Cuando las Transnacionales Gobiernan el Mundo No todo lo que brilla es oro - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - David C. Korten prefacio de Monseñor Tomás González Ante la crisis asiática y sus repercusiones globales, cada día son más los empresarios concientes que se suman a los activistas sociales en su preocupación por un sistema económico globalizado que amenaza los intereses propiamente humanos y da señales de estar corriendo fuera de control. El problema, muchas veces ocultado, del poderío de las grandes empresas y sus repercusiones sobre la acelerada desintegración social y ambiental - con su incremento de la pobreza, desempleo, inequidad, criminalidad, ruptura familiar y contaminación ambiental-, aparece aquí en su verdadera dimensión, mostrando cómo la convergencia de fuerzas ideológicas, políticas y tecnológicas ha ido dejando el poder en manos de unas pocas empresas e instituciones financieras, ante las cuales los gobiernos y los ciudadadanos son prácticamente impotentes. Con el incremento de cinco veces en la producción económica mundial desde 1950 a la fecha, respaldado por la creencia en el crecimiento económico como dogma organizativo de las políticas públicas, las capacidades regenerativas de los ecosistemas y el tejido social que sostiene a la comunidad humana está en crisis, con lo cual la competencia por recursos entre ricos y pobres se agrava - competencia que los pobres invariablemente pierden. Todos hemos sentido en carne propia los exitosos esfuerzos de las empresas transnacionales por reconstruir los valores culturales de nuestros pueblos e instituciones, convirtiéndonos en pocos años en entusiastas partícipes de la espiral consumista cuyo fin principal es servir su insaciable codicia. - - - - - - - - - - - - - - - Vemos que el ajuste económico se endurece. Suben las tasas de interés, la crisis asiática, la volatilidad de las bolsas, las caídas bursátiles estrepitosas desde Hong Kong, Tokio, Wall Street hasta Santiago de Chile, son noticias que llenan los titulares de las principales publicaciones en todo el orbe. David Korten ya lo había adelantado. "El problema no son los negocios o el mercado en sí, sino que un sistema de economía global profundamente corrupto que gira muy lejos del alcance del control humano", señala este especialista en economía en su libro "Cuando las trasnacionales gobiernan en mundo". Korten plantea que la ideología trasnacional aplicada sin sabiduría gobierna hoy al mundo. Es decir, a través de un proceso, que detalla en esta obra, las grandes compañías se apoderaron de los capitales y así, influyeron en todos los aspectos de nuestra vida (la legislación, los gobiernos, el ecosistema, entre otros). Este mismo hecho ha llevado a que las personas experimenten una pérdida de confianza en las instituciones. El autor no critica la economía de libre mercado ni las bases del liberalismo económico de Adam Smith y David Ricardo, sino que ataca las desigualdades y monopolios que el sistema ha permitido, la externalización de los costos ambientales que hacen las empresas y la creencia arraigada de que el de que el crecimiento económico es la clave para salir de la pobreza, sin considerar la sobreexplotación de los recursos y la calidad de vida, en especial de los más pobres. David Korten explica el origen de instituciones como el Gatt, la OMC, el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional y cómo éstas han definidos sus políticas en base a los intereses de Estados Unidos y las grandes compañías que allí operan. Cuando las Transnacionales Gobiernan el Mundo No todo lo que brilla es oro - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - David C. Korten Comentario por José Cademartori A juzgar por el título, este libro podría ser atribuido a un extremista. Pero nada de lo escrito es una exageración. Se trata de una obra bien documentada y fundamentada. El autor proviene de una familia más bien conservadora de medianos empresarios del estado de Washington, de la cual no reniega. Luego de su doctorado en Teoría Organizacional en Stanford, fue capitán de la Fuerza Aérea en Vietnam y docente en Harvard. Asesor de los Programas de Ayuda Norteamericana en Administración de Negocios, pasó largos años en Etiopía, Nicaragua, Filipinas y otros países del sudeste asiático enseñando a los nativos conocimientos empresariales, como él lo creía, para contrarrestar las revoluciones del tercer mundo que "amenazaban" el modelo de vida norteamericano. Terminó desilusionándose. Se convenció que "el verdadero desarrollo no puede comprarse con dinero de ayuda externa". (XIX) Descubrió la diferencia entre crecimiento y desarrollo, el cual sólo es posible cuando los pobres se capacitan para gobernar por sí mismos sus destinos. David Korten no propugna el socialismo, sigue creyendo en la importancia de la propiedad privada y el mercado. No es un activista anti-negocios. Su ideal es "lograr el equilibrio creativo entre mercado y comunidad, entre ciencia y religión, entre dinero y espíritu, esencial para crear sociedades humanas sanas". (XXV) La formación de los monopolios en Estados Unidos Korten rememora la historia de los Estados Unidos desde mediados del siglo XIX, para mostrar cómo las grandes compañías se apoderaron del poder político. Recuerda que Lincoln denunció a los ricos que corrompían las altas esferas políticas y el Presidente Hayes definió como "gobierno de, por y para las empresas", al nuevo régimen que se estaba gestando, a medida que los grandes capitalistas fueron adquiriendo control sobre los órganos legislativos y el sistema judicial. Un fallo de la Corte Suprema de 1886 que tendría enormes consecuencias para el poder del capital, declaró, al margen de la Constitución, que una "empresa privada" era igual que "una persona natural"; tenía las mismas protecciones constitucionales de los individuos, incluida la libertad de expresión, mientras quedaban exentas de las responsabilidades y obligaciones del ciudadano común. Después de pasar revista a la formación de los primeros monopolios y las leyes anti-trust, el autor rememora las luchas de los obreros norteamericanos de comienzos de siglo contra los abusos patronales y sostiene que en la administración de Franklin Roosevelt, los trabajadores y el pueblo consiguieron importantes derechos, los cuales fueron anulados en gran medida durante la presidencia de Reagan. Con el ejemplo de la agricultura norteamericana, el autor ilustra cómo un puñado de grandes firmas oligopólicas someten a los agricultores mediante el suministro de insumos, les dictan las pautas de producción y luego dominan los canales de venta al consumidor. La conclusión, los mercados ya no tienen nada de competitivos. En el ámbito internacional, las compras hostiles de empresas, las fusiones, las alianzas estratégicas y joint ventures entre los grandes competidores de Norteamérica, Japón y Europa, para desplazar a los rivales, apunta a la formación de los mega consorcios mundiales. La crítica de Korten a los monopolios es categórica. Evoca las prescripciones del padre del liberalismo - Adam Smith - contrarias a la concentración del poder económico. Las emprende contra la triple alianza: Los "economistas neoliberales" que desvirtúan el funcionamiento de los mercados con supuestos irreales; los "filósofos morales" que distorsionan el concepto de libertad individual para legitimar a los poderosos; y los "miembros de la clase empresarial" - ejecutivos, abogados, consultores, corredores bursátiles y ricos inversionistas - que se benefician de los argumentos de los anteriores. De los Monopolios nacionales a las Transnacionales Lo que estamos viviendo, afirma Korten "es una transformación consciente e intencional".."impulsada por sueños globales de grandes imperios empresariales, gobiernos condescendientes, una monocultura consumista globalizada y un compromiso ideológico universal con el liberalismo empresarial." Un verdadero "colonialismo empresarial". (121) De las tendencias a la globalización y las políticas neoliberales emergen las transnacionales, esas "instituciones centralizadas no fiscalizables". Estas empresas globales, más que partes de economías nacionales, son unidades coordinadoras que actúan por encima de las fronteras. Sus actividades han alcanzado tal envergadura que, del total de las transacciones internacionales de bienes y servicios, un tercio son compraventas entre filiales, o sea un tipo de comercio "cautivo" que sigue reglas distintas a las descritas por las teorías en boga sobre comercio internacional. El autor cita fuentes según las cuales, de las decenas de miles de firmas globales, sólo 500 de ellas, controlan el 70% del intercambio mundial y sus ventas ya equivalen al 25% de la producción mundial. Aún más concentrado está el poder financiero ya que sólo 50 multinacionales poseen el 60% del capital mundial de todo el sector. En la industria global se constata que las cinco compañías mayores controlan más del 40% del mercado en ramas como petróleo, computadoras y medios de comunicación; más del 50% en automotriz, aeronáutica, aeroespacial, electrónica y acero; y más del 70% en bienes de consumo duradero. La conclusión de Korten es categórica: "Es falso que la globalización aumenta la competencia. Al contrario estimula tendencias monopólicas a escala mundial" (241) No son pocas las corporaciones norteamericanas que ya no se consideran tales, sino compañías mundiales cuyos objetivos van más allá de los intereses nacionales. Es lo que revela un estudio del Congreso norteamericano. (127) Sin embargo, para conseguir exenciones tributarias o subsidios gubernamentales, se envuelven con banderas nacionales y sostienen que contribuyen a la "competitividad nacional". "En otras palabras, en sus operaciones cotidianas, la lealtad de las principales empresas mundiales es sólo con el resultado final de sus balances". (125) El hecho de que los dueños de las multinacionales, ya no poseen intereses "nacionales", da como resultado la tendencia a "una fusión de las elites financieras mundiales en una comunidad apátrida en las nubes, aparte del mundo donde vive la mayoría de los mortales". (115) El autor compara esta élite con los gobernantes de Stratos, de la serie televisiva "Viaje a las Estrellas", ciudad suspendida en las nubes, mientras en la superficie del planeta, los habitantes trabajan en la miseria para costear los lujos de los gobernantes. Korten proporciona cifras acerca de cómo vienen acrecentándose las desigualdades de ingresos en los Estados Unidos entre sus altos ejecutivos y empleados, así como entre países ricos y pobres alrededor del mundo. Por un lado, las extravagancias de los multimillonarios desplazándose por el planeta en sus aviones y helicópteros privados, habitando en exclusivas comunidades segregadas, con todos los servicios a su alcance; por otro lado, el mundo del trabajo, la superexplotación infantil, la semi-esclavitud, los salarios infra-humanos, las jornadas extenuantes, los golpes, los castigos, los accidentes evitables que caracterizan muchas fábricas y talleres de las más conocidas marcas mundiales. La obra denuncia el sistema de contratistas que se extiende no sólo en Asia, Africa y América Latina sino también en Estados Unidos, lo que les permite a las grandes y "prestigiosas " multinacionales lavarse las manos sobre los abusos patronales. Para Korten, vivimos en "un mundo dividido por clases más que por la geografía". (115) El desarrollo tecnológico ha llegado a un punto en que para las transnacionales, el centro del negocio ya no es la producción. (126) El ámbito de sus preocupaciones se encuentra en otras esferas; monopolizar las tecnologías; asegurar leyes permisivas para extraer recursos naturales; obtener subsidios gubernamentales o exenciones tributarias; mantener a sus trabajadores en la obediencia absoluta, aún con represión policial o militar; y, no menos importante, sostener campañas publicitarias y de presión ante los gobiernos y parlamentos. La propiedad exclusiva de tecnologías patentadas respecto de productos y procesos es una fuente cada vez mayor de mercados cautivos y jugosas utilidades. "La tiranía del mercado esclaviza a la mayoría en pro de los intereses de unos pocos." (165) Cuando los costos de producción han bajado hasta llegar al 25% del precio final, el financiamiento de las inversiones, la investigación tecnológica, la publicidad, y habría que agregar, el control del mercado son más importantes. (129) Korten revela la existencia de 170 mil funcionarios de relaciones públicas en los Estados Unidos contra sólo la cuarta parte de ese número que son periodistas. Los primeros escriben el 40% del contenido noticioso de un diario norteamericano típico. (151) Las 100 empresas más grandes de los Estados Unidos tienen comprado el 75% del tiempo de la televisión comercial. (158) "Quien controla los medios de comunicación controla la cultura básica de los pueblos", sentencia Korten. La especulación financiera Como un verdadero gobierno mundial en la sombra se comportan las grandes compañías financieras que transfieren enormes sumas de capital ficticio de un país al otro, erosionando el concepto de la soberanía de los países. Esta cita que Korten hace suya confirma el poder que han llegado a tener los que operan los mercados financieros mundiales. Mientras el comercio de bienes y servicios mueve entre 20 y 25 billones de dólares por día, las operaciones financieras movilizan entre 800 billones y un trillón de dólares. Si a lo anterior se agrega que los eurodólares no están sujetos a encaje; que han surgido nuevos "productos" objeto de especulación como los derivados, los futuros, los bonos basura o los fondos mutuos garantizados; está claro que tiene que aumentar la volatilidad de los mercados, lo que acrecienta los peligros de quiebra de bancos y compañías aseguradoras, la bancarrota de los bancos centrales o de los gobiernos y fuertes pérdidas en el patrimonio de los municipios, de los fondos de pensiones y de los ahorros de pequeños inversionistas. Los bancos centrales con sus actuales instrumentos son incapaces de frenar la especulación. Cuando intervienen, como dice Korten, lo que hacen es transferir el dinero de los contribuyentes hacia los especuladores. Y cuando los gobiernos intervienen como lo hizo Clinton en la crisis del tequila, es para salvar a los más ricos y no a los pobres. En palabras del autor "las instituciones financieras, se han transformado en "un sistema depredador, desligado de los intereses humanos", dedicado a extraer riqueza de los contribuyentes y de la economía productiva. (219) Los organismos públicos transnacionales Acidos comentarios provoca al autor el papel de los organismos económicos supranacionales. Al Fondo Monetario y al Banco Mundial les reprocha el secretismo en sus procesos internos; el poder de veto que ejercen en sus decisiones las grandes potencias; el resultado de sus préstamos de "ayuda" que no reducen las deudas de los estados, ni los déficits comerciales de los países; la falta de control legislativo sobre el uso de los préstamos; el fracaso de muchos de sus proyectos de inversión; y la mayor dependencia a que los países prestatarios son sometidos en sus políticas internas. (167-182) El juicio de Korten es categórico: "El Banco Mundial y el Fondo Monetario han fracasado rotundamente imponiendo una enorme carga sobre los pobres del mundo e impidiendo seriamente se desarrollo" (181) En cuanto a la Organización Mundial de Comercio (OMC) advierte que su estructura permite que una transnacional cualquiera respaldada por un gobierno, pueda cuestionar cualquier ley de otro estado miembro que, a su juicio, la prive de ganancias "esperadas". Así las leyes ambientales o sociales pueden ser objetadas por ser "demasiado rigurosas". Las normas sobre patentes refrendadas por la OMC ya han significado que los agricultores tienen prohibido usar las semillas de su propia cosecha y están obligados a adquirirlas a las transnacionales. El problema se agravará con el control monopólico de las compañías biotecnológicas sobre los productos transgénicos. Korten denuncia el mecanismo de los Paneles de Expertos de la OMC que resuelven en audiencias secretas, -sin aceptar informes en derecho de organizaciones no gubernamentales- en contra de gobiernos más débiles, los que pueden sufrir multas y sanciones comerciales. Bajo la OMC los intereses nacionales ya no es una base válida para dictar las leyes nacionales. Las transnacionales tienen la prioridad, asegura Korten. "Bajo la OMC, un grupo no electo de representantes comerciales va a transformarse en la Corte de más alto nivel y el órgano legislativo más poderoso, ante los cuales se subordinarán los juicios y la autoridad de todas las demás cortes y legislaturas". (187) El medio ambiente y los estilos de vida. "Cuando las transnacionales.." es una obra que integra el análisis económico con la ecología. Aplica los nuevos conceptos de Producción Primaria Neta e Indice de Bienestar Económico, en lugar de Producto Geográfico Bruto y sus derivados, para ilustrar la situación límite a que está llevando al planeta el actual modelo económico. En efecto, los estudios pioneros de K. Boulding y H. Daly, entre otros, han demostrado que "el crecimiento del PNB", (índice elevado a la categoría de fetiche por los neoliberales) no sólo no mide los costos del uso despilfarrador de los recursos naturales; no sólo incluye una serie de actividades perjudiciales para la vida humana y social, sino que además oculta el inmenso daño ambiental y empobrecedor que causan las actuales formas de producción debido a su forma de medirlas. En cierra una gran verdad el aforismo "El PNB mide la tasa a la que convertimos recursos naturales en basura". (27) No hay que olvidar tampoco el deterioro ambiental del planeta causado por las actividades militares. Korten ilustra con sencillos cálculos cómo "el crecimiento" económico de los países, bajo las actuales formas de distribución del PNB agrava las desigualdades: "Sin una redistribución concomitante, una torta en expansión trae mucho más beneficios a los que ya son ricos que a los pobres, incrementa la brecha absoluta entre ellos y aumenta aún más el poder de los primeros sobre los últimos". (38) El autor sostiene que el nivel y el estilo de vida en los países altamente desarrollados son imposibles de alcanzar para los países pobres. Igualar algún día los consumos per capita de las naciones ricas, en combustibles, metales, maderas, productos del mar y otros recursos naturales, multiplicados además por el fuerte aumento de la población, es impensable. El colapso del planeta sobrevendría mucho antes. Este estilo de vida provoca contaminación atmosférica y de las aguas, degrada los alimentos, aumenta las radiaciones electromagnéticas, todo lo cual repercute en el aumento del cáncer, las malformaciones congénitas, las enfermedades respiratorias, las cardiopatías, el estrés. Se necesitan cambios en los estilos de vida. Se impone el cambio del automóvil privado por el transporte público y la bicicleta, pues aparte del ruido, la congestión y la contaminación que genera, ocupa tres veces más espacio que el hogar familiar. Hay que reducir las distancias y los tiempos entre las viviendas, el trabajo y las compras. Se necesita planificar y controlar el espacio urbano; cambiar los hábitos alimenticios, menos química, aditivos, hormonas, más nutrición sana, cuidar el agua potable, nuevos métodos energéticos. Una Revolución Ecológica La profundidad y extensión de las críticas que Korten formula al capitalismo actual, y la advertencia ante los peligros que acechan a la humanidad a causa de la globalización neoliberal, llevan a la pregunta de hacia dónde debe dirigirse la humanidad. Ciertamente no es un marxista, y rechaza el socialismo, aunque curiosamente y sin desearlo, no pocas de sus reflexiones son plenamente coincidentes con la crítica marxista. No es un adversario de la propiedad privada, ni de la libre empresa. Desea escapar a la disyuntiva entre capitalismo y socialismo, buscando el mítico tercer camino. ("Han perdido su significado las tradicionales diferencias entre izquierda y derecha", 359) Para quienes reconocen los males del capitalismo y concuerdan con la necesidad de serias reformas, las proposiciones de Korten merecen una "cuidadosa ponderación" (Douglas Tompkin); o para quien "la globalización ofrece enormes oportunidades" (Giscard d'Estaing) las regulaciones son necesarias para hacerla "responsable". ( Ver contratapa) Como muchos Verdes, Korten propicia "economías locales y autosustentables". (289) Propone todo tipo de empresas privadas o colectivas, pero no estatales, como familiares, cooperativas, de trabajadores, vecinales, municipales. Esto no significa una autarquía local absoluta; ("aunque muchos hogares cultivarían parte de sus alimentos"..) ya que "una significativa cantidad de actividad económica de los hogares necesariamente implicaría intercambio externo". (294) Quiere evitar las concentraciones de poder, sea en manos de las transnacionales y los monopolios o de parte del Estado. Formula una serie de principios de sustentabilidad ambiental, justicia económica, diversidad biológica y cultural, soberanía popular y herencia común, todos los cuales son perfectamente aceptables. El autor está consciente que significan serias limitaciones al derecho de propiedad privada. Korten quiere que el pueblo pueda retirar la personería jurídica de las sociedades anónimas en cualquier momento, si éstas no cumplen los objetivos públicos a que estarían obligadas; aspira a limitar el poder y la libertad de las grandes empresas, prohibir el lobby ante los poderes públicos, controlar sus campañas publicitarias, limitar sus gastos en las campañas políticas y prohibir la publicidad política en la TV. Propone una legislación especial anti monopólica en los medios de comunicación, reducir fuertemente el ámbito y el contenido de la publicidad comercial y desautorizar su carácter de gasto deducible para efectos tributarios. Se trata de reformas de envergadura. Llega a hablar de Revolución Ecológica. Korten dice: El problema es el sistema. Los cambios adicionales en las empresas y las instituciones públicas no bastan. "Se debe modificar todo el sistema de poder institucional". (296) En el ámbito internacional, el autor aspira a grandes cambios; anular el pago de la Deuda Externa de los países pobres, prohibir el comercio internacional de armas y desmantelar los principales ejércitos; sobretasa tributaria a las ganancias de capital de corto plazo; un acuerdo internacional anti-monopolios que fiscalice las fusiones y compras hostiles; disolver la mayoría de las transnacionales y convertirlas en empresas de los trabajadores y las comunidades (329, aunque este punto está sin elaborar); reformas agrarias masivas para convertir las grandes tenencias agrícolas en campos familiares; reemplazo del Banco Mundial, Fondo Monetario y OMC por agencias de Naciones Unidas; apoyo al florecimiento de las culturas indígenas; códigos internacionales voluntarios de conducta para limitar las remuneraciones excesivas de los ejecutivos de las empresas; limitar la jornada semanal a 20 o 30 horas; reducir el uso de la energía no renovable y reciclar los productos hasta eliminar el desperdicio; acuerdos internacionales para el establecimiento del impuesto Tobin a las transacciones especulativas; impuesto a la extracción de recursos naturales, a los consumos suntuarios y las herencias. (329,330) La Revolución Ecológica de Korten se nutre de la corriente filosófica del "New Age" y se expresa en la ideología de los partidos verdes, ecologistas o humanistas. En el caso de los Verdes de Alemania, la experiencia de este Partido en su paso por el gobierno en alianza con la socialdemocracia pone a prueba hasta donde las ideas se llevan a la práctica o sólo quedan en el papel. Un buen número de organizaciones no gubernamentales, movimientos femeninos, de consumidores, pro indígenas o por la diversidad étnica y cultural comparten las ideas del New Age. En el último decenio tiene lugar una significativa evolución de estos movimientos, desde plataformas reformistas localizadas y parciales, hacia un radicalismo profundo, con un claro contenido anti neoliberal, anti monopolista y anti globalización. Tal ha sido producto de la propia experiencia de estos movimientos, en la medida que sus aspiraciones y acciones han chocado con la cerrada oposición de las multinacionales y de los gobiernos a su servicio. Su aproximación a los objetivos y métodos de lucha tradicionales de los trabajadores y de los movimientos de izquierda es un hecho positivo. Estos últimos, en especial los sindicatos y los partidos de raigambre obrera y aspiración socialista, tienen que dar todavía importantes pasos a una mayor comprensión de las reinvindicaciones de estos nuevos movimientos, un mayor acercamiento y colaboración con ellos. Sin duda que subsistirán las diferencias ideológicas por mucho tiempo. Las concepciones místicas o sobrenaturales de algunos de estos pensadores no son compartidas por las corrientes marxistas o laicas, aunque eso no significa que deben ser combatidas o execradas o que sean un obstáculo para la acción común. Tampoco resultan sensatos los absolutismos en torno a lo "pequeño es hermoso" "lo grande es monstuoso", aunque muchas de las observaciones de los ecologistas en tal sentido deberían ser tomadas en cuenta. En el terreno político, Korten y muchos ambientalistas rechazan los estados fuertes en facultades y recursos, aunque sean democráticos y participativos. Esto resulta difícil de aceptar porque el poder y la dirección democrática que demanda una auténtica revolución pasa a través de gobiernos bien dotados de medios económicos adecuados y cierto grado de centralización. Tales estados son útiles para los países pequeños y, en general, indispensables para las naciones subdesarrolladas. Donde el nivel cultural y la conciencia política de la sociedad civil son bajos, escasean las tradiciones democráticas y la falta de recursos públicos es marcada, porque la riqueza está concentrada en manos privadas, las revoluciones pueden ser fácilmente aplastadas por las transnacionales, sus agentes y aliados. Hay que tener en cuenta que una revolución, aún la ecológica, no se implanta de la noche a la mañana ni es aceptada resignadamente por los que van a perder su poder y privilegios; ella demanda un período de transición más o menos largo, hasta su consolidación y la lucha puede llegar a ser muy aguda de parte de las fuerzas conservadoras. También hay que tomar en cuenta la rica experiencia de las empresas estatales y otras instituciones públicas, fundadas o apoyadas por los movimientos y gobiernos de izquierda, sobre todo en América Latina o las experiencias socialistas que han superado complejas crisis como es el caso de Cuba y Vietnam. No es cosa de despreciar los logros sociales y económicos que alcanzaron la Unión Soviética y los países de Europa del Este (pleno empleo, seguridad social, desarrollo educacional, etc) y su aporte solidario a favor de la descolonización y lucha de los pueblos del Tercer Mundo, todo ello, sin perjuicio de reconocer sus graves falencias. Aunque la Revolución Ecológica sea "una revolución de ideas y no de armas" (297), el autor está consciente de la necesidad de la movilización organizada de masas y de grupos aunque pequeños, pero activos. Hay que valorar como lo hace Korten, la batalla contra los daños causados por las represas, la tala de bosques naturales, la depredación de especies naturales, la descarga de tóxicos; la acción de grupos y organizaciones no gubernamentales, (sin dejar de lado a los partidos) contra las dictaduras, por los derechos humanos, la paz mundial, los pueblos indígenas, la reconstrucción de los ecosistemas, la formación de empresas comunitarias y cooperativas; las redes por el reciclaje de los productos, la agricultura sustentable. Algunas campañas internacionales como, contra los productos infantiles de Nestle, contra el FMI-BM "Cincuenta años bastan", por los derrames de petróleo, contra las pruebas nucleares francesas en Muroroa, y la presencia masiva de activistas en la Cumbre de la Tierra en Río, ya dieron cuenta de una conciencia global colectiva que sólo estaba en sus comienzos, cuando en 1995 salió la primera edición de esta obra. En pocos años ellas se han multiplicado, como lo atestiguan las luchas indígenas, las batallas contra las privatizaciones y tantas otras en diversas áreas. Al comenzar el nuevo siglo, como lo revelan las protestas masivas de Seattle, (Noviembre, 1999) Washington, Melbourne, Praga y Niza, (2000); Zurich y Porto Alegre, al comenzar el 2001, el mundo asiste a un nuevo movimiento multilateral e internacionalista que viene a dar la razón y suma actualidad a la obra de Korten. | |||||
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viernes, 3 de enero de 2014
Cuando las Transnacionales Gobiernan el Mundo
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