-1957),
quien escribió en su epitafio:
«No espero nada, no temo nada. Soy libre». Igual que Varoufakis, igual que sus palabras.
“¿CUÁL ES
MI HIPÓTESIS?», SE PREGUNTA EN SU ÚLTIMO LIBRO.
«El
capitalismo está muerto, en el sentido de que sus dinámicas no gobiernan
nunca más nuestras economías. Este papel ha sido reemplazado por algo muy
distinto que yo llamo tecno-feudalismo.
En el
fondo, mi tesis es una ironía que puede parecer confusa al principio pero que
espero mostrar que tiene todo el sentido:
lo que ha matado al capitalismo es… el propio capitalismo.
No el
capital tal y como lo conocemos desde el amanecer de la era industrial, sino
una nueva forma, una mutación que ha arraigado en las dos últimas décadas,
mucho más potente que su predecesor que, como un virus estúpido y celoso, ha
acabado con su huésped.
¿Qué ha
sucedido? Dos cosas.
--- La privatización de internet por las grandes tecnológicas
estadounidenses y chinas.
--- Y la manera en la que los gobiernos occidentales y los
bancos centrales respondieron a la gran crisis financiera de 2008».
P: A lo largo de la
historia, los imperios se han creado y se han hundido, y las fronteras, ya sea
a la fuerza o por acuerdos, han cambiado. ¿Atravesamos ese mismo momento?
YV: El principal motor del cambio histórico ha sido el error.
--- Primero,
tenemos a la humanidad que se mueve muy rápido en términos de capacidades.
--- Segundo,
el mundo se divide en dos.
Por un
lado, está el dólar estadounidense y la combinación de las big tech,
Silicon Valley y Wall Street.
Por el
otro, las grandes tecnológicas chinas que compiten con un sistema financiero
en desarrollo.
Si se
analiza el crecimiento de los BRICS, [Brasil, Rusia, India, China,
Sudáfrica], América Latina, los Emiratos Árabes y el acuerdo de Arabia
Saudí con Irán, hay detrás un giro geopolítico tectónico.
El
mantenimiento de la hegemonía de Estados Unidos exige, más que prevenir la
entrada de dinero extranjero que compre conglomerados capitalistas, como Boeing
o General Electric, enfrentarse con el único cloudalist [capitalista
en la nube] que surge como amenaza: China.
El mundo
gira, cambia. Nadie viste hoy la ropa que llevará pasado mañana. Los
mercados, el medio básico del capitalismo, han sido sustituidos por
plataformas comerciales online que parecen, pero no son mercados, y resulta
más fácil entenderlas como si fueran feudos.
Y el
beneficio, el motor del capitalismo, fue reemplazado por su predecesor feudal:
la renta. Específicamente, una forma de renta que hay que pagar para acceder a
las plataformas y, más ampliamente, a la nube. Varoufakis lo llama: cloud
rent, renta en la nube.
P: ¿Todo este universo de nuevas
tecnologías (la inteligencia artificial, los robots, la nube, ChatGPT) forman
parte del problema o de la solución?
YV: La tecnología ha estado a nuestro alrededor desde el comienzo
de los tiempos. Se puede utilizar a favor de la humanidad y también, de forma
horrible, en su contra. Es una decisión del ser humano y de la sociedad en la
que vive.
***Varoufakis siempre intenta una cosa: entender el tiempo en el
que vive y huir de los pronósticos. Aunque a veces para entender este lugar
con 8.000 millones de almas haría falta el hilo que Ariadna le dio a Teseo
para matar al minotauro y salir del laberinto.
P: ¿Cómo
se explican las victorias de Geert Wilders, líder del partido de ultraderecha
Libertad en los Países Bajos, y del anarco-libertario Javier Milei en
Argentina?
YV: Es una historia muy larga.
El giro comenzó en el crash financiero de 2008, que es análogo
a la Gran Depresión de 1929.
El mundo cambió ese año: el ascenso de los fascismos, el
aumento de la desigualdad, la xenofobia, los populismos, el aislamiento… En
2008 ocurrió exactamente lo mismo.
A partir
de ese año se crea una enorme ola de neofascismo que ahora rompe en los
Países Bajos y Argentina. Pero también sucede en Alemania [Alternativa para
Alemania], Europa del Este, Francia —con Marine Le Pen encabezando las
encuestas— o el Brexit, que es un movimiento xenófobo de derechas.
Piense en
Lula: ha ganado en Brasil, aunque solo por un 1% frente a Bolsonaro, y Donald
Trump quiere emprender el camino de vuelta.
Lo que sucede en Argentina y los Países Bajos hay que
entenderlo como un resultado de la crisis del pos-capitalismo iniciada en 2008.
***«La tecnología ha estado a nuestro alrededor desde el
comienzo de los tiempos. Se puede utilizar a favor de la humanidad y también en
su contra»
P: El feminismo es el
movimiento social más importante y transformador de las últimas décadas. Sin
embargo, no tiene un proyecto económico común. Existen infinidad de
interpretaciones. ¿No le resta fuerza?
YV: Todo empieza con la división del trabajo. Conviene recordar
que vivimos en una sociedad patriarcal.
La
sociedad explota a las mujeres de muchas formas distintas. Habitualmente tienen
que trabajar más: tanto dentro de la casa como fuera. En las empresas, deben
obtener unos resultados y una eficiencia media mejor que la de los hombres.
En todas
las sociedades hay formas para aumentar su explotación, lo único que hay que
hacer es distribuirla de otra manera. Cambias el sistema y a la vez también la
manera de explotarlas.
Hay
algunas grandes compañías, por ejemplo en Estados Unidos, cuya consejera
delegada es una mujer, pero la única vía para llegar a ese puesto es si
existe otra mujer que trabaja en el hogar, generalmente negra. Ahora las
empresas dicen «tenemos más consejeras» sin hablar del patriarcado que existe
en todos los niveles de la sociedad y de la economía.
P: ¿Las compañías renovables salvarán a Europa de la
dependencia del petróleo y el gas?
YV: No. Porque Europa está invirtiendo muy poco. La austeridad de
2008, la crisis de la deuda de 2012 en España, Grecia, Alemania… El dinero que
se está destinando es mínimo en comparación con las necesidades que exige la
transición energética. El Viejo Continente lo está haciendo verdaderamente
mal.
NOTA DEL
ENTERVISTADOR
Todo texto
tiene algo —o mucho— de personal. Su libro fue concebido en los tiempos de la
pandemia. Está escrito pensando en su padre, quien trabajó como ingeniero
químico en la acería de la ciudad de Eleusis durante seis décadas. En los
años 40 del siglo pasado, en medio de la guerra civil, fue condenado a cinco
años de «reeducación política» en la cárcel por negarse a delatar a sus
compañeros. Estos días son distintos.
Quizá
carece de sentido la diferencia entre derechas e izquierdas.
«Las
personas de derechas piensan en el capitalismo como un sistema natural, algo
parecido a la atmósfera», relata en The Guardian, «mientras que la
izquierda se considera un ser creado por el universo para imponer el socialismo
sobre el capitalismo. Te lo estoy diciendo: ¿sabes qué?
Te lo perdiste. Alguien mató al capitalismo. Tenemos algo
peor».
Tenemos una guerra en Ucrania, donde los ucranianos corren el riesgo de ser poco a poco olvidados, una batalla entre Israel y Hamás que se argumenta que debería solucionarse con el reconocimiento del Estado palestino, la vuelta a las resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y el retorno a las fronteras anteriores a 1967.
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