CÓMO LA CODICIA Y EL MIEDO REFORMATEARON A OCCIDENTE HASTA SU
DERRAPE
Por Norma Fernández* – Tektónikos - 17 enero 2025
ROBERTO SAVIO Y LA NECESIDAD DE GANAR LA BATALLA INFORMATIVA A
LA DERECHA.
A sus 90 años, Roberto Savio sigue bregando por una sociedad
mejor. Nacido en Italia, donde vive hace muchos años, pero nacionalizado
argentino, tiene una extensa labor en el campo de las comunicaciones, que
desarrolló mientras se formó académicamente en economía y ciencias políticas.
En 1964 fue uno de los fundadores de la legendaria agencia de
noticias cooperativa Inter Press Service (IPS) y sesenta años después sigue
siendo uno de los puntales de Other News, siempre con el objetivo de presentar
una comunicación alternativa a la de las grandes cadenas de noticias.
Fue desde asesor del dirigente democristiano italiano Aldo Moro
hasta del secretario general de la ONU Butros Ghali, integrante de la mesa
directiva del Foro Social Mundial y consultor de varias agencias
multilaterales. Recientemente vino a Argentina (donde habló en la Universidad
de Buenos Aries, en una actividad organizada por el Plan Fénix), Chile y
Uruguay para presentar el último de sus muchos libros: “Manual para el
ciudadano global”.
— La conferencia que ofreciste en diciembre en Buenos
Aires se llamó “La declinación de Occidente y sus consecuencias geopolíticas”.
Quiero repasar contigo esos efectos, pero antes te pregunto: ¿cómo llegamos a
esto?
— Estamos en el fin del multilateralismo, creado luego de la
Segunda Guerra, un ciclo histórico importante que transcurrió por unos ochenta
años. Las causas del declive incluyen algunos elementos fundamentales.
El primero de todos ha sido lo que se llamó el Consenso de
Washington, que fue un acuerdo del Fondo Monetario Internacional, el Banco
Mundial y el Tesoro de Estados Unidos para definir una estrategia económica
internacional.
Fue determinante y se implementó con una fuerza similar a la del
llamado “pensamiento único”, sin prácticamente debate. Decía cosas que hoy se
naturalizaron:
… el Estado es una complicación, porque es el “mercado” el que
crea el desarrollo, el crecimiento, la riqueza, la participación, y por lo
tanto hay que eliminar el Estado en la mayor medida posible.
El “mercado” es una estrategia con la que se busca la eficiencia
de la sociedad, de lo inmediatamente productivo, y ahí comienza la debacle de
la salud y de la educación.
La idea del “mercado” como elemento fundamental de la sociedad
ha tenido una influencia muy grande que bajó a todos los estamentos de la
sociedad. Lentamente se creó un lenguaje en el cual los códigos de comunicación
obligaban al éxito del individualismo, del enriquecimiento, de una serie de
cuestiones que cambiaron profundamente el sentir de la sociedad.
— Hablas de varios elementos…
— Sí, claro, hubo otros. Un segundo elemento que también fue muy
importante y sobre el que reflexionamos poco es la caída del Muro de Berlín y
de la Unión Soviética, porque a partir de allí se desató una carrera de
capitalismo sin controles.
Hasta ese momento había una noción de responsabilidad social, un
cierto cuidado.
… Los sindicatos y las organizaciones sociales intermedias
cumplían un cierto papel, que ahora ha desaparecido.
… Las finanzas tomaron vuelo propio, no son más un elemento de
la economía. Se vuelven autorreferentes, ya no necesitan relación con la
política ni con los ciudadanos, prescinde de ellos.
Un ejemplo reciente es el de la primer ministra británica Liz
Truss, quien debió renunciar apenas asumida, hace un par de años, por no poder
hacer pasar su plan económico.
Y un tercer elemento fue —también británico— Tony Blair, quien
como premier en un momento dado dice que la globalización neoliberal es
imparable y postula una “izquierda” que debería ser la cara humana de la
globalización.
No hay que discutir la relación con el mercado o la defensa de
los puestos de trabajo porque el capital ha ganado históricamente sobre el
trabajo, sólo se pueden defender los derechos humanos de los trabajadores. Ese
sería el planteo.
Los derechos humanos son temas fundamentales, pero a partir de
allí los obreros no se sienten representados por la socialdemocracia y terminan
votando por Le Pen y no por el Partido Socialista en Francia, por ejemplo.
Hoy en Europa la clase media vota a la izquierda y los pobres
votan a la derecha. Ésta es la situación a la que hemos llegado y no es
solamente de Europa, sino general. Y agrego un último elemento del que quiero
dar testimonio: es el comienzo de la incapacidad de EE.UU. de entender el mundo
en que se vive y que genera el suicidio de Occidente en el cual estamos ahora.
En 1981, los jefes de Estado se reunieron en Cancún, México,
después de la Resolución de la Asamblea General de ONU para un Nuevo Orden
Económico Internacional y la relación Norte-Sur. Yo era el director de
comunicaciones de la Conferencia y todos hablaban de la necesidad de seguir
reduciendo la brecha entre Norte y Sur, de la importancia del consenso como
elemento de diálogo internacional.
Cuando le toca hablar a Ronald Reagan, elegido seis meses antes,
dice:
… señores, yo no creo en la democracia internacional, no siento
que los países sean todos iguales, EE.UU. no es igual a otro país, entonces yo
no reconozco a Naciones Unidas el hecho de establecer políticas que estén en
contra de los intereses de mi país.
Así es como desde 1981 EE.UU. no ha firmado ningún acuerdo
internacional, ni siquiera los Derechos del Niño.
Allá yo vi cómo Estados Unidos no entendía el mundo por el
camino que iba tomando.
— ¿Cuál es la base de esa percepción de superioridad que
no sólo tienen en el pueblo estadounidense, sino muchos de los que emigran
hacia allí desde América Latina, pese a sus políticas claramente
discriminatorias con ellos?
— Ha tenido un rol fundamental como potencia dominante. Ha
seguido inmóvil en el mundo del final de la guerra, donde era el país que había
ganado y nadie discutía que fuera el de mayor poder. Ellos todavía se sienten
el país que ganó la guerra y tiene la misión de dar su contribución a un mundo
ordenado y armónico según su visión, con el resultado de que han logrado
lentamente que Occidente se transforme en la OTAN.
Cuando decimos OTAN decimos Occidente y han desaparecido las
diferencias que había en su interior. Las diferencias entre Europa y EE.UU. en
términos reales son mínimas, porque estamos todos en la OTAN.
Los estadounidenses tienen dos mitos, uno es el del destino
excepcional que los acompaña desde el Mayflower —he viajado mucho por allí y
nunca encontré una persona que no creyera que su país tiene la función de
reglamentar y ordenar el mundo. Hay sólo dos países que tienen esa percepción:
Israel y EE.UU. (sus presidentes hablan en nombre de “la Humanidad”).
El otro es el del “sueño americano”, en el que todos están
convencidos de que trabajando duramente pueden ser ricos. Y no tiene sustento,
porque hay un 37% de la población de EE.UU. que logra apenas llegar a fin de
mes, y el índice de pobreza es más alto que el de casi todos los países de
América Latina. Es un país de enorme desigualdad, sin embargo, su
autopercepción de superioridad se ha impuesto hacia afuera como un relato
indiscutido.
EE.UU. hoy está habitado por tribus: la tribu de los blancos y
la de los negros, la tribu de los latinos, la tribu de los evangélicos, la de
los católicos, la tribu del campo y la de la ciudad, la tribu de los que han
estudiado y la de los que no. Todas estas tribus conviven juntas y la fuerza de
la política es utilizar una campaña donde todo aquel que se siente dejado
afuera vea en alguna persona la posibilidad de que le dé lo que la política
tradicional no dio. Y es en esto en lo que se basa la derecha que está llegando
a todos lados.
— Te he escuchado hablar de la codicia y el miedo como
sustento de estas reflexiones
— Sí, ésa es la cuestión a la que quería llegar. Hemos tenido
veinte años de codicia, desde 1981 hasta principios del 2008, en donde hemos
educado a la gente a ser competitiva, a buscar el individualismo, el dinero, y
ésta es la herencia que hemos dejado a los jóvenes en todos lados.
Estos veinte años de codicia han sido seguidos después por casi
otros tantos años de miedo, cuando en 2008 estalló la crisis de Wall Street.
La codicia y el miedo, según los historiadores, son dos motores
de cambio de la historia. Juntos crean una visión de la sociedad diferente.
La codicia primero destruye los valores, el sentir del bien
común, de la justicia social, el sentir de la sociedad como tal, porque todo se
transforma en una carrera del éxito, conquista y enriquecimiento personal.
Se compite personalmente, se compite como sociedad, compite un
país con otro, todo basado en la idea de la competición para enriquecerse y de
allá viene la diferencia entre desarrollo y enriquecimiento.
El desarrollo es un proceso en el cual, si yo entro, salgo de
ese proceso siendo más de lo que era antes, del enriquecimiento salgo teniendo
más de lo que tenía antes. Son dos cosas muy diferentes, pero es la visión
general y lo que les hemos dado a los jóvenes. Han nacido en una sociedad de la
codicia, basada en valores de mercado, de éxito, etc.
— Y luego vino el miedo…
— Claro, a esos veinte años de codicia les han sido seguidos
después otros tantos años de miedo, porque en 2008 viene la crisis de los bonos
hipotecarios y de la especulación con epicentro en Wall Street, que costó
23.860 dólares por persona para salvar los bancos en el mundo y el sistema
financiero.
Viene el imperio del miedo porque la gente se da cuenta de la
incertidumbre del futuro, de la desigualdad creciente, y se suman otros
problemas importantes como el cambio climático, la carrera armamentística y las
guerras continuas, la amenaza nuclear… y luego, encima, la pandemia. Una serie
de fenómenos que, todos juntos, hacen que se imponga el miedo.
Antes de 2008, no había un solo partido de extrema derecha en el
mundo fuera del de Le Pen en Francia, que surgió tras la descolonización de
Argelia. Pero a partir de 2008 nacen partidos de extrema derecha en todo el
mundo, por eso tienen razón los historiadores cuando dicen que codicia y miedo
cambian el rumbo de la historia.
Crean una condición nueva en la sociedad y permiten que
aparezcan políticos que utilizan el miedo y la cultura creada por la codicia
para hacer una política diferente de la que había.
Crean un nuevo estilo que está representado desde Trump a Milei.
Empieza a desaparecer una política de ideas y aparece una política donde la
corrupción es más fácil y el poder se va personalizando a tal punto que ahora
el narcisismo en política es creíble.
Estos nuevos políticos utilizan este lenguaje: yo vengo a
solucionar los problemas que la política tradicional no ha solucionado. Ustedes
han vivido un periodo en el cual la política los ha utilizado, no les ha dado
lo que tienen derecho a tener, yo voy a cambiar y en poco tiempo va a cambiar
el país, dejaré un país rico y poderoso como el que fuimos.
Es un mensaje idéntico, que toda esta gente usa, un mensaje que
se basa en el miedo y en la codicia. Son los dos elementos que han llevado al
éxito a los partidos de extrema derecha.
— Esto es muy ilustrativo de Occidente, su capitalismo
actual y la hegemonía del Norte. Ahora me gustaría que hables sobre un tema que
tuvo mucho que ver con vos: el Movimiento de los No Alineados. Algo de ese espíritu
han heredado los BRICS, a pesar de tener una composición muy distinta. ¿Cómo
ves este tema y eje Norte-Sur?
— El Movimiento de los No Alineados fue una toma de conciencia
de los países del Sur del mundo de que ellos no podían ser parte del juego de
poder entre el mundo capitalista y el mundo socialista. Decidieron salir de
esta necesidad de estar de un lado o del otro y crearon la categoría del Tercer
Mundo.
Fue un movimiento muy importante, pero como estaba conformado
por muchos países, tenía diferencias internas muy grandes, por lo que no logró
nunca ser una fuerza que condicionara a las potencias hegemónicas, aunque las
obligó a tratarlos de una manera diferente.
Los BRICS son una forma actual de recuperar fuerza de los países
del Sur Global (que es otra categorización diferente a la del Tercer Mundo,
enfrentada al Norte hegemónico).
Es una fórmula que tiene los mismos problemas que tenían los No
Alineados: diferencias internas muy grandes, porque Rusia y China están en
confrontación con Occidente, pero India y Brasil no, ellos quieren mayor
respeto y mejores términos en el intercambio comercial, pero no están en contra
de los países de Occidente.
— ¿Entonces?
— Entonces los BRICS tienen dos posibilidades. Una es la de
seguir haciendo entre ellos una política de cooperación económica, lo cual es
posible porque a pesar de las diferencias hay intereses comunes. O bien jugar
un papel más relevante en relación con los países hegemónicos. Para esto tienen
que, por lo menos, hacer dos cosas: una, salirse del sistema Swift de
información interbancaria para transferencias, y dos, crear una moneda de
intercambio que no sea el dólar.
Si hacen esas dos cosas, jugarán un papel importante porque
reducen el poder hegemónico del Norte. Si no, recuperarán dignidad, aumentarán
el intercambio comercial, pero no cambiarán la relación de poder del Norte.
— Además de los intereses económicos y territoriales,
¿la cultura tiene un rol importante en la geopolítica?
–La tradición, la identidad cultural y la religión son factores
fundamentales, no se pueden ignorar.
Un profesor de Economía del Desarrollo que tuve nos decía que el
mundo se dividía entre países duros y blandos. Asia es dura, América Latina es
blanda. Eso decía.
Entonces en un intervalo me acerqué a él y le dije: profesor,
éste es un juicio que se acerca al nazismo… Y me contestó: “no, mire a Vietnam,
que ha hecho la guerra infinita. ¿Conoce algún país de América Latina que haya
hecho eso?” Y ésta es una realidad que viene de la cultura, de las religiones.
Me hizo hincapié, por ejemplo, en EE. UU., que tenía una cultura
protestante, contra una América Latina, de cultura católica. Misma región,
mismas características, misma cantidad de materia prima, allá el
protestantismo, el calvinismo, el luteranismo han producido una relación con el
trabajo, la producción y el ascenso económico mayor que en el mundo católico.
Esta teoría se ha demostrado históricamente cierta. Y no
hablemos del mundo de Confucio que domina en toda Asia, que es el mundo de
Calvino multiplicado por cien. Confucio educa en la disciplina, el respeto a
las autoridades, la realización de una persona a través del trabajo. Es una
cultura en la que, por ejemplo, si alguien es excelente en su trabajo, tiene un
título especial y un nivel social altísimo.
Entonces, la armonía de la sociedad de no conflicto interno, del
individuo después de la colectividad, contiene todos los mecanismos que hacen
que haya una enorme capacidad productiva. Son sociedades verticales; las
blandas son más horizontales.
— En tus conferencias recientes has hablado del paso de
la sociedad del pensamiento a la sociedad de los sentidos y del impacto de la
Inteligencia Artificial en el mundo actual. ¿Qué podés contarnos de esos temas?
— Eso es muy sencillo. Yo vengo de la sociedad del pensamiento,
de Gutenberg, de los libros. Se leía. El conocimiento era un elemento natural
en la sociedad: las escuelas, las universidades, el debate. El entretenimiento
era parte de este mundo del conocimiento: las artes populares eran la
alternativa al arte oficial, pero siempre se partía del debate del
conocimiento.
Cuando llega la televisión aparece una capacidad que no se basa
en los contenidos, sino en las imágenes, que activan una zona cerebral
diferente de la zona del pensamiento y esta industria de los sentidos es la que
crea programas como Gran Hermano, shows, que tienen gran éxito porque son
entretenimiento, donde no se piensa, la gente llega a la casa y prefiere eso.
— Sí, pero en las artes clásicas o populares no había
una contradicción entre los sentidos y la emoción con el pensamiento; lo mismo
en el mundo de las imágenes. Acá hay algo más, que no es sentir o pensar, sino
el tipo de sentimiento que se genera.
— Es así porque la industria de los sentidos rápidamente se
convierte en industria de consumo para transformar a la gente en consumidores.
La publicidad, por ejemplo, que antes era muy marginal, se transforma en un
elemento fundamental, entonces se crea una sociedad muy diferente, la sociedad
de los sentidos está basada mucho en el consumo, el pensamiento es una idea
mucho menor.
Estamos en un mundo que ha cambiado mucho los términos de la
comunicación y nosotros hemos dejado la comunicación en manos de la derecha.
Trump es un gran comunicador, como lo fue Reagan. Mienten, pero la gente los
sigue, usando conceptos simples para decir cosas complejas.
La derecha tiene una gran capacidad de comunicación y nosotros
no la tenemos, entonces creo que tenemos que trabajar a fondo la capacidad de
lograr comunicación que realmente signifique diálogo.
Hoy, los medios no se ocupan de procesos, sino de
acontecimientos, porque los procesos son demasiado complicados y la cobertura
internacional está hecha por las agencias de prensa, ya casi no existen los
corresponsales en terreno (en África, ninguno).
El mundo se va reduciendo siempre más a una suma de
acontecimientos: pasa esto y esto, pero por qué pasa, qué significa, ya tiene
poco desarrollo.
Hay un lenguaje nuevo, nosotros tenemos un lenguaje que es del
siglo pasado, nuestra categoría de comunicación ya no existe y debemos
actualizarla.
— ¿Cómo incide la Inteligencia Artificial en estos
cambios?
— Cuánto la Inteligencia Artificial va a jugar en esto, aún es
temprano para decirlo, pero la proyección lógica es que va a aumentar la
característica individual de la persona, que entra a un mundo virtual donde se
coloca solo, y la comunidad es creada por un sistema de algoritmos entre los
que tienen los mismos gustos, miran los mismos partidos de fútbol, donde no hay
diálogo con gente diferente, se pierde la capacidad de intercambio, aumenta el
individualismo.
Y todo eso se basa en la idea del consumo porque la persona que
está en la plataforma compra según la plataforma, hace todo a través de la
plataforma y pasa a ser un consumidor permanente, ya no es una persona, sino un
dato, un número puesto junto a otros números que compran un zapato azul…
Estamos en un proceso en el que hemos pasado de la sociedad del
conocimiento a la sociedad de los sentidos y ahora vamos hacia la sociedad
virtual. Todo esto alimenta cada día más a la sociedad de consumo. La única
alternativa válida es que la gente se dé cuenta de que es esclava y quiera
liberarse.
— Sí, la sociedad de consumo es el gran problema en que
ha devenido Occidente y el capitalismo actual. Volvemos al principio, la
declinación de Occidente…
___ A mí el declive de Occidente me parece una cosa inevitable,
Europa tenía 20% de la población mundial a fines del siglo pasado, hoy se
redujo a 8%. Es insostenible la idea de que una visión del mundo permanezca un
tiempo indefinido.
Pero sí me preocupa una cosa: que lo que nosotros llamamos
valores eran de Occidente hasta cierto punto, tenían una larga historia, del
mundo de los persas, de los árabes, de los griegos, de los romanos, donde
valores como justicia social, participación, diálogo, respeto del diferente ya
habían llegado a las constituciones y eso para nosotros era obvio. Hoy han
desaparecido de la política.
Ya no se habla de valores, se habla de intereses, Trump dice
cada país tiene que buscar sus intereses, por lo que entramos en un mundo
multipolar de intereses contrapuestos, y esto es inexorablemente un mundo de
conflictos.
Sin valores comunes en los cuales poder encontrarnos, ¿cómo se
crea una comunidad internacional? A mí no me preocupa el declive de Occidente,
sino que, como se dice popularmente, tiremos el agua de la palangana con el
niño adentro, o sea que perdamos el tema de los valores.
Yo sigo viajando, escribiendo, trabajando para dar testimonio de
valores, para que se sigan discutiendo, para que no desaparezcan del debate. Si
miramos la historia del mundo vemos crisis que han sido muy profundas, hemos
pasado por el fascismo, por el nazismo, de cada una de estas crisis hemos
salido con una sociedad mejor.
Creo que de esta crisis en la que estamos ahora debemos salir
con una fórmula de cooperación internacional que se base en la paz y no en la
guerra, que se base en el diálogo y no en el conflicto, que se base en el
descubrimiento del bien común y no del egoísmo individual. Vamos a tener que
hacer este proceso de descubrimiento y de actualización, para no repetir los
errores cometidos.
Por
Colaboraciones Especiales
*Norma
Fernández es comunicadora y documentalista. Su último trabajo como tal ha sido
«El testigo (Conversaciones con Osvaldo Bayer)», estrenado en 2024. Integrante
del Foro Social Mundial. Reside en Córdoba, donde estudió cine y fue docente de
Antropología en la Facultad de Comunicación de la UNC.
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